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Red de expertos
Tribuna
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Las olvidadas madres e hijas de Afganistán

Los talibanes han apartado a las mujeres de la vida pública mediante la promulgación de más de 50 decretos y la mitad de la población afgana se encuentra bajo arresto domiciliario

Una escuela primaria de niñas en Kandahar (Afganistán), este lunes.
Una escuela primaria de niñas en Kandahar (Afganistán), este lunes.STRINGER (EFE)

Varias activistas por los derechos de las mujeres llevaron a cabo este mes de septiembre una huelga de hambre de 12 días en Colonia, en Alemania, en la que fue la última protesta de las mujeres afganas contra los talibanes. La huelga se extendió también a Noruega y Pakistán. Las activistas exigían que se reconociera el “apartheid de género” que las mujeres sufren en Afganistán e instaban a la comunidad internacional a interrumpir la ayuda económica al régimen.

Los talibanes han apartado a las mujeres de la vida pública mediante la promulgación de más de 50 decretos, y la mitad de la población afgana se encuentra ahora bajo arresto domiciliario.

La organización de defensa de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) afirma en un informe que el trato dispensado por los talibanes a las mujeres en Afganistán constituye un “crimen de lesa humanidad” y debe ser juzgado por la Corte Penal Internacional (CPI). Así lo declaró también el relator especial de Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en Afganistán, Richard Bennett, que visitó el país en abril y mayo para presentar, en julio, un informe al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. “Las mujeres y niñas en Afganistán están padeciendo una discriminación grave que podría constituir persecución por motivos de género, considerado un crimen de lesa humanidad, y que podría denominarse apartheid de género. Las autoridades de facto parecen estar gobernando usando una discriminación sistemática, con la intención de someter a mujeres y niñas a una dominación total”, aseguró.

Según consta en el informe de HRW, Afganistán es parte en el Estatuto de Roma de la CPI. El 31 de octubre de 2022, el tribunal autorizó al fiscal a reanudar su investigación sobre la situación en Afganistán.

Las afganas han cuestionado una y otra vez el silencio del mundo ante los crímenes cometidos por los talibanes contra las mujeres. Sin embargo, ningún país ha reaccionado con decisión ante estas brutalidades

Desde el 15 de agosto de 2021, cuando los talibanes recuperaron el poder, millones de personas en Afganistán se ven sometidas a las severas normas del grupo y afrontan una situación desesperada. En los últimos dos años, la pobreza se ha disparado y muchos habitantes del país se han visto obligados a vender a sus hijos pequeños y sus órganos para no morir de hambre.

Los talibanes, un grupo de insurrectos que durante dos décadas ha librado una guerra contra el pueblo afgano, han cometido una y otra vez actos que constituyen claros ejemplos de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. Han matado y torturado a miles de civiles, y han asesinado a periodistas, jueces, activistas y mujeres policías. Han amenazado y oprimido a mujeres, y acosado a grupos políticos, étnicos, culturales y religiosos. Han hecho caso omiso del derecho internacional humanitario y vulnerado claramente varios artículos de los Convenios de Ginebra de 1949 (ideados para limitar la barbarie de la guerra), perpetrando deliberadamente atentados contra civiles y centros religiosos, históricos, hospitalarios, educativos, artísticos y científicos. También han tomado rehenes.

El movimiento talibán está basado en el islam deobandi (surgido en el siglo XIX y de origen sufí) y en una ideología étnica propia, y a menudo justifican su comportamiento y sus acciones en el mismo contexto intelectual-religioso. Esperar una reforma de un sistema ideológico así no es posible ni probable. Por esta razón, la comunidad internacional tiene la responsabilidad de abstenerse de cualquier normalización de las relaciones con los regímenes religioso-tribales represivos y autoritarios que ejercen el poder del Estado por la fuerza y de forma antidemocrática, así como de entablar relaciones con el grupo en el marco del derecho internacional y de los valores internacionales modernos.

Sin derecho al trabajo ni a la educación

Conforme a las leyes y decretos talibanes, las actividades y la presencia social de las mujeres han sido severamente reprimidas. Durante más de dos años, no solo se ha prohibido a las mujeres realizar actividades sociopolíticas, sino que también se ha privado a millones de ellas del derecho al trabajo y a las niñas del derecho a la educación.

Varias afganas valientes han salido repetidamente a la calle para protestar contra las normas restrictivas del grupo, coreando la consigna “pan, trabajo y libertad”. Los talibanes han detenido a decenas de manifestantes en sus casas, las han obligado a confesar en vídeo que recibieron financiación e instrucción de personas extranjeras, y ahora lo utilizan como propaganda.

El grupo ha emitido un decreto por el que se castiga a los miembros varones de las familias si las mujeres no llevan el hiyab, el pañuelo que usan las musulmanas, una medida que incrementará la violencia en el hogar hasta niveles sin precedentes. Desde la caída del anterior Gobierno afgano, esta violencia ha aumentado drásticamente, tanto en el hogar como en la sociedad.

Dos años de sueños rotos

Nada resulta más doloroso a las mujeres afganas que ver cómo se pierden dos décadas de sacrificio, sufrimiento y lucha contra una sociedad patriarcal y misógina. Manifiestan su preocupación cuando hablan de un futuro que puede que ya no exista, de años de esfuerzos perdidos y de sueños rotos.

Las afganas iniciaron su lucha por sus derechos y su estatus social en el hogar y la familia y se atrevieron a extenderla a las escuelas, las universidades y a toda la sociedad. Pero todo ello se acabó de la noche a la mañana con el regreso de los talibanes. Afganistán es uno de los países patriarcales donde las mujeres se han resistido y han luchado contra muchos retos a lo largo de la historia.

Durante los últimos 20 años, las afganas han luchado incansablemente para normalizar su presencia en la sociedad. Muchos pensamientos tradicionales y misóginos habían ido decayendo con el paso de los años, pero el regreso de los talibanes y sus normas restrictivas han hecho que vuelvan a prevalecer.

Afganistán ha sido testigo de misteriosos asesinatos de mujeres a lo largo de estos dos años y por todo el país se han descubierto cadáveres de varias mujeres brutalmente asesinadas.

Las afganas han manifestado su frustración ante la situación, pero todos se han olvidado de ellas. Las afganas han cuestionado una y otra vez el silencio del mundo ante los crímenes cometidos por los talibanes contra las mujeres. Sin embargo, hasta el momento ningún país ha reaccionado con decisión ante estas brutalidades.

Las mujeres y los afganos de a pie expresan su desazón por la indiferencia de todas las naciones del mundo ante la falta de planes y ante los crímenes de los talibanes, y su temor a que el grupo sea reconocido como la autoridad en Afganistán.

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