_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

‘The Last of Us’: enamorarse en el fin del mundo

El tercer episodio de la serie ha dejado su mejor entrega hasta el momento y nos ha vuelto a partir el corazón

Una imagen del tercer capítulo de 'The Last of Us'.
Paloma Rando

The Last of Us (HBO Max) es una serie posapocalíptica, pero que la civilización pudiera ser refundada bajo la herencia genética de Pedro Pascal y Anna Torv a mí me parece una utopía más que otra cosa. Desgraciadamente —empieza el destripe de los tres primeros episodios—, esa posibilidad desapareció con la muerte del personaje de ella al final del capítulo dos.

No hemos empezado a procesar esa pérdida cuando The Last of Us nos ha vuelto a partir el corazón. A ritmo del Long, long time de Linda Ronstadt —”And time washes clean love’s wounds unseen / That’s what someone told me but I don’t know what it means”—, se enamoran Bill (Nick Offerman), un paranoico de la seguridad que ha fortificado su casa, y Frank (Murray Bartlett), un tipo que cae en una de sus trampas. En una hora asistimos a una historia de amor completa entre dos hombres de más de cincuenta años (algo no tan habitual en una serie de vocación masiva). Su historia de amor atraviesa varios años y parte de una premisa fundamental: enamorarse es abrir la puerta al miedo. Bill, señor hecho y derecho, se lo dice a Frank, que antes de conocerle jamás se asustó. Cuando de veras se quiere el miedo es tu carcelero, por citar a los clásicos. Jabois escribió una vez que tener un hijo es como tener algo siempre al fuego. Enamorarse es saber que ese algo puedes ser tú.

Bill y Frank tienen una vida plena cargada de días malos, como cualquier vida plena, y la suerte de poder acabarla en sus propios términos. Su historia, además, sirve para reforzar dramáticamente la pérdida del personaje de Pedro Pascal, una pirueta narrativa inteligente. Perder a quien quieres. Ahora sí que estamos empezando a hablar del fin del mundo.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Paloma Rando
Redactora, columnista y guionista de televisión. Empezó a trabajar en el medio en 2006, en el departamento de vestuario de diferentes series, y dio el salto a guion en 2012. Su último trabajo emitido es 'Señoras del (h)AMPA'. Ha desarrollado series para Alea Media, Shine Iberia, Secuoya, Zeta studios y Suma content, entre otras productoras.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_