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La trágica conexión entre Bérgamo e Igualada

Los dos municipios, epicentros de la pandemia durante varias semanas, han intercambiado información para evitar errores

Un operario retira los bloques de hormigón que impedían el tráfico hacia Igualada (Barcelona).
Un operario retira los bloques de hormigón que impedían el tráfico hacia Igualada (Barcelona).Rubén Lucia

La imagen de los camiones del ejército transportando féretros en Bérgamo situó en el mapa de esta crisis global a una de las provincias más dinámicas de Italia. Todos los servicios habían quedado desbordados. Los hospitales estuvieron durante semanas al borde del colapso y la mayoría de ciudadanos sufrió de cerca la devastación del virus. La magnitud visual y la percepción de aquella situación, sin embargo, no terminaba de coincidir con las cifras del Gobierno. Poco después se conoció que era peor de lo que se estaba contando. La mortalidad de los ciudadanos de Bérgamo (120.000 habitantes) aumentó durante el mes de marzo de 2020 un 400% respecto al año anterior y convirtió la ciudad y toda la provincia en la zona más golpeada de Europa.

Hoy la situación ha mejorado sensiblemente, recuerda su alcalde, Giorgio Gori, al teléfono. Pero su experiencia es útil para otros lugares de Europa que atraviesan calvarios similares. Igualada (Barcelona), la primera ciudad de España en ser confinada (este lunes el Gobierno decidió suprimir esa medida), volvió la vista enseguida hacia allí. El pasado 28 de marzo, su alcalde, Marc Castells, se puso en contacto con su homólogo lombardo. “El objetivo es conocer lo que ellos han pasado y poder aprender y hacer mejoras en los protocolos y las situaciones que nos podamos encontrar los próximos días, apunta el regidor catalán. Gori lo confirma. “Intenté explicarle lo que hicimos, le mandé material que preparamos y espero que le fuera de ayuda. ¿Consejos? Intentar por todos los medios que una vez se hayan aplicado las medidas de restricción social y laboral se puedan anticipar las cosas. Es decir, hacer los test no solo cuando llegan a las UCI. Así los pacientes pueden ser atendidos en sus domicilios y no en los hospitales. Pero además hay que hacer que los ciudadanos participen responsablemente en el combate del contagio cambiando sus costumbres radicalmente”.

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El problema de Bérgamo, una provincia de más de un millón de personas con un moderno sistema sanitario, comenzó mucho antes de que las autoridades lo detectasen. Su historia explica algunos de los errores de detección cometidos en esta crisis. “Hubo un aumento de neumonías anómalas a finales de enero, pero nadie en ese momento reconoció o diagnosticó correctamente lo que sucedía. Cuando el problema emergió a finales de febrero, vimos que había un foco en Alzano Lombardo, un pueblo a cinco kilómetros de Bérgamo. Habían curado a pacientes como si fueran pulmonías normales. Pero habían estado con médicos, con otros pacientes… Ese trozo del valle, es un área muy urbanizada con una densidad de población muy alta, muchas empresas y una gran movilidad. La epidemia se propagó velozmente. El problema es que ahí no se creó una zona roja, como sí se hizo en otros lugares”. Como Igualada.

La Generalitat decidió hacer un cierre perimetral el pasado 12 de marzo en la ciudad catalana y tres municipios aledaños (unos 70.000 habitantes) después de encontrar un alto número de casos de infectados, especialmente entre los trabajadores del hospital. Este fue uno de los factores que llevaron a ese centro asistencial casi al borde del colapso. De hecho, las poblaciones afectadas por el cierre llegaron a tener la mayor tasa de mortalidad de todo el Estado: 63,1 muertos por cada 100.000 habitantes. Una cifra muy superior en su momento a la de Madrid (27,9) e incluso a la de Lombardía (41,6). Desde que comenzó la crisis, oficialmente se han reportado 107 víctimas mortales y 644 infectados.

Ataúdes en Ponte San Pietro, cerca de Bérgamo (Italia).
Ataúdes en Ponte San Pietro, cerca de Bérgamo (Italia).FILIPPO VENEZIA (EFE)

Uno de los temas cruciales ha sido el de las funerarias y el manejo de las cifras. Igualada fue uno de los primeros municipios en quejarse de que las cifras oficiales no cuadraban con las que veían en el territorio. En Bérgamo sucedió lo mismo. Los números no ofrecían un retrato real de lo que se veía en las morgues. Hasta que se cruzaron los datos con el registro. “Los positivos son infinitamente superiores. Y se puede deducir no solo del número de muertos oficial, que está infraestimado, sino de los muertos reales que tenemos en el propio registro municipal de cada ciudad. Por eso podemos ver que hay una relación de 1 a 3 entre los oficiales y los reales. Y como consecuencia de ese número se puede intentar reconstruir la dimensión del contagio. Si la mortalidad de la Covid-19 es de 1,5%, y tenemos 5.000 muertos reales en la provincia de Bérgamo, quiere decir que en esta zona ha habido entre 300.000 y 500.000 contagios”. En marzo del año pasado, hubo 45 fallecidos en toda la zona que ha sido confinada en Cataluña. Este año han sumado 140, aunque solo oficialmente 40 muertos fueron diagnosticados.

La situación en Bérgamo ha mejorado notablemente desde el comienzo de la crisis, señala su alcalde. Los hospitales siguen llenos, pero se ha evitado la situación de colapso hacia la que se encaminaba la ciudad y la provincia cuando las imágenes de los camiones del ejército transportando féretros dieron la vuelta al mundo. “Ahora el problema es la atención médica a domicilio, hay muchísimos enfermos. Es muy complicado atenderles a todos”, apunta al teléfono. Una situación de la que también ha tomado ya nota Igualada, como señala Enric Morist, coordinador general de la Cruz Roja en Cataluña, vecino de Igualada (y por tanto confinado). “Otro tema es que no nos podemos olvidar de la gente en sus casas. También tenemos que decirle qué tiene que hacer dentro. Y cómo gestionar un posible positivo, sabiendo que la atención primaria puede demorar varios días”.

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Diego Fonseca | Igualada

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