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El ‘sugar dating’, la cara edulcorada de la prostitución: “Para conseguir más, tienes que sexualizarte a tope”

Tres jóvenes cuentan sus encuentros con hombres mayores a cambio de dinero, regalos y experiencias de lujo

Sugar dating que es
Una joven consultaba la página web de SugarDaddy España.DAVID EXPÓSITO
Andrea García Baroja

Existen en España numerosas páginas web que ponen en contacto a hombres adinerados de mediana edad con chicas jóvenes no tan adineradas a las que pagan por salir a cenar, ir de compras, viajar o conocerse. Ellos piden relaciones sinceras, apasionadas, morbosas, discretas. Ellas muchas veces escriben en su perfil que son tiernas, valientes o que valoran una buena conversación. Son sugar daddies y sugar babies (padres de azúcar y bebés de azúcar, en castellano), pero poco de lo que ocurre entre ellos es dulce. Muchas de esas chicas pasan por una mala situación económica y en los encuentros pueden ser coaccionadas para mantener relaciones sexuales no deseadas. Se llama sugar dating y algunos consideran que es una forma más de prostitución.

Ana (nombre ficticio para mantener su anonimato) tenía 18 años y pasaba un apuro económico debido a una mala situación familiar. Estaba agobiada, quería conseguir un poco de dinero fácil. Sus amigas la animaron a crearse un perfil en una de esas webs. “Igual te pagan y no tienes que acostarte con ellos”, dijeron. Les hizo caso. Sus encuentros con sugar daddies fueron en persona y online. Mantuvo una relación con un hombre de casi 50 años, alto cargo de una conocida empresa. Antes de quedar la primera vez, ya le había transferido 50 euros a su cuenta. Al llegar a la cena, otros 50. Cuando la llevó en coche hasta su casa, otros 50. Y cuando terminaron de mantener relaciones sexuales, otros 50. “Era como si mi cuerpo no me perteneciera, yo no sabía lo que hacía. Él llevó las riendas de toda la cita y yo no supe poner límites para decir que no”, cuenta. “Pero yo, como muchas otras chicas, ya me había acostado con gente sin realmente querer, y pensé: ‘Al menos ahora me pagan’. Ser prostituta suena mal, pero ser sugar baby puede sonar a algo guay. Por eso lo considero tan peligroso”.

Desactiva La Trata, programa de la plataforma de acción social Diaconia España financiado por los ministerios de Derechos Sociales y Agenda 2030, y Seguridad Social y Migraciones, ha lanzado una campaña de prevención y sensibilización sobre el sugar dating. “Nos dimos cuenta de la importancia que tenía cuando, al ir a los institutos, vimos que muchas jóvenes tenían la aspiración de ser sugar babies”, cuenta Eva Márquez, coordinadora del área de mujer y lucha contra la trata de Diaconia España. “Nosotros creemos firmemente que esta es una de tantas formas de prostitución enmascarada y endulzada, y que hay una industria proxeneta que se está lucrando de todo esto”, condena Márquez.

Series y películas de las nuevas plataformas, como Baby (Netflix), muestran una imagen edulcorada de las sugar babies y las relaciones que establecen con los daddies. Retratan los viajes y las compras, los regalos bonitos de sus protectores. Márquez habla sobre las campañas de marketing “bien montadas” que hay detrás del negocio de esas citas. “El propio nombre indica una dulcificación de la realidad de estas relaciones. Y no es nuevo. Todos conocemos la película Pretty Woman y la romantización de una relación que es, básicamente, sugar dating”, cuenta, y añade: “Venden que el control siempre lo tiene la víctima, y las páginas están plagadas de ejemplos de vidas de lujo con experiencias, bolsos, coches”.

El registro en las páginas web es gratuito, sin prácticamente ningún tipo de seguridad. Una batería de fotos de hombres y mujeres aparece en la pantalla, y se puede entablar una conversación por chat una vez agregas a alguien como amigo. Todas funcionan igual. Sencillo.

La mayoría de los perfiles son de hombres de entre 35 y 60 años. Algunos posan haciendo el pino sin camiseta en su casa de la playa, otros se apoyan en sus coches de alta gama y enseñan sus trajes ajustados. Unos pocos tienen fotos esquiando. “Soy un empresario español que busca a una chica romántica, capaz de coger un avión e ir al fin del mundo solo con tal de verme”, reza la descripción de uno de ellos. En otros perfiles están escritas cosas como: “Busco a alguien discreto”, “Hombre atractivo y con dinero, con ganas de ayudar a quienes lo necesiten”. En el apartado de patrimonio neto e ingresos anuales se observan cifras de 100.000, 200.000 y hasta 800.000 euros.

“Es una página de prostitución al uso”, expresa tajantemente Ana. “Muchos son señores muy pudientes, pero también hay gente normal. A mí me llegó a hablar un profesor de lengua y literatura de instituto”, afirma. Ella recuerda específicamente una ocasión en la que, mientras mantenía relaciones sexuales con el hombre que le había pagado, tuvo que salir corriendo al baño. Tenía ganas de vomitar. Estuvo meses sin poder acostarse con nadie después de esa experiencia. Afirma: “Soy una chica normal, que estudia, y sin quererlo, fui prostituta. Nos puede pasar a cualquiera igual que me pasó a mí”.

Diferentes categorías

Las categorías de sugar babies son distintas y, consecuentemente, la cantidad y manera de pagarles también. Sofía (nombre ficticio) llegó a pasar las vacaciones de sus 20 años en un magnífico yate en Ibiza. Su sugar daddy la invitó. Explica que contactó con él mediante la misma aplicación que usó Ana. Habló a un puñado de hombres mayores para ver si alguno de ellos quería “sacarla de allí”. Él respondió. “Me dijo que tenía un apartamento precioso en Barcelona y yo accedí”, recuerda. Cuando llegó al apartamento en el centro de la ciudad, se encontró con muchas botellas de champán, de vino, snacks, otras tres chicas como ella y a la sugar baby principal. “Salimos de paseo y a cenar, y acabamos en el VIP de un club. Por supuesto, él lo pagó todo”, recuerda.

Ana estuvo en contacto con varios sugar daddies durante un periodo corto de tiempo. Sofía mantuvo relaciones largas, pero solo con uno cada vez, porque, dice, es agotador mantener a más. “Muchos de ellos son muy lloricas, están necesitados psicológica y emocionalmente”, expresa Sofía. “Están pagando por tu tiempo y disponibilidad”, añade. A diferencia de la experiencia de Ana, el sugar daddy de Sofía jamás intentó nada sexual con ella. “No eran supereducados, pero tampoco me acosaron. Si decía que no, era que no”.

“Igual no todos te coaccionan para tener relaciones sexuales, pero aun así la sugar baby está vendiendo su atractivo sexual para que un señor con dinero pueda presumir de ella con sus compañeros de trabajo”, dice Ana. Precisamente eso buscaban en Sofía, además de compañía: alguien guapo y atractivo con quien estar. Ella considera que “mantuvo la cabeza sobre los hombros” durante su experiencia como baby. “Si tu mínimo es que te paguen 1.000 euros cada vez que quedas con ellos, nunca aceptes menos de eso. Y si 1.000 te hacen sentir mal, pide más”, expresa. El pasado agosto, un hombre denunciaba a través de este periódico que le habían estafado 8.100 euros en su relación con una mujer que decía ser sugar baby. “Creo que no está del todo mal y que es normal que haya chicas que toman esas decisiones”, opina Ana.

La aplicación Seeking Arrangements (buscando planes, en castellano), mediante la cual ambas jóvenes contactaron con los que acabaron siendo sus sugar daddies, tiene más de 40 millones de usuarios activos repartidos por todo el mundo. 208.497 de ellos están en España: 167.427 son mujeres y 41.070 son hombres. A los usuarios jóvenes les llaman “usuarios atractivos”, y a los perfiles de gente adulta y pudiente se les denomina como “usuario exitoso”. El departamento de comunicación admite que la dirección es “plenamente consciente” de su pasado como fuente primaria del sugar dating. En 2018, decidieron remodelar el negocio y en febrero de este año la página pasó a llamarse únicamente Seeking.

Con el renombramiento vino la evolución en política de seguridad, con la que quieren alejarse del sugar dating. Aseguran que ahora invierten mucho dinero en promociones de relaciones sanas, vídeos de educación sexual o inteligencia artificial. “Revisamos más de 100.000 piezas de contenido diarias y tenemos una increíble comunidad de autocontrol que informa 24 horas al día sobre posibles malas conductas. Quienes incumplen las normas son automáticamente echados del sitio web”, aseguran. En los perfiles de los hombres que buscan pareja sigue apareciendo su patrimonio neto.

España es el quinto país del mundo con más personas suscritas a estas webs, según los datos de Desactiva la Trata. Al buscar los términos “sugar baby España” en internet, aparece una larga ristra de webs, y prohíben en sus normas generales que los usuarios hagan algún tipo de intercambio para conseguir relaciones sexuales o favores de las sugar babies. Aun así, las chicas escriben: “Universitaria en apuros. Busco sugar daddy virtual o real que me ayude a pagar mi universidad”; “Puedo impresionar a tus amigos, lo haré si tú invitas”, o “No quiero mareos, todos sabemos para lo que estamos aquí, así que busco sugar daddy comprometido que me pague lo que valgo”.

En España hay en marcha una proposición de ley, presentada por el PSOE, que modifica, entre otras cuestiones, el artículo 187.2 del Código Penal, que en su redacción vigente no castiga cualquier forma de obtención de lucro de la prostitución ajena, sino que exige que se haya llevado a cabo mediante la “explotación” de la persona prostituida; con el cambio no existirá como requisito la relación de explotación. Por el momento, está penado el proxenetismo coactivo, es decir, aquel en el que un mayor de edad obliga mediante la violencia, la intimidación o el engaño a prostituirse a otra persona, casi siempre una mujer.

Como el registro en las páginas web de contactos es voluntario, no pueden considerarse ilegales, a pesar de enriquecerse a partir de las relaciones que se crean en su interfaz. “Buscan recovecos para justificar que lo que hacen es legal, y se cuidan mucho de presentarse como páginas que no aceptan menores, o en las que el sexo a cambio de algo está prohibido”, explica Márquez.

El pago a las babies puede realizarse en efectivo, mediante transferencias, con regalos o con algo más fácil de aceptar: experiencias. A Carlos (nombre ficticio) nunca le faltó el dinero, pero decidió ahorrar. Con 18 años se adentró en un mundo de fiestas pagadas y reservados. Unos amigos le presentaron a un hombre de unos 45 años. Le llamaban “El Padrino”. “Evidentemente, todos nosotros teníamos intereses, tanto mis amigos como él”, explica, “y cuando queríamos seguir de fiesta, alquilaba suites en hoteles para que fuéramos varias personas de fiesta a jacuzzis”. Nunca les pidió nada sexual a cambio.

Es habitual que este tipo de relaciones se construyan alrededor de una jerarquía, en la que el sugar daddy tiene muchas ventajas con respecto a los babies, lo que da lugar a relaciones de poder. “Se entrecruza la propia estructura patriarcal con otros privilegios, como el socioeconómico, la edad, o racial si la sugar baby es inmigrante”, explica la socióloga Beatriz Ranea. “Hay hombres que hacen uso y abuso de ese poder, y se aprovechan de la necesidad económica de las jóvenes, o la experiencia que da la edad”, añade. La gran mayoría de estas relaciones se establecen entre un hombre y una mujer. De los 24 millones de usuarios que tiene Seeking, solo un millón son mujeres mayores y adineradas.

“Cuando te van pagando pildoritas de 50 euros cada vez que te acercas más y más a tener una relación sexual, no eres libre”, reflexiona Ana. Cuenta que en muchas ocasiones intentaba “escurrir el bulto” para no acostarse con ninguno, fingir que no aguantaba más, inventar que tenía la regla. A ellos parecía darles igual. Un sugar daddy le ofreció irse a vivir con él y también pagarle todos sus gastos, alegando que tenía una enfermedad terminal. Otro le pagaba según la cantidad de fotos íntimas que mandaba. Ana pudo haber conseguido mucho más dinero de no haberse negado a muchas cosas. Acabó ganando 700 euros al mes. “Nunca había visto tanto dinero junto”, dice. “Y para conseguir más, solo tienes que sexualizarte a tope: mostrarte juguetona, pintarte los labios de rojo y todas esas cosas... Ellos se creen que eres tonta de verdad”.

Distintas vivencias e impactos emocionales

A Sofía le impactó enormemente cuando, durante sus vacaciones en Ibiza, uno de los sugar daddies que veraneaba con ellos en el yate le pagó el billete de ida a una chica joven que vivía en Rumania. Cuando la chica llegó al barco, el daddy le compró el billete de vuelta, porque “no le había gustado”. Para compensar el esfuerzo de la chica, le financió unas vacaciones de tres días en la isla. Admite que, a pesar de que su experiencia resultó estimulante y consiguió independencia económica, no lo volvería a hacer. “Con el trabajo vienen traumas, es algo que tuve que aceptar”, dice. Ahora tiene problemas para intimar, confiar y relacionarse con la gente.

La vivencia de Carlos no fue mala. Reconoce que lo marcó descubrir, días después de una fiesta, que algunos de los chicos presentes eran escorts a los que aquel hombre sí pagaba dinero real con el objetivo de llegar más lejos. “Lo nuestro era solo un ambiente homosexual, en el que bebíamos y charlábamos. Sé que hay gente que se acostó con él, pero por propia voluntad”, sostiene.

Ana revela que ser sugar baby afectó mucho a su vida privada. Se sintió juzgada y, entre otras cosas, dejó de leer. “Yo intentaba mantener conversaciones largas para no ir a la cama. Ellos me decían que era distinta a las demás, muy leída, muy inteligente. Odio haber ensuciado esa parte de mí. Ahora no puedo mantener un debate con mis amigos de la universidad, leer o escribir sin recordar que en algún momento fue un atractivo sexual”.

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