Hay que abrir el melón de ‘Verano azul’
En los 42 años que han pasado desde que Chanquete murió por primera vez, España se ha transformado tanto que hoy nos parece un país extranjerísimo
Chanquete volvió a morir esta semana, y van ya 42 veces. En realidad, 43, porque este año ha muerto por duplicado, en la reposición de TVE y en la emisión del canal de pago Enfamilia. Y tiene narices que haya gente que se duela de rascarse el bolsillo para suscribirse a este u otros periódicos pero abone una suscripción para volver a ver morir a Chanquete. Si quieren, Chanquete se les muere gratis en la plataforma RTVE a la carta, donde pueden reproducir en bucle a Pancho pregonando la necrológica. El sadismo se ha democratizado: ya no necesitamos a los programadores para matar al personaje de Antonio Ferrandis. Ahora podemos liquidarlo nosotros desde el móvil.
En los 42 años que han pasado desde que Chanquete murió por primera vez, España se ha transformado tanto que hoy nos parece un país extranjerísimo. Todo ha cambiado, salvo las reposiciones de Verano azul. Mercero esculpió ahí la eternidad de una España unida, sin polarización, sin conciertos fiscales, sin memoria histórica amarga, sin fachas y sin progres. La serie suscita tanta concordia que se ha salvado del revisionismo que afecta a todo lo que apesta a régimen del 78, y esto me parece injusto e intolerable. Hora es de que abramos el melón y destruyamos el mito. Amigos: Verano azul no es facha, sino algo peor.
No voy a incidir en el carácter propagandístico del desarrollismo tardofranquista y del modelo depredador del turismo que ha destruido la costa, apenas suavizado por la insurrección de chichinabo del No nos moverán. Por hoy me basta subrayar la perturbación que causa ver a un grupo de menores manipulados por un anciano que vive en un barco y una señora que pinta. ¿Qué interés tienen esos seres solitarios y ciertamente sospechosos por los cuerpos casi desnudos de los mozalbetes que les rondan? ¿Qué clase de obscena negligencia afecta a los padres de la pandilla, a quienes no preocupa ni un poco que sus hijos pasen las tardes en la bodega sin ventilar de un tipo que ha visto todos los puertos del Atlántico y lleva por sobrenombre una especie de pescado de consumo ilegal? Y la no menos inquietante Julia, que estaría mejor siendo asistida en un gabinete de psicoterapia lacaniana que pintando acuarelitas. ¿Por qué nadie ha señalado estas cosas? ¿Qué poderes del Estado profundo protegen el prestigio de esta serie? Nunca lo sabremos: Chanquete murió antes de que la policía pudiera registrar su barco.
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