Una acusada por el asesinato de Samuel Luiz: “Tienen razón, fue una cacería, una animalada”
Una reunión de amigos en un reservado con whisky y Red Bull en la que Diego Montaña estaba “irascible” y acabó expulsado fue el pistoletazo de salida de la jauría que en tres minutos acabó con la vida del joven enfermero
Llorosa cuando su abogado le preguntó por la vida que lleva desde que está acusada de la muerte de Samuel Luiz, Catherine Silva, Katy, que tenía 19 años en el momento de los hechos, acabó su testimonio con una sentencia lapidaria: “Tenían razón, fue una cacería, una animalada”. Katy Silva Barros, en aquel momento novia de Diego Montaña, el principal encausado, se enfrenta como él a una pena de 25 años como coautora de un delito de asesinato con la agravante de discriminación por la orientación sexual de la víctima. Ante la jueza y el jurado popular, sin embargo, en esta segunda sesión del juicio que se celebra en la Audiencia de A Coruña, Silva se ha declarado “inocente” y se ha desvinculado del ataque brutal de una marabunta de jóvenes que en cuestión de poco más de tres minutos dejó al enfermero Samuel Luiz, de 24 años, tirado en el suelo en muerte cerebral.
Eran cerca de las tres de la madrugada del 3 de julio de 2021 cuando la pandilla, jóvenes de entre 17 y 25 años, salieron abruptamente del pub Andén y perpetraron la matanza por un estúpido malentendido. Esa noche habían quedado en un reservado del local situado al borde de la playa de Riazor. La única bebida que había sobre la mesa era whisky con una bebida energética para mezclar. Pero la fiesta, la primera salida nocturna del grupo después de la apertura de los locales de ocio tras el confinamiento de la pandemia, acabó por el comportamiento “agresivo e irascible” de Diego Montaña. Una discusión con su novia motivó que un vigilante del Andén lo agarrase por el brazo y lo conminara a salir.
Los primeros en abandonar el establecimiento fueron precisamente Silva, Montaña, Alejandro Freire y uno de los dos menores que ya han sido juzgados y condenados por el asesinato. A partir de ahí, en su declaración como acusada, Katy Silva ha confirmado ante el tribunal que su novio se fijó en Samuel Luiz, que estaba realizando una videollamada junto con otra amiga en las gradas que llevan a la playa, y se creyó que lo estaba grabando. También recordó la frase con la que Montaña se dirigió a Samuel: “Deja de grabar, a ver si te voy a matar, maricón”.
Estas palabras y otras supuestamente pronunciadas por Montaña tras el linchamiento de Samuel, “era un puto maricón”, son puntales de la agravante por discriminación (y que aumenta en tres años la pena) que la Fiscalía, la acusación particular y la popular reclaman para el principal procesado y su exnovia. Ella, este jueves, ha confirmado las dos, pero en descargo de la que fue su pareja aseguró que era un insulto muy habitual en él cuando estaba borracho. Sobre la “animadversión” por la homosexualidad que la fiscal le achaca también a Katy, ella ha contado en el juicio que sus dos mejores amigos son transexuales y que aquella noche ni siquiera percibió que Samuel fuese gay.
Para la segunda jornada del juicio estaban previstas las declaraciones de dos de los acusados, Katy Silva y Alejandro Míguez, precisamente los dos que están en libertad provisional, y los testimonios de dos amigas de Samuel Luiz y de los dos migrantes senegaleses que trataron de librar a la víctima del linchamiento. Los interrogatorios de los dos primeros, no obstante, se alargaron tanto que los testigos marcharon a casa sin llegar a declarar. Tanto Katy Silva como Alejandro Míguez se han desvinculado de los golpes a Samuel y han señalado a otros compañeros, entre ellos Diego Montaña y Alejandro Freire, además de varios menores. De esta manera, ambos han dado grandes pinceladas al retrato del crimen grupal, contando, por ejemplo, cómo uno de los menores, D.P., tenía un arma japonesa, metálica y contundente, el kubotán, y no dudó en golpear con él la sien de la víctima indefensa desde el primer momento. También, que mientras Montaña daba puñetazos, Freire atenazó por el cuello y por la espalda a Samuel hasta tirarlo al suelo del paseo marítimo. Contaron, además, cómo otro de los mayores de edad en prisión por estos hechos, Kaio Amaral, también en el banquillo, llegó al amanecer a la reunión de urgencia que convocó la pandilla en el parque de San Diego ofreciendo el móvil de la víctima, valorado en casi 900 euros, para venderlo por solo 100. Según Katy Silva, el amigo, que se enfrenta a 27 años de prisión (22 por asesinato y cinco por robo con violencia) dijo que había conseguido el terminal “en la pelea”.
Silva contó que llevaba solo tres meses saliendo con Diego, explicó que nunca lo había visto tan fuera de sí, y aseguró que en dos ocasiones, al principio de la agresión y después, abofeteó a su pareja y le reprochó su violencia contra Samuel: “El pobre chico no había hecho nada y ni siquiera se defendió”, recordó ante el jurado popular. Según su versión, ella trató de separar a Montaña para que no siguiera pegando, en esa acción apartó también a Lina, la amiga de Samuel, que estaba tratando de ayudar tirada sobre los agresores y la víctima en el suelo. No la separó, dijo, para bloquear la ayuda (algo de lo que se le acusa) sino para lograr sacar de allí a su novio, que era quien había empezado la bronca. Al ver que Montaña no le hacía caso y volvía con furia sobre Samuel, Silva cuenta que se quedó debajo de un árbol del paseo, “llorando asustada”, y que no siguió el recorrido del tumulto que acabó a unos 150 metros, en la acera contraria, con Samuel totalmente aniquilado.
Katy Silva incluso ha relatado que, mientras sus conocidos se fueron sumando al grupo asesino al grito de “están pegando a Diego” (por Montaña), ella se ocupó en desmentirlo. Este hecho también lo ha descrito Alejandro Míguez, que en su turno ha contado cómo la chica, cuando él se acercaba a la trifulca, le dijo “no hagas nada, que es todo culpa de Diego”.
Al igual que Silva, Míguez, el único varón en libertad provisional entre los encausados, ha contestado a las preguntas de todas las partes y se ha declarado “inocente” en un interrogatorio que se prolongó dos horas y media. Míguez era el mayor del grupo, tenía entonces 25 años y ya trabajaba como camarero y charcutero en un negocio próximo al lugar del crimen. Ataviado con ropa muy formal, pantalón de vestir azul y camisa blanca abrochada hasta el último botón, Míguez, ha dado muchos detalles por momentos y se ha amparado en el tiempo transcurrido para no ofrecer otros. Así sucedió, por ejemplo, cuando la fiscal le pidió que se levantase a ver de cerca la pantalla en la que se exhibía la grabación de la cámara urbana que captó los primeros momentos de la agresión en las inmediaciones del pub, o cuando se le mostraron los fotogramas de otra cámara de un puesto de vending. Entonces, Alejandro no era capaz de reconocer a nadie, tampoco a sí mismo. En estas imágenes de la investigación no hay una gran nitidez, pero la policía pudo llegar a identificar a los agresores por la ropa, después de comparar varias cámaras, incluida la que los captó de forma más clara en el reservado del pub.
Con las manos unidas por las puntas de los dedos, Míguez se definió como una persona que no tiene “ninguna actitud violenta hacia nadie” y se esforzó por mostrarse ante el jurado al margen de una agresión que, según él, siguió en un primer momento a distancia hasta que se alejó del “tumulto” después de ser empujado hacia atrás cuando intentó mediar.
El relato de estos dos acusados no solo coloca en el escenario del suceso a los otros mayores de edad procesados y a los menores ya condenados, sino a otros miembros del grupo que no han sido imputados. Según Silva y Míguez, no eran todos amigos, sino conocidos, un grupo con el que ellos dos se relacionaban por sus vínculos con Diego Montaña (novia y amigo). Una imagen que exhibió la fiscal fue el fotograma de un supuesto videoclip en el que todos intervenían como figurantes, poco antes de la matanza de Samuel. Míguez sostenía una barra, Katy llevaba un pasamontañas y una catana. Todos escenificaban un papel de pandilleros y aportaban su imagen a una canción recién grabada por uno de los menores.
Míguez se ampara en el hecho de que tuvo que volver al pub Andén para auxiliar a una chica de la pandilla que estaba en coma etílico y esa noche acabó en el hospital. Mientras socorría a la muchacha, que era recogida en el paseo por una ambulancia, él tomaba un taxi e iba al centro médico. Enseguida salió a fumar un cigarro y se encontró con un enfermero que le contó que había llegado otro chico muy grave por una pelea en la zona de Riazor. Enseguida ató cabos, reconoce. Aquel joven moribundo era Samuel Luiz, la víctima de la agresión grupal.
Más tarde, como todos, fue convocado por teléfono a una reunión en el parque. Allí, al llegar, se encontró con los demás. Relató que Alejandro Freire, alias Yumba, estaba “fuera de sí”. “Me preguntó qué había visto y me dijo que él no lo había hecho”, explicó: “Estaba histérico, en shock, y repetía ‘yo no lo maté, yo no lo maté, yo no lo maté”. Los demás, también negaban: “jobar... yo no hice nada”. En su turno, Katy Silva también habló del encuentro del parque. “Kaio le preguntó a Diego por qué había hecho eso”, recordó, y “Diego se justificaba en que Samuel estaba grabándole”. Samuel Luiz y su amiga Lina, aquella noche, solamente estaban hablando por videollamada con su amiga Vanessa, que estaba en Pontevedra. Las dos testigos declararán mañana viernes.
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