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Columna
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Highsmith

Amo su obra, es mi escritora favorita. Siento adicción hacia sus imprevisibles tramas, me provoca angustia y miedo, bucea en el fondo de la mente, narra con estilo hipnótico

Una imagen de 'Amando a Highsmith'.
Una imagen de 'Amando a Highsmith'.
Carlos Boyero

Veo en Filmin el documental Amando a Highsmith. Eso declaran varias de las novias y amantes de aquella mujer con gesto huraño, parca en su lenguaje oral, con bolsas en los ojos y expresión de machaque interno. Yo amo su obra, es mi escritora favorita. Siento adicción hacia sus imprevisibles tramas, me provoca angustia y miedo, bucea en el fondo de la mente, narra con estilo hipnótico. Y, por supuesto, no me la imagino en la actualidad firmando reivindicativos manifiestos, ni aprovechando convenientes empoderamientos, ni vacuas y oportunistas promociones. Le bastaba con poseer un cerebro tan poderoso como complejo para crear arte.

Su primera novela, Carol, la firmó con pseudónimo. Eran tiempos duros y ella se atrevía a contar un amor entre dos mujeres con final feliz. A partir de ahí, el éxito ya no la abandonó nunca. Sobran y faltan cosas en este documental, pero cuando aparece ella me hipnotiza, aunque hable lo justo de su permanente enigma y casi nada de sus novelas. Vivió su madurez en soledad, en un caserón en el campo, rodeada por sus gatos, su máquina de escribir e inacabable ginebra. Sospecho que esta dama insigne podría solidarizarse con la certidumbre de Borges: “He cometido el peor de los pecados. No he sido feliz”. A cambio nos hizo felices con su escritura a mogollón de lectores. Es tiempo de releerla de principio a fin.

Y termino con admiración y conmoción el segundo volumen de los Diarios de Rafael Chirbes. Cómo escribe este hombre de la literatura, de las ciudades, de sus demonios internos y externos, de sus dudas, de su desgarro, de su intemperie, de sus refugios. Chirbes representa la inteligencia, la profundidad, la cultura, la honestidad. Menos mal que en esta época cada vez más inhóspita, mecanizada y artificiosa todavía nos quedan los libros. Pero ellos te exigen concentración mental. Los zombis pueden engancharse sin hacer el menor esfuerzo a la televisión.

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