La izquierda pasa hoy por la 'guillotina'
Los líderes socialistas necesitan mantener su escaño en la segunda vuelta para salvar su posición
Con cinco años de probable mayoría absoluta por delante, el centro-derecha francés tiene tiempo sobrado para cometer los errores que permitan a la izquierda el retorno al poder. Pero éste no es el verdadero escenario previsible, sino el argumento con que algunos de los dirigentes y diputados de izquierda se consuelan después de tres meses de pesadilla, en los que sus propuestas electorales han sido rechazadas, una tras otra, por la Francia que vota. El Partido Socialista se daría por satisfecho con mantener la mitad de los 241 diputados que fueron elegidos en 1997, mientras el Partido Comunista necesita 20 escaños (tenía 39) so pena de perder el grupo parlamentario.
Los políticos dijeron demasiadas veces en el pasado que la victoria de un campo político o de otro iba a cambiar decisivamente la situación del país, y la opinión está decepcionada al observar que esto no ha ocurrido, porque izquierda y derecha forman parte de una cultura similar.
El Partido Comunista está enfrentado a una hemorragia política y financiera
El Partido Socialista se daría por satisfecho con mantener la mitad de sus 241 diputados
Corre por Francia el siguiente cuento sobre lo que un francés y un estadounidense esperan del Estado. ¿Qué haría un grupo de niños norteamericanos que sufren el asalto a su parque por parte de unos gamberros? Probablemente, esos niños llamarían a otros amigos y entre todos tratarían de arreglar los destrozos y restablecer su parque. ¿Qué haría un grupo de niños franceses en las mismas circunstancias? Primero buscaría al guarda del parque, y si éste no está, al jefe de la policía, y si no está, al primer ministro, y si tampoco está, al presidente de la República...
Si la izquierda ganara las legislativas francesas, lo conseguiría por muy poca diferencia y eso le obligaría a seguir actuando con prudencia, al estilo de Lionel Jospin, para hacer evolucionar el enorme sector público y abrir el capital de las empresas públicas al sector privado, combatir la inseguridad, reformar el sistema de pensiones o retrasar la edad de jubilación. Para buena parte de los electores, ese programa no vale tanto como el riesgo de una crisis total del sistema político, como ocurriría con otros cinco años de enfrentamientos entre el Gobierno y el presidente de la República. En estas condiciones, la izquierda pidió al electorado que 'compensara' con sus votos el peso de la derecha, pero el domingo pasado sólo fue escuchada por los votantes socialistas. El resto de la izquierda no lo hizo y ningún sondeo prevé que hoy cambie esa actitud, aunque algunos de los 469 duelos previstos entre derecha e izquierda son muy cerrados y podría producirse alguna sorpresa.
A corto plazo, todo depende de cuántos sean los decapitados. Frente a un Partido Comunista al borde de la asfixia, con la cabeza de su presidente, Robert Hue, tratando de esquivar la cuchilla fatídica, Los Verdes no consiguen llegar a la madurez. Y la estructura actual del Partido Socialista se sostendrá en la medida en que sus cabezas principales -François Hollande, Martine Aubry- se salven de la guillotina en que les coloca la revolución conservadora; si pierden sus respectivos escaños, esto dará ventaja a los 'socialistas modernizadores', como Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn, mucho más seguros de ser reelegidos en sus respectivas circunscripciones.
¿Cómo se efectuará la refundación de la izquierda? Se habla de activar relaciones con 'la sociedad civil', y de potenciar los contactos entre los partidos, los sindicatos y los movimientos asociativos, sin que el nivel de organización de tales iniciativas sobrepase, de momento, los cenáculos y el soporte prestado por algunas páginas en Internet. Las cosas han cambiado desde que el diputado Jean-Christophe Cambadélis promovió las reuniones en las que se inventó el concepto de Izquierda Plural para salir del atolladero de 1993, año en que el Partido Socialista alcanzó su suelo histórico con el 17,4% de los votos en la primera vuelta, y los comunistas, el 9,2%. Lionel Jospin reforzó el liderazgo sobre ese conjunto, al que se agregaron Los Verdes y el Partido Radical de Izquierda, y así se montó la coalición que ganó las legislativas de 1997.
Pero el proceso electoral de este año lo ha revuelto todo. La dinámica del voto útil ha elevado el respaldo al Partido Socialista hasta el 25%, mientras el Partido Comunista quedó por debajo del 5% y Los Verdes no sacaron partido de la situación. Los ecologistas se resisten a dejarse absorber: 'Los Verdes tienen un papel importante que jugar en la reconstrucción de la izquierda; no son solubles en un partido único', afirma Noël Mamère, que fue candidato a la elección presidencial e intenta ser elegido hoy como diputado.
Si la guerra de clanes se insinúa entre los socialistas, la crisis está a punto de abrirse en el Partido Comunista, enfrentado a una hemorragia política y financiera. Se ha convocado una conferencia nacional para los próximos días 26 y 27, de la que se espera salga un congreso extraordinario. Las pavesas de lo que fue uno de los mayores partidos políticos de Francia favorecen las perspectivas de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), dirigida por Olivier Besancenot, el joven cartero que se convirtió en el candidato revelación de las elecciones presidenciales y que se ha puesto de moda frente a la veterana Arlette Laguiller, la portavoz de Lucha Obrera.
En el Partido Socialista, el primer fusible es su primer secretario, François Hollande. A falta de otros cargos que disputar, ya se ha abierto la lucha por la presidencia de la futura minoría parlamentaria socialista, ambicionada por el ex ministro y ex primer ministro Laurent Fabius, para convertirla en la base de su carrera como 'presidenciable' en 2007. Ese proyecto tropieza con el inconveniente de que un amigo de Hollande, Jean-Marc Ayrault, que dirigió el grupo de 241 diputados socialistas en la anterior legislatura, aspira a seguir haciéndolo con los que se salven de la guillotina.
Pero la verdadera incógnita es descubrir qué querría hacer la izquierda política refundada. Y sobre este punto, las ideas son muy escasas. En el pasado, el fenómeno de la elección era el de la expresión de la fidelidad familiar e ideológica: los obreros votaban a la izquierda; los burgueses, a la derecha. Pero 'hoy tenemos cada vez más obreros que votan a la derecha, y cada vez más burgueses, a la izquierda', afirma Pascal Perrineau, director del Centro de Estudios de la Vida Política Francesa (Cevipof).
Ningún estudio serio confirma el supuesto trasvase de votos de izquierda a la extrema derecha: los obreros que votaban socialista o comunista no se han pasado en masa al Frente Nacional. Lo que ocurre es que un cierto número de jóvenes obreros, y de parados producidos por ciertas reconversiones, votan a la extrema derecha. 'No son los obreros de las fábricas grandes, pertenecientes a grupos multinacionales', precisa otro observador de la vida política, Daniel Cohen: 'Se trata más bien de empleados en pequeñas empresas sin sindicatos, trabajadores del sector de servicios con malas condiciones de trabajo, aislados en el plano social, profesional y político'. La clase trabajadora es hoy 'muy plural', el nuevo proletariado se encuentra atomizado y su relación con el mundo de la representación política se traduce, muchas veces, en la abstención. El dilema es que, sin esos votos, refundar la izquierda sobre bases más 'centristas' no dará la mayoría necesaria para volver al poder en un sistema político como el francés.
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