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El Torneo de Candidatos de Madrid, desde la novena fila

Diario de un voluntario del evento: Niepómniashi piensa en el baño, la silla sin ruedas de Ding y la huida de Firouzja

Torneo Candidatos ajedrez 2022
El ruso Ian Nepómniachtchi y el estadounidense Hikaru Nakamura, antes de su partida en el Torneo de Candidatos.FERNANDO ALVARADO (EFE)

Día 1

Son ocho los artistas italianos cuyos retratos adornan el Salón Pompeyano del Palacio de Santoña de Madrid: los pintores Cimabue y Rafael, los poetas Dante y Petrarca, los escultores Ghiberti y Miguel Ángel, y los arquitectos Bramante y Brunelleschi. Son ocho los participantes en el Torneo de Candidatos, y esta coincidencia numérica entretiene al voluntario que vigila el salón, que intenta establecer asociaciones: ¿podemos decir que el juego pulcro de Ding refleja el trazo preciso de Rafael?, ¿que la solidez de Niepómniashi sostendría la cúpula florentina de Brunelleschi?, ¿que las combinaciones de Caruana riman como los sonetos de Petrarca? Quizá exageramos. Quizá no se trata de correspondencias uno a uno. A un candidato, o al menos uno que quiera ganar el torneo, no le vale con aprender de un solo artista. Necesita inspirarse en los ocho iconos italianos: tiene que ser arquitecto, escultor, pintor y poeta.

Día 3

Desde las puertas de los baños de los jugadores se ve el comedor de gala donde se disputan las partidas. El voluntario, que debe asegurarse de que no entran dos jugadores al mismo aseo cerrando la puerta, pasa el tiempo observando los hábitos de cada ajedrecista. Algunos, como Duda, prefieren pensar en su asiento, acompañando cada línea de análisis con un gesto, una postura, una mueca. Al voluntario le parece estar viendo a un director, pero no a su orquesta. Otros, como Caruana, pasean por la sala, contemplando el techo e incluso mirando las otras partidas. A Ding le gusta la sala de catering, con sus frescos al descubierto, sin los paneles negros que ocupan el fondo de la retransmisión. Niepómniashi prefiere pensar en el baño, al que acude con frecuencia sin llegar a utilizarlo.

Desde esta posición, el voluntario ve también a los árbitros, sentados ante un portátil, que confiesan tener una tarea tranquila. Por un lado de los tableros de elegante madera sale un cable que transmite cada movimiento a sus ordenadores y de ahí a los millones de personas que siguen las partidas en Internet. Lo más emocionante que puede pasar es que si, en apuros de tiempo, se hacen varias jugadas por segundo, los tableros no las registren con precisión y sean los propios árbitros quienes anoten las jugadas. Por lo demás, vigilan que los jugadores no se comunican y que las partidas transcurran en silencio. En la sala de juego han instalado una tarima que amortigua las pisadas y a Ding le han conseguido una silla más sencilla, sin ruedas. Lo más importante, admiten, es que los candidatos no tengan motivos para quejarse, ni excusas a las que atribuir una derrota.

Día 6

Duda sale apresurado, con el cuello de la chaqueta mal colocado. Viene hacia el baño, pero no entra. Resopla y arruga la hoja rosa de la partida. Sale de la sala. Mientras, Niepómniashi disfruta una vez más del catering de los ganadores, con la tranquilidad de quien se ha despegado del resto de los jugadores (todos, salvo Caruana, están a un punto y medio o más). Quizá pensando ya en la revancha, en menos de un año, contra Carlsen. Pero Carlsen dice que solo quiere jugar contra Firouzja. Un Firouzja que tal vez está sufriendo una presión excesiva, un Firouzja que, al rendirse Duda ante Niepómniashi, se vuelve para ver el tablero donde ha caído el polaco, y luego mira al suyo, con una mueca, sabiendo que tendrá que rendirse también, que el torneo se le escapa, que lo ganan los que ya conocen a Carlsen.

¿Pierde Firouzja porque arriesga demasiado? Su padre, siempre sonriente por los pasillos del palacio, insiste en que su juego es demasiado creativo, en que su hijo busca un nuevo ajedrez, pero que contra estos oponentes eso no funciona, que Niepómniashi y Caruana piensan como máquinas, evalúan fríamente, sin corazón para el juego romántico, temerario y tal vez impulsivo de su hijo. Este es el estilo que le lleva a rendirse, a esperar a que Caruana vuelva del baño para darle la mano, firmar su hoja y salir, también, con el cuello de la chaqueta mal colocado.

Caruana se dirige a la entrevista satisfecho, pero al entrar al salón de los comentaristas el público no lo sigue a él, sino que se queda mirando la puerta, esperando que entre Firouzja. Pero Firouzja se ha ido corriendo por las escaleras de atrás, sin querer cruzarse con nadie.

Día 9

Hoy Radyábov, tras lograr una ventaja decisiva contra Nakamura, se ha quedado sentado. Al azerí, que prefiere pensar de pie, ya no le hace falta analizar con profundidad. Juguetea con el bolígrafo, finge beber del vaso de cartón donde solo queda ya una bolsa de té húmeda y agotada, mira directamente a su oponente, e incluso se levanta para ponerse la chaqueta que estaba en su respaldo. Y funciona, porque Nakamura no tarda en darle la mano y agachar la cabeza.

Al voluntario le han pedido que frene a Duda para asegurarse de que lo puedan entrevistar. Pero Duda ha perdido otra vez y esquiva al voluntario, que le persigue escaleras abajo. Le pide que espere, con optimismo porque nunca se ha negado. El jugador polaco se vuelve y le dice que no, que hoy no, que la entrevista no tiene sentido. Sale a la calle, donde el taxista le avisa de que ha aparcado a una manzana de la calle peatonal. Así que el voluntario lo acompaña, pero es el único que lo hace. Ni los seguidores curiosos, que han esperado horas en la puerta, se acercan a pedirle una foto.

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