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La precariedad laboral no la han inventado las plataformas digitales

El autor defiende, al hilo de la reciente huelga de los 'riders' de Deliveroo, que la economía digital no ha inventado la explotación del trabajador

Barcelona no es la única ciudad en la que los repartidores de Deliveroo se han manifiestado. En la imagen, protestas en Burdeos el pasado mes de marzo.
Barcelona no es la única ciudad en la que los repartidores de Deliveroo se han manifiestado. En la imagen, protestas en Burdeos el pasado mes de marzo.Getty Images

La primera huelga en España en una empresa de la nueva economía se produjo el pasado domingo. Los repartidores de Deliveroo cesaron su actividad de 20 a 24 horas. Los colaboradores de la empresa de comida a domicilio solicitan a la compañía que garantice un “salario digno” y una jornada laboral mínima de 20 horas semanales a todo rider que lo solicite.

No es mi intención entrar al detalle en toda la complejidad del caso de Deliveroo, sino provocar con una reflexión: la precariedad laboral no la inventaron las plataformas digitales.

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El concepto y la forma organizacional de la empresa han ido evolucionando a lo largo de los años. En el pasado era algo más familiar. Los trabajadores eran una parte esencial de ella y los beneficios del incremento en la producción eran compartidos entre empleados y directivos.

En los años 80, el relato acerca del concepto de empresa cambió radicalmente. Se pasó a maximizar el valor de las acciones y a recompensar muy fuertemente a los altos directivos. Los trabajadores pasaron a ser considerados un centro de costes que debe ser minimizado.

Aparecen entonces la externalización de funciones mediante empresas de trabajo temporal (ETT) y la deslocalización de la producción en países en desarrollo. Aunque esta última parte ha generado polémicas y conflictos éticos en las grandes corporaciones, especialmente en sectores como el textil o la electrónica de consumo, se trata del concepto de empresa mayoritariamente aceptado, el que se enseña en las escuelas de negocios.

En la economía digital del siglo XXI, esta idea haevolucionado. La empresa es una red en la que los especialistas prevalecen sobre los empleados. Muchos de los recursos, si no la mayoría, estarán externalizados. Minimizar gastos fijos internos y maximizar los puntos de contacto externos es lo que prima.

Las nuevas tecnologías permiten reducir los costes de coordinación social y los de transacción económica a través de plataformas digitales. En un futuro no muy lejano, la mayoría de las oportunidades para generar ingresos van a estar mediadas por plataformas digitales y el jefe pasará a ser un algoritmo o un robot, como ya lo es en casos como el de Uber.

En España, lo de precarizar el trabajo se nos ha dado especialmente bien. En el estudio Job Quality en los países de la OCDE solo Grecia nos supera en precariedad del entorno laboral que, además, parece ir a más. El precariado es una realidad muy presente.

En la prensa española son habituales historias como la situación de las kellys en los hoteles (y en general las condiciones en el sector del turismo y la hostelería) o las protestas de los trabajadores de los call centers en grandes operadores de telecomunicaciones.

Así pues, las plataformas digitales llegan a un país con altos índices de desempleo y a sectores ya tradicionalmente precarios, como los mensajeros (ver toda la historia de Telepizza y los convenios del sector), las tareas del hogar (con el Sistema Especial de Empleados del Hogar), las mudanzas o las reparaciones.

Con estas plataformas resulta muy fácil encontrar a alguien que quiera pagarte por un gig (los llamados minijobs o microtareas), pero sigue siendo igual de difícil encontrar a alguien que quiera emplearte. Las oportunidades de trabajo o ingresos se uberizan, sobre todo para aquellos trabajos poco diferenciados y poco especializados.

La principal propuesta de valor de estas plataformas respecto a otros competidores en el mismo sector pasa por:

- La inmediatez, la economía bajo demanda que se activa desde una app.

- Un cierto grado de estandarización y calidad de servicio, gracias a normas internas de las plataformas y las valoraciones por parte de los clientes.

- Un precio muy ajustado, que a todos nos parece bien. Cabe destacar que a menudo estas startups subsidian parte del coste del servicio con dinero de los inversores y aún tienen que demostrar que son negocios rentables en el largo plazo. Por ahora los datos dicen que no lo son.

Y con toda esta situación ¿hacia dónde vamos? Mi primera sugerencia es diferenciar estas plataformas digitales por su propósito principal. La semana pasada coincidí en un evento con Ignasi Carreras, director del Instituto de Innovación Social de ESADE, y ofreció una lista que me pareció simple e interesante. Al igual que en la economía no digital, en la economía digital de plataformas existen varios propósitos:

- Plataformas digitales capitalistas, cuya función es solo servir al capital y a los accionistas. Hace mucho tiempo que Uber dejó de ser una empresa cuyo propósito fundamental era conectar a los conductores locales con pasajeros locales.

- Plataformas digitales responsables, que tienen en consideración dentro de su actividad empresarial a todos los stakeholders (partes interesadas) de su ecosistema y no solo a los shareholders (accionistas). Un caso conocido es La Colmena Que Dice Sí para generar consumo local de proximidad.

- Plataformas digitales sociales, que anteponen el propósito social al económico. No por ello dejan de operar como una empresa ni dejan de buscar ser rentables. Mi ejemplo favorito es la plataforma de crowdfunding Goteo.

- Plataformas digitales sin ánimo de lucro, que no tienen una actividad centrada en un modelo de negocio sino que consiguen ser sostenibles por otros mecanismos. Por ejemplo, la app Yo No Desperdicio de la ONG Prosalus para el aprovechamiento de alimentos.

¿Cómo conseguir más plataformas digitales responsables que vayan más allá de las prácticas capitalistas del siglo XX donde los trabajadores son un centro de coste a minimizar? Avanzando en varios frentes a la vez:

- Facilitando y reconociendo a las agrupaciones de proveedores independientes (mensajeros, conductores y otros más generalistas) para que defiendan sus intereses.

Una alerta importante a remarcar es que hay un riesgo de captura de solo una parte de los proveedores (los que lo tienen como fuente de ingresos principal) dentro de estas asociaciones. Hay que reconocer y defender también las necesidades de un amplio colectivo de gente que usa estas plataformas como un complemento puntual y que, además, parecen estar bastante contentos con su experiencia.

Los sindicatos tradicionales deben replantearse su papel y función frente a la economía de plataformas digitales.

- Pasando de las protestas a las propuestas. Comprender el futuro del trabajo en el siglo XXI, incluyendo la automatización y la robotización, y cómo la tecnología puede ser una aliada y no una enemiga.

Abrir espacios de debate y experimentación en torno a las relaciones laborales y los mecanismos de seguridad social para el siglo XXI. Plantear autónomos a tiempo parcial, beneficios sociales asociados a la persona, nuevos esquemas para financiar los beneficios sociales, clarificar la relación entre proveedores y empresas para que estas puedan formar y cuidar a sus proveedores sin entrar siempre en una relación laboral tradicional, etc. Un poco de creatividad e innovación en los planteamientos.

El cambio de escenario laboral avanza muy muy rápido, así que mejor si nos vamos poniendo las pilas. Mientras en España estamos paralizados y escandalizados, en Francia, Canadá o Estados Unidos ya se está avanzando en propuestas concretas.

- Regulando para dificultar o romper los grandes monopolios digitales y evitar el feudalismo digital. Tanto más concentrada está la oferta y la demanda en un sector, más directo es el riesgo de feudalismo digital,que desempodera a los proveedores.

Solo hay que ver casos como Austin (Texas) o Sao Paolo, donde hay competencia real en el sector de las apps de transporte privado con conductor, para entender los beneficios para los proveedores, que pueden escoger la mejor app para trabajar, y para los pasajeros, que pueden hacer su elección basándose en el servicio y en su ética.

Un punto clave en este frente es el nuevo reglamento europeo de protección de datos, que será de obligado cumplimiento en mayo de 2018, y que incluye la portabilidad de datos entre plataformas.

- Apoyando al movimiento de las plataformas positivas. Ya existen plataformas que saben que la mejor manera de hacer negocio es alinear sus intereses con los de los proveedores (incluso haciéndoles trabajadores). Empresas que comparten valor con aquellos que aportan más valor, que operan bajo la idea de plataformas positivas.

Ana Manzanedo y Alicia Trepat, miembros de OuiShare España, acaban de publicar un interesante informe al respecto (artículo resumen, .pdf estudio), que se presentará en Barcelona la tarde del 12 de julio en un OuiShare Talk.

El trabajo precario no es bueno para los trabajadores, ni para las empresas, ni para la sociedad en general. Es hora de que incluyamos el buen trabajo en los debates acerca de la sociedad digital y que pensemos en la economía como si la gente importara.

La tecnología no es autónoma sino que interactúa con las instituciones, los acuerdos sociales y las leyes que hemos acordado entre todos. Permitidme que termine citando mi primer artículo en EL PAÍS RETINA: Nosotros damos forma al futuro. Tú también.

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