Una empresa que prepara infusiones de alta gama contrata “la mano de obra que nadie quiere”
La firma navarra Josenea, ejemplo de inclusión laboral, cultiva más de 60 variedades de plantas aromáticas y medicinales y sirve a 18 restaurantes con estrella Michelin
Neria de Jesús es venezolana y Valentín, navarro de Jaurrieta. Ya habían cumplido los 50 hace tiempo y se encontraban fuera del escaparate laboral, con las puertas de las empresas cerradas. Estaban en situación de exclusión social y con dificultades de acceso a un empleo. Ahora, ambos trabajan en una finca donde se cultivan más de 60 variedades de plantas aromáticas y medicinales que se emplean para preparar infusiones de alta gama que se sirven en 18 restaurantes con estrella Michelin. A Txus Cía, director gerente de Josenea, la firma que da empleo a estas personas que estaban desamparadas, le gusta decir que “es posible alcanzar la excelencia con la mano de obra que nadie quiere”.
En los terrenos de Bordablanca, en la zona prepirenaica de Lumbier (Navarra), se siembra manzanilla, anís, hinojo, menta, regaliz… y se cosecha la sonrisa de Yolanda, Miriam, Valentín… La agricultura ecológica está al servicio de la inserción sociolaboral. “Somos una empresa sin ánimo de lucro que realiza”, explica Cía, “una actividad de alto valor social y medioambiental. Nuestras infusiones y tés son de máxima calidad, fruto de un respeto absoluto a la naturaleza, y además conseguimos ofrecer oportunidades de empleo a colectivos desfavorecidos”. Josenea, la marca con la que se comercializan las infusiones, da empleo a 47 personas, de las que 30 provienen de los servicios sociales de base y del Gobierno de Navarra por encontrarse sin trabajo y en peligro de exclusión social: parados de larga duración, mayores de 50 años sin empleo, inmigrantes, mujeres maltratadas o personas que han superado algún tipo de adicción.
Es el caso de Yolanda Bueno, navarra de 51 años, que dejó de trabajar en una óptica para cuidar a su hija y se encontró después con problemas para que volvieran a contratarla: “Yo me encargo de gestionar la tienda y organizar las visitas a la finca. Este trabajo me permite recuperar los hábitos del trabajo y preparar un proyecto empresarial sobre el desbroce y cuidado de jardines en la comarca de la Sakana”. Los empleados de Josenea están un mínimo de seis meses y un máximo de tres años. La empresa se hace cargo de sus nóminas y recibe una ayuda pública por cada contratado. El responsable de la firma indica que la misión del centro es “servir de puente y trampolín para que los trabajadores den el salto al mercado laboral”. El 85% de sus operarios lo consigue y ha podido colocarse en compañías de la zona, como Acciona, Argal o la papelera Smurfit.
A orillas del río Irati, este proyecto sociolaboral (todos los beneficios se reinvierten) tiene instalado en un paraje de 14 hectáreas un ecosistema productivo “autosuficiente”. En medio de la nada, a la finca no llega el suministro de las eléctricas, pero tiene montado un sistema de placas fotovoltaicas y un generador eólico que permiten cubrir sus necesidades de luz. Los riegos se realizan con el agua de la lluvia almacenada en cisternas y la que se obtiene del Irati. Se practica el “vertido cero”, todos los restos que se generan de las podas, del despalillado de las plantas o del desecho de las turbas se tratan en una planta de compostaje propia, “la primera de autocompostaje homologada en España y que produce un compost ecológico de primera clase”, se jacta Cía. Una jaca navarra y dos mulas del Rocío comen las malas hierbas para evitar el uso de herbicidas. Cía añade que “todas las estructuras de la finca están realizadas siguiendo rigurosamente conceptos de bioconstrucción, técnicas de aislamiento térmico y aprovechamiento máximo de la luz solar para garantizar el máximo ahorro energético”. El secadero, pieza clave para la obtención de unas tisanas de “máxima calidad”, está dotado con un sistema de captación térmica eficiente y aprovecha el calor que se almacena para extraer la humedad necesaria a las plantas medicinales.
Josenea, sostiene su responsable, se sustenta sobre tres ejes: “agricultura ecológica, inserción sociolaboral y productos de calidad”. Sus infusiones se venden principalmente en España, aunque también en California (EE UU) y en Arabia Saudí. Un cliente de este país compra cada tres meses un contenedor de barco repleto de tés e infusiones. La marca ha recibido varias distinciones en los premios británicos Great Taste (la menta poleo, la estevia y las mezclas de anís-manzanilla-regaliz) y otras tienen el sello Reyno Gourmet que concede el Gobierno navarro a productos de alta calidad por su labor como embajadores de la gastronomía regional.
“Mi objetivo siempre ha sido”, comenta Cía, “demostrar que es posible una empresa exitosa sin tener como único objetivo el beneficio económico”. Josenea vende 300.000 bolsas de té e infusiones y factura 800.000 euros anuales. Ahora está ensayando la producción de snacks de manzana seca y preparados en polvo con pimientos del piquillo, albahaca, orégano o calabaza.
Valentín, 61 años, llevaba bastante tiempo sin encontrar trabajo y desde hace un mes tiene un puesto en la finca: “Antes trabajaba en el sector de la seguridad, pero ya no me contrataban, salvo para cosas temporales. Si consigo estar tres años aquí, me acercaré a la jubilación. Eso me da mucha tranquilidad y ganas de trabajar”, afirma. Neria de Jesús cuidaba a un anciano y ahora tiene una ocupación fija en la limpieza de la finca y el cribado de las plantas con la zaranda. Belén Gay, la trabajadora social que hace un seguimiento personalizado de los empleados, asegura que este empleo les sirve como “entrenamiento perfecto porque Josenea es lo más parecido a una empresa al uso. Son un ejemplo vivo de superación personal, porque logran superar las barreras de la edad, el idioma o la falta de formación”. Cía apostilla que el reto es “demostrar que se pueden hacer las mejores infusiones con gente muy válida a la que el mercado no está dando ninguna oportunidad”.
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