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Salud Pública
Tribuna
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Un neurocirujano, la diferencia entre la vida y la muerte en países de baja renta

Unos 5.000 millones de personas seguían en 2015 sin acceso a una atención quirúrgica segura y asequible, según la Comisión de Expertos en Cirugía Mundial

Cirugía en un hospital de Benín.
Cirugía en un hospital de Benín.Pascal Deloche (Godong/Universal Images Group)
Jose Piquer Martínez María José García Rubio

Imagina que acabas de sufrir un accidente de tráfico. Te has golpeado fuertemente la cabeza y estás sangrando. Es posible que tengas un traumatismo craneoencefálico. En España podrás encontrar a un especialista que te ayude en menos de una hora: una ambulancia o un helicóptero medicalizado te llevará hasta el hospital más cercano donde trabaje un neurocirujano. En Sierra Leona, nadie podría ayudarte. Allí, como en otros 30 países del mundo, no ejerce ninguno. Tu suerte sería tan desigual si te hubieran diagnosticado un tumor o una hemorragia cerebral.

No todos los sistemas sanitarios están preparados para abordar las enfermedades y las lesiones neurológicas. Existen profundas desigualdades en cuanto a los recursos que los países destinan al cuidado de estos pacientes. La neurociencia global es un área de conocimiento que integra a la medicina, cirugía, la psicología, la biología o la economía para estudiar la ciencia del sistema nervioso y contribuir al cambio social. Y muestra que los problemas neurológicos son un reto social creciente en todo el mundo. Solo en la Unión Europea, el número de años perdidos atribuibles a trastornos neurológicos fue de 21 millones en 2017. El impacto social de enfermedades neurológicas degenerativas como el alzhéimer ha aumentado en sociedades envejecidas como la española. A su vez, la incidencia de enfermedades neurológicas como la hidrocefalia pediátrica es más alta en países pobres que en países ricos.

Solo en la Unión Europea, el número de años perdidos atribuibles a trastornos neurológicos fue de 21 millones en 2017

La Cátedra VIU-NED de Neurociencia Global y Cambio Social –creada hace un año por la Universidad Internacional de Valencia (VIU) y la fundación valenciana Neurocirugía, Educación y Desarrollo (NED)— persigue estudiar estas desigualdades, enfocándose en entender los problemas asociados con enfermedades cerebrales y otros trastornos neurológicos en países de bajos recursos. Reúne a especialistas de diferentes ramas de las neurociencias con el fin de promover la docencia, la investigación y la divulgación en este ámbito de estudio.

¿Pero de qué forma puede contribuir el conocimiento al cambio social? Esta relación se aprecia mejor allí donde hay muchos problemas, pero pocos expertos para lidiar con ellos. En estos contextos, pequeños avances pueden lograr un gran impacto en la sociedad. Por ejemplo, formar a un neurocirujano más en Japón –el país con mayor densidad de neurocirujanos por habitante del mundo– apenas cambiará la atención sanitaria que reciben los japoneses. Sin embargo, hacerlo en Sierra Leona puede ser la diferencia entre vivir o morir para cientos de personas con un diagnóstico neurológico.

Como muestra un estudio publicado en la revista The Lancet, las necesidades quirúrgicas de la población mundial son enormes. En 2015, la Comisión de Expertos en Cirugía Mundial estimó que 5.000 millones de personas seguían sin acceso a una atención quirúrgica segura y asequible. En países de renta baja, las puertas de un quirófano están cerradas para nueve de cada 10 personas. Por ello, la Cátedra VIU-NED da prioridad al programa Global Surgery 2030, una iniciativa internacional que persigue mejorar la atención quirúrgica de las poblaciones más desfavorecidas.

En países de renta baja, las puertas de un quirófano están cerradas para nueve de cada 10 personas

Una manera de cambiar esta realidad es formando a especialistas locales; en particular, en aquellas subespecialidades complejas como la neurocirugía, en las que las carencias son más extremas. La Cátedra VIU-NED está formando a profesionales sanitarios africanos, con una presencia mayor en Zanzíbar (Tanzania), donde la fundación NED tiene su sede asistencial. Allí se está formando la primera mujer neurocirujana en la historia de Zanzíbar, la doctora Muly. Además, la cátedra promueve la investigación del abordaje del paciente neurológico en sistemas sanitarios de bajos recursos. De esta forma se combina la investigación, la docencia y la formación clínico-quirúrgica para promover el cambio social.

Más allá de esta experiencia, la neurociencia global tiene el potencial de transformar nuestras sociedades. Cada vez sabemos más sobre el funcionamiento del cerebro y por qué falla cuando enferma. Cada semana se publican nuevos tratamientos experimentales. Hoy existen más grupos de investigación tratando de resolver problemas que antes parecían inalcanzables. Todo esto puede servir para mejorar nuestras vidas, especialmente allí donde la pobreza suele matar antes que la enfermedad.

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