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Crímenes

Veo con retraso, sorprendido por su torrencial audiencia, la serie ‘Line of Duty’. El planteamiento es atractivo pero me agota su narrativa

Vicky McClure y Kelly Macdonald, en la sexta temporada de 'Line of Duty'. En vídeo, el tráiler de la serie. Vídeo: BBC
Carlos Boyero

Veo con retraso, sorprendido por su torrencial audiencia, la serie Line of Duty. A pesar del pretendido suspense sobre la identidad y la metodología de múltiples policías corruptos y el retorcido trabajo de la sección de Asuntos Internos que les investiga, no logro seguir con continuidad y orden sus capítulos en las numerosas temporadas. El planteamiento es atractivo, pero me agota su narrativa. Los guionistas no se estrujan el cerebro introduciendo novedades en la trama. Siempre hay alguna secuencia rodada en exteriores, una persecución o tiroteo callejero y el resto es acumulación abusiva de interrogatorios en la sede policial. Contar que las mafias y la gran delincuencia están infiltradas entre los organismos cuya misión es perseguirlas, ofrece juego para los espectadores atónitos o escépticos sobre el correcto funcionamiento de la ley y el orden, pero la forma de expresarlo es demasiado repetitiva.

David Fincher, glorioso inventor de memorables asesinos en serie en las aterradoras y formidables películas Seven y Zodiac, dirige varios episodios de la serie Mindhunter. La habitan killers monstruosos que han reinado en la historia del crimen de Estados Unidos, y los agentes del FBI especializados en ciencias del comportamiento, que tratan de encontrar las raíces del horror. Fincher no abusa de su prestigiosa firma. Funciona como uno más entre los conductores de una serie más que correcta y en ocasiones perturbadora. Los detectives tienen muy complicada no ya su macabra labor profesional sino también su vida privada. El mal no solo está fuera, puede hallarse en su propia casa. Y crea ataques de pánico, roturas familiares y desengaños amorosos.

Como todos los españoles futboleros de mi generación y muchos otros a los que sus incendiarias diatribas les provocaba entretenimiento o morbo, yo también escuchaba en la radio a José María García. Poseía incuestionable estilo, agresividad calculada y cambiante en función de sus intereses, manipulación abrasiva, era el rey del populismo. En la serie Reyes de la Noche abunda la caricatura y el esperpento, pero también percibes realidad. Tiene momentos divertidos. Y el excelente actor Javier Gutiérrez clava a su legendario personaje.

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