El Vaticano encubrió los abusos de Maciel, líder de los Legionarios de Cristo, durante 50 años
Documentos del Archivo Secreto de la Santa Sede constatan que ya en 1956 Pío XII ordenó suspenderlo, pero fue protegido y no se tomaron medidas hasta 2006 con Benedicto XVI
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.
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El Vaticano conoció ya en 1956, con Pío XII, los abusos de menores de Marcial Maciel, el sacerdote mexicano fundador de los Legionarios de Cristo fallecido en 2008, depredador sexual con relaciones estables con mujeres, hijos secretos y que hacía uso de drogas, que no fue castigado hasta 2006, medio siglo y cuatro papas después, cuando llegó al poder Benedicto XVI. Es decir, el Vaticano lo encubrió durante 50 años, tiempo en el que continuó impunemente con sus abusos y agredió a decenas de menores, protegido por potentes personalidades de la Curia. Así lo constatan documentos del Archivo Secreto del Vaticano ―desde 2019 se llama Archivo Apostólico―, que ha publicado este domingo el diario italiano Corriere della Sera.
Un documento fechado el 1 de octubre de 1956, del entonces número tres de la Congregación para los Religiosos, Giovanni Battista Scapinelli, refiere que Maciel ha llegado a Roma, tras ser suspendido por el Papa como superior de la orden, “por motivos conocidos por el Santo Padre”, y con el objetivo de “obligarlo a curarse”. Anota que cuando se presente le ordenará “irse a curar y abandonar cualquier contacto con sus alumnos (religiosos)”. “Si no se presenta, dentro de dos días”, añade el escrito, se le dirá que, o se somete a una curación, o será suspendido a divinis, por las “graves razones” expuestas. Es un documento que da detalles inéditos de algo que ya se conocía, una primera investigación abierta en 1956 en el Vaticano contra Maciel, tanto por pederastia como por su dependencia de las drogas, que se quedó en nada en 1959, tras la muerte de Pío XII en 1958.
Que la Santa Sede conocía desde hace décadas la conducta de Maciel y contó con poderosos aliados que le protegieron era algo sabido, pero estos documentos lo corroboran, y revelan el encubrimiento que puso en marcha con las primeras denuncias. El Corriere, por ejemplo, contrasta sus documentos con los que ya se conocían a través de una página web de víctimas de Maciel, llamada La voluntad de no saber, extensión de un libro de investigación del mismo título publicado en 2012. El documento desvelado ahora ya se encontraba ahí, pero es una versión posterior y aparece censurado, con partes tachadas. Este libro, obra de Alberto Athié, José Barba y Fernando M. González, reveló 211 documentos, filtrados desde el Vaticano, y denunció que ya había denuncias contra Maciel desde 1944, a los tres años de fundar los Legionarios de Cristo, desoídas por las autoridades eclesiásticas. En 2019, el cardenal brasileño Joao Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, admitió a la revista española Vida Nueva que el Vaticano tenía desde 1943 pruebas sobre los abusos de Maciel que fueron ocultadas. “Quien lo encubrió era una mafia, no representaba la Iglesia”. La pregunta, aún sin responder, es cuántos y quiénes componían esa mafia, y qué medidas se han tomado con ellos. Las nuevas revelaciones permiten hacerse una idea de sus inicios.
La comparación de la versión retocada y el original del texto que ahora se conoce refleja el inicio del encubrimiento del caso, según el Corriere della Sera, porque los tachones y anotaciones posteriores a mano del autor reflejan que al día siguiente, 2 de octubre de 1956, este alto cargo vaticano se reunió con Maciel y su protector, el cardenal ultraconservador Giuseppe Pizzardo, como estaba previsto, y el documento es modificado: se emborronan las partes más controvertidas y desaparecen las órdenes iniciales. Simplemente se queda en que se le ordena curarse. Además, este cardenal, el primero de uno de sus muchos protectores, alega en otro documento que el arzobispo de México “es hostil” a Maciel, porque se había opuesto a su nombramiento.
Posteriormente en otro texto se acusa a Federico Domínguez, secretario personal del religioso en sus inicios y uno de los primeros en denunciarle, de ser “el alma negra de la conjura contra Maciel”. Es decir, ya se fraguó una teoría de la conspiración y según los documentos, existía entre quienes lo defendían un “alfabeto secreto” para comunicarse entre ellos. Pío XII murió en 1958 sin que se concluyera nada, y posteriormente ―con Juan XXIII, Pablo VI, el breve pontificado de Juan Pablo I y Juan Pablo II― las altas esferas de la Curia continuaron protegiéndolo. El Corriere indica que el número dos de la Secretaría de Estado con Juan XXIII, Angelo Dell’Acqua, le convenció para no suspender a Maciel, y después otros altos cargos siempre se ocuparon de desactivar cualquier acusación que llegara a Roma.
La oficina internacional de comunicación de los Legionarios de Cristo ha valorado de este modo a EL PAÍS las nuevas revelaciones: “Hoy sabemos que la información sobre la doble vida de Maciel es cierta. Esta información de la que se habla es coherente con las razones, ya conocidas, por las que la Santa Sede en 1956 apartó a Marcial Maciel del gobierno de la Congregación y realizó dos investigaciones a la misma (dos visitas apostólicas). Es información que ya fue publicada en internet en 2012, por fuentes no oficiales. En la Legión de Cristo no cesamos en nuestro deseo de conocer cualquier revelación sobre nuestro pasado que nos permita conocer y poder vivir en la verdad sobre nuestra historia, y agradecemos a la Santa Sede la apertura en 2020 de estos archivos y la posibilidad de acceso a los mismos”.
El Corriere, tras visionar documentos del Archivo Secreto, y expresar las dudas sobre si puede haber más archivos que puedan aportar más información, apunta tres razones para que el encubrimiento se extendiera durante cinco décadas. Una, que Maciel era un gran reclutador de vocaciones y sacerdotes en un momento de crisis de vocaciones en México, un país fuertemente anticlerical. Dos, que el líder de los Legionarios atribuía las acusaciones a conspiraciones de comunistas. Y tres, y una de las más importantes, que Maciel se convirtió en una máquina de recaudar dinero con el que, además de abrir seminarios y centros, compraba voluntades en el Vaticano, su red de protección.
Tres protectores clave en la Curia
Una investigación del medio estadounidense National Catholic Reporter en 2010 señaló como los tres principales aliados de Maciel en la Curia, receptores de sus sobres con dinero, a tres altos cargos situados en puestos clave: Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano entre 1990 y 2006; Estanislao Dziwisz, secretario personal de Juan Pablo II; y el cardenal español Eduardo Martínez Somalo, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada de 1992 a 2004.
En este cuadro emerge especialmente la responsabilidad de Juan Pablo II, pues fue bajo su pontificado, de 1978 a 2005, cuando llegaron numerosas denuncias y los casos comenzaron a aparecer en la prensa, uno de los argumentos de los críticos con su canonización, celebrada en 2014 por Francisco. Y también queda bajo sospecha la actuación de su sucesor, Benedicto XVI, pues en el mandato de Wojtyla fue el prefecto de Doctrina de la Fe, el organismo disciplinario vaticano donde llegaba las denuncias, desde 1981 a 2005. Las reconstrucciones publicadas estos años describen a un Juan Pablo II que se niega a creer las acusaciones hasta sus últimos años, mientras Ratzinger intenta investigarlas pero acata órdenes. De hecho, es él quien toma la primera medida al año de ser elegido Papa, en mayo de 2006, aunque fuera tardía, muy suave y simbólica: ordenó a Maciel retirarse a “una vida reservada de oración y penitencia”. Una nota del Vaticano explicó que no se le abría un proceso canónico por razones de edad y de salud. Falleció dos años después.
La versión oficial de ese comunicado sobre lo ocurrido en los años anteriores ya admitía una asombrosa lentitud en la gestión del caso. Explicaba que “a partir de 1998, la Congregación para la Doctrina de la Fe recibió acusaciones, ya en parte hechas públicas”, contra Maciel; en 2002 el religioso publicó una declaración para negarlas y en 2005 dejó su cargo de superior de la orden por motivos de edad. Entretanto, Ratzinger ordenó abrir una investigación que culminó en 2006, siendo ya Papa, y se tradujo simplemente en la decisión de invitarle a retirarse.
En mayo de 2010, cuando Maciel ya llevaba dos años muerto y 12 años después del año en que el Vaticano admite conocer denuncias, una investigación a fondo de la orden determinó sus “gravísimos y objetivamente inmorales comportamientos” que manifestaban “una vida sin escrúpulos y sin auténtico sentimiento religioso”. Un comunicado de la Santa Sede explicaba que Maciel “hábilmente había sabido crearse coartadas” y creó a su alrededor “un mecanismo de defensa que lo convirtió durante mucho tiempo en intocable”.
En el libro entrevista con Benedicto XVI que publicó en 2010 el periodista alemán Peter Seewald, el pontífice argumentó sobre el caso: “Por desgracia hemos afrontado la cuestión con mucha lentitud y con gran retraso. De alguna manera estaba bien cubierta y solo desde 2000 hemos empezado a tener puntos de referencia concretos. Era necesario tener pruebas ciertas para estar seguros de que las acusaciones tenían fundamento”. Benedicto XVI dimitió tres años más tarde, incapaz de hacer limpieza en el Vaticano en este y otros asuntos.
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