_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Reírnos del miedo

Es genial que haya fiestas paganas como Halloween que nos recuerden que no hace falta que todo sea trascendente

Jimina Sabadú
Halloween
Una imagen de la fiesta de Halloween en la película 'Chicas malas' (2004).

Si molar fuera una meta social, este año casi la alcanzamos. Este 31 de octubre casi, casi conseguimos un Halloween increíble. El alarmismo escolar ha resultado en la prohibición de disfraces zarrapastrosos, de El juego del calamar, y gracias también a la ola de carcunda que nos invade, ha cundido la alarma social para evitar que los niños y adolescentes se entreguen a una fiesta pagana y se disfracen e incluso se diviertan. Hasta ahí podíamos llegar.

Dicen en la inmortal Chicas malas que Halloween es la festividad en la que una chica puede vestirse de “pe u te a” sin tener que dar explicaciones. También es la festividad en la que uno coge los disfraces de carnaval y les pone sangre. Más miedo me da una despedida de soltero en el carnaval de Cádiz.

El Halloween español comenzó, según mis pesquisas, en el madrileño barrio de La Piovera cuando a un par de niños casi pijos les dio por ir disfrazados de mamarrachos a pedir caramelos. Luego los mamarrachos reales, un poco mayores, tuvieron la idea de arrojar huevos contra los coches. Como decían Ian Malcolm en Parque Jurásico, “la vida se abre camino”.

Al margen de si los niños acaban matándose en el patio del colegio a base de combates de Vale tudo, es agradable ver que aunque la fantasía sea frontalmente rechazada por la televisión mayoritaria (no como la distopía) hay un día al año en el que te puedes encontrar tanto con Babadook como con Los payasos asesinos del espacio exterior, y ese día es Halloween. El cine se disfruta, se vive, se goza. El cine de terror es adrenalina, y también es una lluvia de ideas tan desquiciadas como divertidas. ¿Qué la fiesta podría ser más trascendente? Pues sí. Aquí están ustedes a día 1, leyendo esto y viendo llover, enfrascados en pensamientos sombríos. Tampoco pasa nada si una vez al año nos reímos del miedo. Es genial que haya fiestas paganas que nos recuerden que no hace falta que todo sea trascendente.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jimina Sabadú
Columnista en la sección de Televisión. Ha colaborado en 'El Mundo', 'Letras Libres', 'El Confidencial', en programas radiofónicos y ha sido guionista de ficción y entretenimiento. Licenciada en Comunicación Audiovisual, ha ganado los premios Lengua de Trapo y Ateneo de Novela Joven de Sevilla. Su último libro es 'La conquista de Tinder'.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_