Verano eterno en la Nerja de Chanquete
La serie ‘Verano azul’ celebra los 40 años de la emisión de su primer capítulo convertida en mito de la televisión y todavía viva en la Costa del Sol
El 11 de octubre de 1981 España se preparaba para vivir el mejor verano de su vida en pleno otoño. Mientras fuera de casa bajaban las temperaturas, la luz de la Costa del Sol iluminaba el salón de millones de familias que comenzaban aquel día a conocer a una joven pintora y a una pandilla de chavales con ganas de aventura. También a uno de los personajes que ya es mito de la pequeña pantalla, Chanquete, interpretado por Antonio Ferrandis, sin saber que aquel entrañable pescador tendría un trágico final anunciado tristemente por Pancho. Hace 40 años que Televisión Española emitía el primer capítulo de Verano azul. Serie convertida en leyenda que sigue viva gracias a una legión de admiradores y a las plataformas digitales. También a su escenario principal, Nerja (Málaga), que ha sabido mantener su esencia en estas cuatro décadas.
La ciudad ha crecido a lo ancho, pero sigue siendo un pueblo. La mayoría de localizaciones que se muestran en la cabecera de la serie, acompañada de la mítica sinfonía de silbidos, continúan casi iguales. La playa de Burriana es buen ejemplo. Se ha modernizado, con apartamentos turísticos y numerosos bares donde suena música en directo y el fútbol es el rey en grandes televisiones frente a las que la cerveza mide en pintas. El turismo británico ha tomado esta zona del litoral, donde los viejos merenderos de cañas y buganvillas se han convertido en estructuras de hormigón desplegadas a lo largo del paseo marítimo que lleva el nombre de Antonio Mercero. Él fue el director e ideólogo de una producción hoy disponible en la plataforma RTVE Play de Televisión Española y en Amazon Prime Video. Y en Nerja sigue viva en su urbanismo, su historia y en su tradición oral: no hay residente sin su anécdota o recuerdo de aquel verano.
El pasado sábado a mediodía, Francisco Ortega preparaba el enésimo arroz a la leña de su vida, plato estrella del chiringuito Ayo. Apenas ha cambiado desde que buena parte del centenar de personas que conformaban el equipo técnico y artístico de la serie comieran allí con frecuencia durante el año y medio que residieron en Nerja para el rodaje. El negocio, eso sí, ha crecido hasta superar el centenar largo de mesas y hoy su carta se debe leer escaneando un código QR. En la ficción, el restaurante ejercía de cuartel general de aquella pandilla formada por Bea, Desi, Javi, Pancho, Quique, Piraña y Tito. Miguel Joven interpretó a este último casi por casualidad, después de que Ortega recomendara a Antonio Mercero que le hicieran una prueba. “Tenía seis años, me aprendí el guion y les gustó”, recuerda Joven, cuyo personaje dejó una de las frases que pasaron a la historia de la televisión: “Demasié pa’ mi body”, exclamaba cuando, en uno de los capítulos, ve pasar a una turista sueca en la playa.
A sus 48 años ejerce de monitor de actividades de naturaleza. En temporada alta, guía a los turistas por las galerías de la Cueva de Nerja, aunque este año por la crisis sanitaria solo recibía y despedía a los grupos de visitantes. “El año que viene las retomaremos con normalidad”, anuncia José María Domínguez, gerente del monumento. Pero Joven, además, enseña al turismo los acantilados de Maro y Cerro Gordo a bordo de kayaks o tablas de paddle surf. Una carpa blanca sobre la arena, a pocos metros de Ayo, le sirve de oficina. “Aquí me siento muy a gusto”, dice quien invirtió el dinero de la serie en un terreno a las afueras de Frigiliana, precioso pueblo donde Joven reside rodeado de árboles de aguacate y mango, que él mismo plantó hace cuatro décadas junto a su padre. Fue uno de los pioneros en este cultivo. “Ahí está mi jubilación”, asegura con simpatía.
¿Qué tiene Verano azul para seguir de actualidad 40 años después? “Yo creo que se adelantó a su tiempo. Partía de la ingenuidad de unos chavales para generar debate”, dice Miguel Joven. “¿Cómo se hace para tener un niño sin estar casado?”, preguntaba su personaje, Tito, en uno de los capítulos mientras saboreaba distraídamente un helado. Las relaciones sexuales, el cambio generacional, el duelo, la regla, el divorcio, la especulación urbanística o la defensa del medio ambiente —”No matéis mi planeta, por favor”, cantaban los protagonistas a coro— entraban de manera transversal en la trama, a pesar de que en teoría era una serie blanca para un público familiar. “Llegó en el momento adecuado”, añade la actriz María Garralón, la mítica Julia, pintora bohemia que encontró su refugio artístico en este pueblo de casas blancas al borde del mar. “He vuelto muchísimas veces, allí hay una energía especial”, añade quien sigue “fascinada” por seguir hablando de la serie 40 años después y que aún hoy, alguna que otra vez, se convierta en trending topic en las redes sociales. “Algo debimos hacer bien”, insiste la intérprete, que a sus 68 años debutó este verano en el Teatro Romano de Mérida con Las suplicantes. A pesar de sus papeles en series como Farmacia de Guardia o Compañeros, para la gran mayoría sigue siendo Julia. “En el supermercado, cuando voy con el carrito, a veces la gente silba la melodía principal”, dice entre risas.
Hoy las huertas de Maro por las que la singular pandilla paseaba en bicicleta están amenazadas por el proyecto de construcción de un campo de golf, pero la barca de Chanquete, La Dorada I, no se ha movido y se expone junto al parque Verano azul a orillas del río Chíllar. Otras muchas localizaciones de la serie se pueden visitar gracias a un mapa elaborado por www.veranoazul.org e incluso por la web de turismo municipal. Junto a algunas, como el Balcón de Europa, hay escenarios y actividades con motivo de la Feria local. A su alrededor, el idioma más escuchado es el inglés. Quizá no lo saben, pero estos turistas británicos saborean, también en pleno otoño, su propio Verano azul.
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