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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pan para hoy y hambre para mañana

El PSN no quiere suicidarse repitiendo lo sucedido hace doce años, cuando facilitó el Gobierno navarro a la derecha con su abstención

Luis R. Aizpeolea
La candidata del PSN a la presidencia del Gobierno de Navarra, María Chivite, en un acto de campaña.
La candidata del PSN a la presidencia del Gobierno de Navarra, María Chivite, en un acto de campaña.JESÚS DIGES (EFE)

La jugada de la derecha navarra de facilitar la investidura de Pedro Sánchez a cambio de gobernar la comunidad foral sacrificando al PSN (Partido Socialista de Navarra) está lejos de materializarse. La razón básica es que el PSN no quiere suicidarse repitiendo lo sucedido hace doce años, cuando facilitó el Gobierno navarro a la derecha con su abstención. La consecuencia fue que los socialistas pasaron a la irrelevancia: de 12 parlamentarios en 2007 a siete en 2015. Ahora se repetiría la historia. Pero más grave sería aún que su abandono implicase la polarización política en Navarra entre la derecha navarrista (tan excluyente como los nacionalistas en su visión de Navarra) y el nacionalismo vasco (Bildu en su versión radical y Geroa Bai en la moderada) al perder los socialistas navarros su papel moderador.

La cuestión navarra está envenenada desde medios conservadores que consideran que sólo la derecha navarra defiende su autonomía foral y, por tanto, a un Gobierno alternativo del PSN —apoyado por Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra, contando con la abstención de Bildu— lo consideran antiespañol y apuntan que acabaría entregando Navarra a Euskadi. Esta tesis tan difundida no se sostiene. El PSN ha acreditado que no negociará con Bildu su abstención ni habrá trueques en municipios como Pamplona. También tiene acreditado su carácter de partido navarro, autónomo del PSE. Geroa Bai tiene, a su vez, muy atenuada su pretensión vasquista y lo ha demostrado en sus cuatro años de Gobierno.

Estas razones aconsejan a Pedro Sánchez a no utilizar la oferta de la derecha navarra para asegurar su investidura y a ensayar otras vías, pues las consecuencias no sólo serían negativas para su partido en Navarra sino para una comunidad tan estratégica, territorialmente, como la foral. Sería pan para hoy y hambre para mañana. Por ello, Sánchez tolera al PSN su ronda para formar un Gobierno navarro que, además, se constituirá después de formar el suyo, mediado julio. Incluso, el PSN podría proponer repetir las elecciones si la gobernabilidad es inviable.

Cuando el líder de la derecha navarra, Javier Esparza, presentó su oferta a Sánchez para evitar depender del independentismo —nada generosa, a diferencia de Manuel Valls que ofreció gratuitamente sus votos con idéntico fin en Barcelona—, además de obviar que el PSN no negociará con Bildu, no se escandalizó de cómo las derechas negocian en otros puntos de España con Vox, tan anticonstitucional como los independentistas. Sánchez tiene una buena oportunidad para hacer pedagogía sobre el mito creado por la derecha en Navarra para asegurar su poder y la incoherencia de sus pactos con Vox.

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