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“¿Y ahora a quién llamamos?”

Dirigentes del PSOE y estrechos colaboradores recuerdan sus vivencias con Rubalcaba

Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior en funciones, toca el féretro del exsecretario general del PSOE
Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior en funciones, toca el féretro del exsecretario general del PSOEÁlvaro García
Javier Casqueiro

Felipe González lo recuerda vívidamente. La primera vez que se conocieron. Él tenía 35 años y Rubalcaba, 25, y “ya intrigaba en el sindicato UGT de Educación”. El expresidente socialista, que estos días conmemora que hace ya 23 años dejó el poder y La Moncloa, rememora todos los detalles de su última cita, el pasado 29 de abril, justo un día después del 28-A para exaltar la personalidad única de su mejor colaborador: “Me pidió verme porque tenía que ir a dar unas conferencias a la República Dominicana y quería saber cómo estaba la cosa allí para no meter la pata. Quedamos. Y lo primero que hicimos fue fumarnos un puro, ahora que ninguno ya fumábamos, luego hablamos de todo, porque acababan de celebrarse las elecciones y se nos fue la cosa a tres horas, porque los dos habíamos quedado para cenar. Tenía unas cualidades inigualables, porque se metía y sabía de todo y yo a veces le acusaba de tacticista. Ya en su última etapa de secretario general me rebatió: 'Yo, con estos, ahora soy Mao Tse Tung”.

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En el corrillo con González, donde están presentes su esposa, Mar García Vaquero y las exministras Magdalena Álvarez y Rosa Conde, el presidente extremeño Guillermo Fernández Vara concluye mirando al expresidente: “Felipe, ¿Y ahora a quién vamos a llamar? Solo quedas tú”. La pregunta no se esfuma en el aire. González la comparte y asume que él aún conserva alguna legitimidad, pero no tanta.

A la capilla ardiente ha acudido también el exvicepresidente y todopoderoso exvicesecretario general del PSOE en aquella etapa, Alfonso Guerra. La cuestión que se le plantea es la misma, una vivencia, recuerdo o memoria que retrate el perfil de Rubalcaba. Guerra, que salía triste del Salón de los Pasos Perdidos, esboza una sonrisa: “Fue hace tres veranos, coincidimos en los pasillos de los cursos de El Escorial y nos desternillamos cuando me dijo que había ido para dar una conferencia en la que iba a disertar sobre Química y terrorismo”.

El destello que rescata el actual ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, es de su toma de posesión, aún no hace ni un año: “Alfredo llegó al acto y lo primero que hizo antes que nada fue ir a besar a mi marido, Gorka, para que se sintiera mejor en un momento tan institucional. Y, claro, todos los altos mandos policiales que le siguieron le copiaron y mi marido fue el más besado del evento”.

Tres miembros muy cercanos de sus equipos revelan otros ángulos. Carlos Hernández fue su jefe de prensa en la campaña de las generales de 2011: “Un mes antes de las elecciones propuse un plan ambicioso, con vídeos, anuncios y muchas cosas. La jefa de campaña, que era Elena Valenciano, me lo denegó y me mandó a ver a Alfredo. Fui y me dijo: 'Carlos, en estas elecciones vamos a hacerlo lo mejor posible, y darlo todo, pero vamos a perder y no podemos gastar mucho porque dejaríamos una deuda que no podremos pagar y podría suponer despidos y recortes'. Era así, miraba a largo plazo”.

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Goyo Martínez, su eterno jefe de gabinete, bucea en otro aspecto, su mitificada capacidad intelectual y de oratoria: “Fue para su primera rueda de prensa cuando le nombraron vicepresidente y portavoz en La Moncloa. Había mucha gente y se estropeó el pendrive con la documentación justo cuando iba a salir. Todo el mundo entró en pánico. Les mandó salir, sacó una libretita, apuntó unas ideas en tres hojas, salió, dio la rueda de prensa y la clavó. Y todo el mundo le ensalzó porque no había leído nada”. Ángeles Álvarez, veterana activista del PSM, le dio para aquellas elecciones su primera clase de redes sociales: “Llegó con su móvil y me preguntó exactamente lo estrictamente necesario para saber cómo manejarse en Facebook y demás, sin perder el tiempo”.

Su mítico móvil. Todo un cacharro antiguo que le costó un mundo cambiar. Pedro Luis Mélida, ahora Comisario General de Policía Científica, se remonta a un día de cuando era ministro del Interior y él Jefe Superior de Policía Nacional en Andalucía Oriental. Se lo tropezó en un acto y le preguntó por las Alpujarras: “Es una zona maravillosa y además allí no hay cobertura. Su mujer intervino de inmediato, 'Eso, eso, ahí es donde tenemos que ir, donde no funcione el móvil”.

El buen orador Rubalcaba fue parlamentario en las Cortes 21 años por cuatro circunscripciones. Ana Pastor, la actual presidenta, puesta a evocar tira para casa: “Me lo dijo así: 'Lo más importante es ser diputado”. El ya exdiputado por Teruel, Ignacio Urquijo, acudió hace unos meses a verle a su despacho en la Complutense cuando comprendió que la actual dirección no le iba a meter de nuevo en las listas: “Le dije, las cosas van mal y creo que no voy a repetir. Estoy pensando en presentarme a alcalde por Alcañiz, y me suelta: 'Estás loco, no renuncies a la política nacional”. No tuvo más remedio.

Otro exdiputado, en este caso de Ciudadanos, Toni Cantó, ahora aspirante a presidir la Generalitat valenciana, se remonta a febrero de 2012, a los dos días de que Rubalcaba tumbara por 22 votos a Carme Chacón en la disputa por la secretaría general del PSOE en el XXXVIII Congreso de Sevilla: “Yo estaba en mi escaño con Rosa Díez, con la que siempre tuvo una relación especial, y se le marca en su móvil la señal de Alf, como le tenía. Sube hasta dónde estábamos y Rosa le felicita y Alfredo le dice: 'Ha sido duro ganar contra el aparato'. Y Rosa le suelta: 'Pero si el aparato eres tú'. Fue cuando la famosa foto en la que la agarró por el cuello”.

De aquel congreso se acuerda precisamente el expresidente del PSOE y de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán: “Yo me había querido mantener neutral pero todo el mundo sabía que apoyaba a Carme. Ganó Alfredo y al día siguiente va y me nombra presidente del PSOE”.

Susana Díaz y su exjefe de gabinete en la Junta, Máximo Díaz Cano, tiran de su última cita, hace tres meses, en una cena en su casa: “Creíamos que estaría mal, fuera de la política, y resultó que lo tenía asumido con total naturalidad, sus clases, su vida”. José Manuel Franco, ahora mandamás de la PSM, relata un encuentro también reciente pero de otra índole: “Tras este pasado verano, le propuse una comida en un asador cerca de Ferraz para ver si quería ser candidato a la alcaldía de Madrid. La idea fue mía y no de Pedro, al que le pareció bien. En contra de lo que se ha contado no lo rechazó de inmediato. Me pidió un par de días para hablarlo con su mujer y al final declinó. Es verdad que la conexión con el secretario general no era buena, pero no fue por eso. Pero lo que me impresionó es cómo se ofreció para colaborar, escribir papeles, ir a actos y ayudar por el PSOE. Fue impresionante”.

Su gran amigo vasco, Rodolfo Ares, en muchos aspectos su alter ego y gran ayuda en las conversaciones para el final de la lucha contra ETA, no aguanta las lágrimas de la emoción al evocar dos momentos del pasado muy críticos: “Uno fue cuando acudió a abrazar a la viuda de Isaías Carrasco, el edil socialista asesinado por la banda, y otro, bueno, es más íntimo y familiar y tiene que ver cuando…”

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Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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