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Historias de la píldora del día después: “La enfermera me soltó un buen rapapolvo”

Nueve mujeres comparten sus experiencias con los anticonceptivos de emergencia, que la nueva ley del aborto quiere que se den gratis en los centros de salud y estén disponibles en todas las farmacias

Sociedad Ilustración Día de Después cuadrada
Cinta Arribas

No importa cuántas veces se explique, siempre habrá alguien que seguirá confundiendo la píldora del día después con un método abortivo. En realidad, la PAU (Píldora Anticonceptiva de Emergencia) o pastilla poscoital sirve para evitar la ovulación y se puede tomar hasta tres días después del sexo con penetración. Farmacológicamente, no tiene nada que ver con las pastillas que inducen al aborto químico, que se toman cuando hay un embarazo confirmado.

Aun así, esta pastilla, que se vende en España desde 2001, sigue generando controversias. El proyecto de Ley de Salud Sexual y Reproductiva, recién aprobado por el Consejo de Ministros para su tramitación en las Cortes, incluye un apartado que regula también la píldora del día después. A partir de ahora, se dispensará de manera gratuita en los centros de salud y se contempla la posibilidad de multar a las farmacias que no la dispensen. Todos los establecimientos de farmacia estarán obligados a tener pastillas del día después, como ya ocurría en algunas comunidades autónomas. El Consejo General de Colegios de Farmacéuticos emitió un comunicado denunciando que el actual redactado de la ley no contempla la objeción de conciencia.

“La nueva ley facilita el acceso para muchas mujeres. Lo que ocurría ahora es que muchos jóvenes tenían un coito de riesgo un viernes y, por no pagar los 20 euros en la farmacia, se esperaban al lunes para conseguirla gratis en el centro de salud. Y con eso disminuía mucho la efectividad, que es del 95% en las primeras 24 horas pero baja al 58% si se esperan dos o tres días”, explica Isabel Silva Reus, ginecóloga en un Centro de Salud Sexual y Reproductiva de Villena (Alicante) y vicepresidenta de la Sociedad Española de Contracepción. Silva desmiente el mito de que haya “colas” para dispensar píldoras poscoitales. “Eso de que las mujeres la toman o la tomarán a partir de ahora como gominolas es mentira y es un reflejo infantilizador de la mujer, una falta de respeto. Además, la OMS no registra contraindicaciones por tomar varias veces la píldora poscoital con levonogestrel. La pueden tomar todas las mujeres y a todas las edades”, insiste. ¿Es mejor no tomarla muchas veces? “No debemos olvidar que son hormonas que alteran el ciclo normal. Al final, si a una persona le falla muchas veces el método anticonceptivo es mejor que pruebe otro, pero eso ya es sabido. Se utilizan de manera juiciosa”, dice la ginecóloga.

Las circunstancias que acompañan a la píldora del día después —rotura de preservativos, prácticas no consentidas como el stealthing, es decir sacarse el condón en medio del sexo sin avisar, que puede estar considerado abuso sexual según la legislación española, o simplemente situaciones incómodas en las parejas— dan para muchas historias que siguen o bien no contándose o contándose solo en privado. Aquí, varias mujeres las comparten. Sus nombres han sido cambiados para proteger su anonimato.

“La persona que nos atendió me hizo sentir muy mal” (Fabiola, 31 años)

“La primera vez que tuve relaciones sexuales con penetración vaginal, se rompió el condón. Yo tenía 14 años, mi pareja 17. Y aquello tenía que ser algo mega bonito y megarromántico, pero cuando él se corrió, salió de dentro y me dijo que se había roto el condón, me quise morir. Estuve muchísimo rato debajo de la ducha llorando y jurándome que nunca más iba a tener relaciones sexuales. Luego, junto a mi pareja y un amigo de los dos, que tenía coche fuimos al hospital. Yo estaba muerta de vergüenza y la persona que nos atendió me hizo sentir muy mal. Me parecía que no se creía que fuera la primera vez, ni que hubiera sido un accidente. Nos pegó una reprimenda diciendo que aquello no era un método anticonceptivo sino de emergencia. Tuve bastante bloqueo después de eso para volver a tener sexo con penetración. Luego la tuve que tomar una segunda vez, también por accidente, y todo fue más normal. La tercera vez que la tomé era dentro de una relación bastante tóxica con un tío. En esa relación había bastante desequilibro de poder y mucha búsqueda del dolor. Una vez, mientras lo hacíamos sin condón, le insistí muchísimo para que se corriera dentro; creo que era una especie de búsqueda de la autodestrucción, de llegar a algún extremo. Después, él fue a comprar la píldora a una farmacia. Esa relación estaba muy rota y esa fue solo una más de las grietas que tuvo, pero ahora reflexionando sobre cuando he tomado la píldora me doy cuenta de la pulsión autolítica que tuvo aquel acto; la pulsión de lo prohibido, de dañar a mi cuerpo...”.

“Lo vivías todo en plan clandestino” (Rita, 50 años)

“Me ocurrió hace 25 años. Toda mi generación estaba muy concienciada con los preservativos pero no había verdadera cultura de métodos anticonceptivos, mucho era entonces por el miedo a las enfermedades sexuales. Mantuve una relación sexual de riesgo y al día siguiente acudí a un centro de Madrid que te daban la receta sin preguntarte nada. Con eso me recorrí tres farmacias hasta que me dieron la pastilla. Tuve una regla muy abundante y fuera de mi ciclo normal y nada más. Lo que sí recuerdo es la vergüenza y cómo te trataban con este tema. Las farmacias no te daban explicaciones. Te decían que no vendían eso y te miraban mal, y ya. Era horrible porque ya estabas tú muy mal y preocupada y no sabías dónde acudir en busca de apoyo o de información, lo vivías todo en plan clandestino y con una sensación de que eras tú la culpable y la irresponsable”.

“Nos hicieron mil preguntas” (Uxía, 39 años)

“Tenía 20 años y fui con mi rollete del momento a por ella al ambulatorio. Se nos había roto el condón y lo dijimos, pero nos hicieron mil preguntas, en plan: ¿sois pareja estable?, ¿estáis seguros?, ¿lo habéis pensado bien? Como si fuese a abortar estando de cuatro meses. Flipamos bastante porque pensábamos que iba a ser un trámite rápido y estuvimos en aquella consulta como 20 minutos de preguntas hasta que me dieron la receta. Nosotros nos lo tomamos bastante a risa, pero supongo que a otra persona podrían haberla convencido para no tomársela. Fue un poco tribunal judeocristiano”.

“Me dijo que si me creía que esto era una máquina expendedora de caramelos” (Natalia, 39 años)

“Las he tomado tres o cuatro veces, creo. La primera me pasó en la Selectividad y me la dieron de urgencias en la Cruz Roja. La peor fue una vez que me lo negaron en una farmacia del centro de Barcelona, hace como 11 años, no tengo clara la fecha. Me dijo que tenía ir al CAP y fui al del Raval [en Barcelona] y allí me la dieron, previa bronca increíble de una enfermera que me llevó aparte y me dijo que si me creía que esto era una máquina expendedora de caramelos, porque era la tercera que me tomaba en mi vida, y que debería ser más precavida. Me soltó un buen rapapolvo. Recuerdo que cerró la cortinilla y todo para dar privacidad a su súper bronca. Yo había ido a Ibiza y al volver fui directa a la farmacia habían pasado 30 horas o así porque y ya estaba desesperada. En parte entendí el sermón. Me habló del viaje que eso suponía para mi cuerpo, pero también me hizo sentir muy juzgada”.

“Los efectos secundarios fueron bastante desagradables” (Ainhoa, 42 años)

“Yo la he tomado dos veces y las dos con efectos secundarios bastante desagradables. Muchas náuseas y dolor de barriga, sobre todo. Duró un par de días y después un par de meses de dolor de regla bestia. En los dos casos fue en relaciones con hombres a los que se les salió el preservativo. No sé si se dieron cuenta o no pero ninguno de los dos parecía muy alarmado. Lo que recuerdo es que un día estaba en un ASSIR [centro de Asistencia a la Salud Sexual y Reproductiva] esperando turno y tenía dos chicas jóvenes delante, de menos de 20 años. Cuando dijeron que necesitaban la píldora les metieron una bronca súper moralizante, diciéndoles que eso no era un método anticonceptivo, que tenían que ir con más cuidado, que eran unas irresponsables. Me pareció muy desproporcionada la reacción con dos chicas que obviamente habían tenido la responsabilidad suficiente de ir para evitar tener que abortar”.

“Aun así me quedé embarazada” (Carmela, 41 años)

“Me la he tomado unos cuatro o cinco veces. En Barcelona, a finales de los noventa no tuve ningún problema en que me la dieran. Tenías que ir al CAP entonces a pedir la receta. En cambio, en 2004 en Madrid la necesité después de un problema en una relación sexual. Ya me habían avisado de que podría tener algún problema y me recomendaron que fuera hasta Alcalá de Henares, que se decía que era en único centro médico en el que te hacían la receta. Lo peor es que no me sirvió para nada, fue uno de esos casos en los que la píldora no hace su función. Me la había tomado bien, menos de 12 horas después de la relación sexual, pero aun así me quedé embarazada. Después leí que la píldora funciona en un 85% de los casos. Cuando me enteré también me trataron muy mal en un centro de planificación familiar y tuve que abortar en una clínica privada de las afueras de Madrid”.

“Me dio un chute de hormonas a las 10 horas” (Berta, 29 años)

“Solo la he comprado una vez y fue hace tres años en una farmacia de Madrid. El tema es que era la primera vez que me acostaba con esa persona y la primera vez de mi vida que se me rompía el condón. Evidentemente, ninguna gracia cuando además es tu primera vez con él. Los dos estábamos de acuerdo en que era rarísimo que me hubiera quedado embarazada pero los dos dijimos: “Buah, vaya movida esto”. Él me dijo que tenía que decidir yo si tomarla o no y luego me hizo la broma de que si al final teníamos un bebé, tenía que ir a un concertado [porque me horrorizaba que él hubiera estudiado en uno]. Total, que dormimos juntos como si nada y a la mañana siguiente, al despertar, decidí que lo mejor era tomármela más por mí que por otra cosa. Fuimos juntos a la farmacia, la compramos, me la tomé. Me dio un chute de hormonas a las 10 horas o así que me dejó hecha mierda, con una especie de síndrome premenstrual brutal aunque nunca me bajó la regla. No tuve problema alguno en la farmacia y agradecí que ese chico con el que me acostaba la primera vez hubiera sido tan comprensivo y que en ningún momento me hubiera dicho qué hacer y qué no, y que se mostró súper tranquilo y me dio toda la confianza. En dos meses me caso con ese hombre y no he vuelto a tomar la píldora ni se nos ha vuelto a romper el condón”.

“Tenía lagunas y me propusieron tomarla” (Esther, 32 años)

“Tuve que tomarla en agosto del año pasado, a raíz de sufrir abusos sexuales por parte de un chico que consideraba un amigo de plena confianza. Yo soy lesbiana, había roto con mi novia hacía unos meses y él (que nos conocíamos desde los 14 años) me estuvo apoyando mucho durante la ruptura, mudanza y demás. Me estaba sobremedicando con los ansiolíticos que tenía recetados. Me quedé en su casa, como tantas veces. Bebí mucho vino, cosa que yo no hacía por la medicación. Y recuerdo tumbarme en la cama y marearme. En definitiva, no sé bien lo que pasó. Sé que hubo abuso sexual pero no hasta qué punto. Me quedé en shock día y medio. Y se lo conté a mi exnovia, que me llevó al hospital sobre la marcha. En triaje no me sentí muy cómoda porque me sentí juzgada, con respecto a si iba a denunciar o no, después en la consulta había dos médicos y una enfermera. Ellos fueron amables y tuvieron tacto, y dado que yo tenía lagunas me propusieron tomar la pastilla del día después. Además de hacer test de embarazo en orina y analítica para ETS. Me dieron antibióticos, de forma preventiva, y la receta para la pastilla del día después”.

“Los hombres en general no se hacen cargo” (Mirta, 32 años)

“Justo en la época en la que estábamos saliendo del confinamiento estricto, me acosté con un chico una noche. Se puso el condón en principio, uno que yo llevaba, por cierto. Y de repente en mitad de todo, me di cuenta de que se lo había quitado. Me quedé helada. Le dije que qué hacía y me dijo que pensó que yo le había dicho que se lo podía quitar. No hace falta que diga que en absoluto fue así. Me vestí corriendo y le dije que si sabía que lo que acababa de pasar era una violación, que cómo se atrevía y que en su vida volviera a hacer algo así a ninguna chica. Para defenderse quiso enseñarme en su móvil una analítica reciente en la que supuestamente demostraba que no tenía ninguna ETS [enfermedad de transmisión sexual]. Le dije que para colmo no había entendido nada y me fui pitando. No hizo ningún ademán de interesarse por si iba a tomar la pastilla del día después y nunca más he sabido de esa persona. En esa ocasión no me tomé la píldora, pero otras dos veces en las que se me ha roto el preservativo teniendo relaciones y ésta ya se vendía en la farmacia, he sido yo quien ha ido a comprarla sola y quien la ha pagado en su totalidad. La sensación con lo que me ha pasado a mí y las historias que conozco al respecto es que los hombres en general no se hacen cargo ni emocional ni económicamente de estas situaciones. El miedo, el trauma y la cuenta lo cargamos nosotras. Esto pasa en realidad con casi todos los anticonceptivos. Son una carga añadida para las mujeres”.

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