La vida exagerada de Marcial Maciel
El Papa ordena inspeccionar los centros de los Legionarios de Cristo para salvar la imagen - Su fundador, pederasta, tuvo amante y una hija secreta
Ironizó Einstein que Dios no juega a los dados, pero que a veces escribe en renglones torcidos. Debió pensar lo mismo el poderoso cardenal Joseph Ratzinger cuando tomó, el 19 de febrero de 1999, la decisión de no molestar al fundador de los Legionarios de Cristo, el carismático sacerdote Marcial Maciel. Ratzinger actuaba como presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Sobre la mesa del ahora Benedicto XVI se acumulaban entonces decenas de denuncias contra Maciel por pederastia y abusos sexuales. Pero el fundador legionario, venerado hasta entonces como un santo, era íntimo amigo del Juan Pablo II y líder de uno de los grandes movimientos del catolicismo.
Muertos los dos -el papa polaco en 2005, y Maciel el año pasado-, el Vaticano ordena ahora una inspección de los Legionarios de Cristo. Además de abusar durante décadas de algunos de sus seminaristas, se sabe ahora que el fundador tuvo una hija con una amante. Esa hija tiene rostro desde hace meses, y el Vaticano no quiere más sorpresas. Fue el cardenal Tarcisio Bertone, número dos del Papa, quien ha llevado las gestiones, primero en una visita a México en la navidad pasada, y más tarde en Madrid, donde parece residir la hija secreta del fundador legionario. El secretario de Estado vaticano estuvo en España en febrero pasado.
Cardenales y políticos protegen al grupo en España pese a su turbio historial
Con la inspección -"visita apostólica" en el argot vaticano-, a cargo de un equipo de prelados en todas las instituciones de la congregación, el Papa busca limpiar la cara de los Legionarios. La otra alternativa era la disolución, pero Marcial Maciel tejió en su larga vida un conglomerado de organismos -universidades, colegios, centros asistenciales, etc.- muy difícil de suprimir sin causar daño a terceros y a la misma Iglesia católica. Los millonarios de Cristo, malician algunos de sus detractores.
"El Santo Padre, consciente de los altos ideales que los animan y de la entereza y espíritu de oración con que están afrontando las actuales vicisitudes, los alienta a seguir buscando el bien de la Iglesia y de la sociedad", alababa el Papa a los Legionarios de Cristo en la comunicación de la inspección. Empezará pasada esta semana y durará varios meses. En 2005, poco después de la muerte de Juan Pablo II, el Papa ya castigó a Marcial Maciel con un retiro forzado en México, obligado a "una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a cualquier forma de ministerio público".
Marcial Maciel Degollado (México, 1920-2008), iba para santo, antes de que los seminaristas de los que abusó cuando eran niños se unieran para denunciarle. Les costó décadas que Roma escuchase sus lamentos. "Es un guía eficaz de la juventud", opinaba de Maciel el papa Juan Pablo II. Sólo una semana antes de que un tribunal de la Santa Sede notificase la apertura de la investigación por abusos sexuales y pederastia contra el fundador, éste celebró sus 60 años de sacerdote en el Vaticano en un acto al que asistieron Juan Pablo II y su secretario de Estado, cardenal Sodano.
Muerto el papa polaco, en 2005, su sucesor Benedicto XVI ordenó que Maciel fuese obligado a renunciar "a todo ministerio público" (misa, confesión...), tras realizar un "examen atento" de las denuncias. Fue un mazazo inesperado para Maciel y los suyos, unos 70.000 entre curas, seminaristas y miembros laicos, muchos de ellos en España, adonde el sacerdote mexicano llegó para extender su fundación a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, protegido por el entonces ministro del dictador Franco, el democristiano Alberto Martín Artajo.
Marcial Maciel, que falleció el 30 de enero de 2008 en un lugar de Estados Unidos no dado a conocer, había nacido en el sureño Estado mexicano de Michoacán. En 1941, con apenas 21 años, fundó los Legionarios de Cristo y tres años después se hizo sacerdote y creó el Regnum Christi, el cuerpo laico de la orden. El Vaticano aprobó sus estatutos en 1983. Hoy suma 800 sacerdotes y 2.500 seminaristas. Entre sus apoyos en España destacan los cardenales Antonio María Rouco, Antonio Cañízares y Agustín García-Gasco, y políticos como Ana Botella y Ángel Aceves.
Los legionarios están presentes en 18 países. En España cuentan con seminarios en Ontaneda (Cantabria) y Moncada (Valencia), y también poseen la Universidad Francisco de Vitoria, en Pozuelo (Madrid), la red de colegios Everest y Cumbres, la organización Higlans, la cadena de centros Mano Amiga y la agencia de noticias Zenit. La potencia eclesial del grupo no ha parado de crecer, pese a que los problemas del fundador eran conocidos desde hace años. José Martínez de Velasco, redactor jefe de Efe, los desveló en los libros Los Legionarios de Cristo, publicado en 2002, y Los documentos secretos de los Legionarios de Cristo, de 2004.
La primera demanda judicial contra Maciel se presentó en Roma en octubre de 1998 con este título: Absolutionis complicis. Arturo Jurado et alii versus Rev. Marcial Maciel Degollado. Planteada por ocho ex legionarios y su abogada, la austriaca Martha Wegan, tuvo dos planos: el de los abusos sexuales y la adicción a la morfina del fundador, y el que éste dominara la conciencia de sus víctimas mediante la dirección espiritual. Es decir, además de los delitos sexuales, que en 1998 podrían estar prescritos, Maciel había absuelto a sus muchachos en confesión. La figura de la absolución del cómplice, uno de los mayores delitos en la Iglesia católica, no prescribe y su examen quedó reservado a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
"No se procesa a un amigo del Papa"
La pederastia y los abusos del fundador legionario ya fueron investigados entre octubre de 1956 a febrero de 1959, por encargo del cardenal Alfredo Ottaviani, entonces el gran inquisidor romano. La inspección la supervisó el claretiano vasco y futuro cardenal Arcadio Larraona. Durante ese tiempo, Maciel fue suspendido como superior general, y expulsado de Roma. Larraona envió a sus inspectores al seminario de Ontaneda (Cantabria), entre otros centros. No resolvió nada. Tampoco actuó en 1999 el cardenal Ratzinger, pese a las evidencias depositadas sobre su mesa de presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la inquisición moderna).
Alejandro Espinosa, uno de los denunciantes de Maciel, compara la "negligencia y complicidad" de las autoridades vaticanas con la actitud de los políticos "ante los paraísos fiscales". Lo que argumentó entonces Ratzinger es que "no se podía procesar a un amigo tan cercano y confesor del Papa, como Maciel". "Esperaban a que Dios les sacara del atolladero con la muerte de Juan Pablo II o la del acusado", dice. Así ha sido. Alejandro Espinosa tuvo la desgracia de ser "uno de los predilectos" del fundador legionario en el frío caserón de Ontaneda. Hoy vive retirado en el campo mexicano.
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