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Magnus Carlsen logra su quinta corona mundial de ajedrez

Niepómniashi, infiel a su estilo natural, se inmola en el 11º asalto del Mundial de Dubái para acortar su agonía, y cae por 7,5-3,5

Magnus Carlsen, durante una conferencia de prensa en el Mundial de Dubái.
Magnus Carlsen, durante una conferencia de prensa en el Mundial de Dubái.ERIC ROSEN
Leontxo García

Magnus Carlsen sigue siendo el rey invicto tras batir en Dubái por 7,5-3,5 (cuatro victorias y siete tablas) a un aspirante infiel a sí mismo, el ruso Ian Niepómniashi, quien volvió a cometer otro error impropio de su gran clase en la 11ª partida, como si desease no jugar más (el duelo era al mejor de 14). El noruego, campeón desde 2013 y número uno desde 2010, cobrará 1,2 millones de euros por su 5ª corona, que deberá poner en juego a primeros de 2023.

“Niepo no soporta la perspectiva de volver a jugar mañana, quiere que esto acabe de una vez”, dijo el neerlandés Anish Giri, sexto del mundo, comentarista en directo para Chess24, cuando vio la jugada 23 del ruso. Quizá fuera algo subconsciente, pero es sin duda cierto que Niepómniashi, quinto del mundo, nunca opta por un lance así cuando está en forma.

Carlsen aprovechó la oportunidad de inmediato para lograr una posición ganadora. Pero en lugar de obcecarse con rematar de manera muy brillante, eligió el riesgo cero: cortó las alas de su víctima (evitando todo contrajuego) y llevó la lucha a un final técnico muy fácil para él. El aspirante se rindió en la 49ª con un apretón de manos, y se quedó un minuto en la mesa hablando con su rival, mientras el público estallaba en aplausos y gritos, sobre todo por parte de los noruegos.

Cien años después de que el cubano José Raúl Capablanca derrotase también por cuatro puntos (pero en 14 partidas) al alemán Emanuel Lasker en La Habana, Carlsen consolida su nombre entre los más grandes de los 15 siglos de historia documentada del ajedrez, aunque la lista de campeones del mundo oficiosos empieza en el XVI con el español Ruy López de Segura. Sin embargo, sus hazañas aún quedan muy por debajo de la mayor de Gari Kaspárov, quien presidió la lista mundial durante 20 años seguidos (1985-2005).

Este Mundial es uno de los más extraños y negativamente sorprendentes de la historia. Niepómniashi, quien cobrará 0,8 millones de euros, disponía del arma que más puede molestar a Carlsen: la capacidad de convertir cada partida en un lío tremendo, donde la probabilidad de que el escandinavo cometa un error es bastante mayor que en las posiciones muy técnicas. Es verdad que esa estrategia implicaría un enorme riesgo, pero ninguno de los expertos consultados por este periódico ve otra manera de que Niepómniashi pueda batir en un duelo a Carlsen si este rinde cerca de su máximo nivel.

Pero todo ocurrió al revés. El escandinavo fue el único que arriesgó en los cinco primeros asaltos, que terminaron en tablas. Y más aún en el sexto, saliéndose desde la apertura de los caminos trillados. Fue la partida más larga de la historia de los Mundiales y acabó con su victoria en casi ocho horas y 136 movimientos. Más importante aún: ese golpe destrozó la estabilidad psicológica del ruso, incapaz de arriesgar en la siguiente con blancas: volvió a perder la 8ª y la 10ª tras sendos errores de grueso calibre.

Niepómniashi inicia la undécima partida ante el árbitro, el emiratí Mahdi.
Niepómniashi inicia la undécima partida ante el árbitro, el emiratí Mahdi.Niki Riga

Y se inmoló en la 11ª. Solo él (o alguno de sus ayudantes) podrá explicar por qué creyó que traicionar su propio estilo natural (agresivo y creativo) era lo mejor para destronar a Carlsen. El ruso dio una pobre impresión este viernes: necesitaba ganar a toda costa con las piezas blancas, pero eligió un tipo de lucha plana, sosa, técnica, donde ganar al noruego roza lo imposible. Y al ver que así no lograba ventaja alguna, optó por el suicidio.

En los primeros testimonios a las televisiones que le esperaban tras el escenario, el pentacampeón metió el dedo directamente en la llaga: “Estoy particularmente orgulloso de mi victoria en la sexta partida, que desniveló la lucha por completo. Mi rival ya no fue el mismo después de eso”.

En 1921, Lasker tuvo un gesto muy hermoso tras su derrota ante Capablanca. Se fue al borde del escenario y, mirando al público, pidió: “¡Tres hurras por el campeón!”. Niepómniashi no llegó a tanto, pero es cierto que su actitud tras las cuatro derrotas ha sido también ejemplar, compareciendo siempre de buenos modos ante la prensa y respondiendo a todas las preguntas. Su análisis final fue contundente y profundo: “En este duelo he cometido errores que no suelo cometer en partidas relámpago [cinco minutos por jugador]. Es verdad que para aprender de la experiencia tienes que sufrir. Pero esta ha sido demasiado dura, aunque confío en recuperarme y aplicar lo aprendido”.

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Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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