Resuelta la paradoja de la genética gay
¿Por qué la homosexualidad se mantiene si sus genes no se propagan?
Hará 15 años que Marta Aguirregomezcorta, una colega del periódico de curiosidad tan inagotable como su apellido, me hizo una pregunta sobre los genes de la homosexualidad. Si los gays no se reproducen, dijo, ¿por qué se mantienen en la población a lo largo de los milenios? Recuerdo que, como no tenía ni idea, le di media verónica por respuesta, en la línea “cuando entendamos la heterosexualidad, entenderemos la homosexualidad” o alguna otra de esas frases pomposas que parecen decir algo y solo sirven para abandonar la conversación y seguir degustando las delicias indescriptibles de la cantina del periódico. Insisto en que hablo de los dosmiles. No tengo nada contra la cantina actual, cuyas virtudes ignoro minuciosamente.
He tardado 15 años, pero acabo de encontrar una respuesta de verdad a la pregunta de Marta en dos investigaciones presentadas en plena pandemia en Science y Nature Human Behaviour, la última el lunes pasado. Empecemos por aclarar que no existe “el gen gay”, pero sí muchos genes que afectan a la orientación sexual, cada uno con un pequeño efecto. Los genetistas llaman a esto un carácter poligénico, y es una situación muy común en cualquier rasgo heredable, aunque solo lo sea parcialmente. La homosexualidad “corre en familias”, como se dice en la jerga. Nada de esto es determinista. Las variaciones genéticas marcan tendencias más o menos fuertes, no destinos inviolables. Ignorar su efecto, sin embargo, es la mejor manera de no entender nada.
En segundo lugar, hay homosexuales, no sé cuántos, que optan por negar que su comportamiento sexual dependa de los genes y prefieren pensar que su orientación sexual es una decisión voluntaria y consciente. El problema es que lo que uno piense sobre su propia mente ―introspección, en la jerga― resulta irrelevante y engañoso, como ha demostrado un siglo de neurología. Tú puedes pensar que ves el mundo gracias a una especie de televisión instalada en tu cerebro, pero esa idea es completamente errónea. La cuestión, como decía Francis Crick, es quién está viendo la televisión, y eso no tiene nada que ver con lo que tú crees. Lo que tú pienses sobre tu orientación sexual carece de importancia. Tu única guía fiable es la ciencia.
Aclarado todo lo cual, echemos un vistazo a los últimos resultados, basados en los genomas y los cuestionarios asociados del Biobank británico, el Estudio Longitudinal Nacional norteamericano y la firma californiana 23andMe, que en conjunto agrupan los datos de 836.000 personas. Eso es una gran muestra, y ha permitido a los investigadores comparar los genomas de cientos de miles de personas que declararon haber tenido al menos una vez relaciones homosexuales con otras tantas que se declararon estrictamente heterosexuales. Eso identificó pequeñas variaciones en muchos genes que, en combinación, correlacionaban con la orientación sexual. Explican en conjunto hasta un 25% de la heredabilidad del comportamiento homosexual. Y del heterosexual, en concordancia con la media verónica que le di a Marta, lo que siempre es un alivio.
El dato clave es que muchas de las variantes asociadas a la homosexualidad son las mismas que muestran los heterosexuales más promiscuos. Eso explica de un plumazo que los genes gay perduren, pues también ayudan a dispersar el esperma de los heterosexuales más promiscuos. Lamento la tardanza de mi respuesta, Marta.
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