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DESARROLLO SOSTENIBLE
Tribuna
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Turismo con conciencia: una oportunidad de protección y sostenibilidad

Los viajes de ocio pueden ser una oportunidad de conservación y desarrollo o un proceso de mercantilización cultural y degradación

Turismo
Tren en Goa, India.JK. (Unsplash)
Breixo Martíns Rodal Gabriel Álvarez Lorenzo
Moaña (Galicia) y San Antonio (Texas) -

Cada vez son más las personas que buscan en sus vacaciones una experiencia diferente y auténtica. Poco a poco vamos dejando atrás aquel modelo de turismo masivo y nos aventuramos a conocer lugares menos explorados y culturas mejor conservadas. Pero muchas veces, al buscar una experiencia alternativa, es inevitable no caer en una contradicción interna. Una contradicción entre el deseo de conocer culturas y territorios no turistificados y el temor a acabar siendo parte de un sistema turístico perjudicial para ellos.

Para resolver este dilema, la primera pregunta que nos podríamos hacer es si realmente el turismo siempre tiene un efecto negativo sobre los parajes y pueblos. O si, por el contrario, es una fuente de ingresos indispensable, especialmente en espacios naturales o sociedades con pocos recursos. En el caso del turismo de naturaleza, ¿dónde está la línea entre el disfrute, la autenticidad y la conservación?

Tras años de investigaciones, la mayoría de los expertos coinciden en que la llegada de turistas a sociedades tradicionales altera en mayor o menor medida su cultura, sus tradiciones y la forma de ver el mundo. Un proceso que se agrava por los modelos turísticos de los grandes turoperadores internacionales, al crear imágenes estereotipadas de cada destino. A menudo, las poblaciones locales modifican sus tradiciones (danzas, artesanía, historias…) seleccionando o transformando aquellos elementos que tienen más éxito con los turistas. Es decir, se selecciona y modifica la cultura que más vende, el resto simplemente pasa a ser historia en los museos.

La mayoría de los expertos coinciden en que la llegada de turistas a sociedades tradicionales altera en mayor o menor medida su cultura, sus tradiciones y la forma de ver el mundo

En otras ocasiones, se puede llegar al extremo de transformar grupos étnicos enteros en simples atracciones humanas en condiciones de semiesclavitud. Un ejemplo ya conocido son las mujeres padaung en el norte de Tailandia, conocidas como las mujeres jirafa. Estas mujeres de origen tibeto-birmano se ven obligadas a posar para el disfrute de miles de visitantes guiados por profesionales del turismo de otras etnias sin demasiados escrúpulos. En este caso, el racismo entre etnias también juega un papel esencial que no podemos obviar si queremos entender las realidades de los lugares que recorremos.

Ejemplos para el optimismo

Aunque hechos como estos son frecuentes, también podemos encontrar ejemplos para el optimismo. En las sociedades tradicionales de Panamá, las grandes agencias y guías de viajes internacionales han creado imágenes totalmente distorsionadas, pero, casi como reacción crítica y reflexiva, se están empezando a fomentar modelos turísticos respetuosos, sostenibles y especialmente genuinos.

Otro ejemplo destacado se está dando en las comunidades andinas de los alrededores de Cuzco, en Perú. El turismo no está trayendo solamente desarrollo económico, sino que el interés de los visitantes hacia las vestimentas tradicionales de las comunidades quechua está produciendo un movimiento de recuperación y orgullo local por utilizar sus vestidos tradicionales, algo que estaba quedando en el olvido. Estamos, pues, hablando de sostenibilidad, pero también de identidad y de autenticidad.

Mujeres quechuas visten orgullosamente sus trajes tradicionales en la ciudad de Cuzco, Perú.
Mujeres quechuas visten orgullosamente sus trajes tradicionales en la ciudad de Cuzco, Perú.Deb Dowd (Unsplash)

En cuanto al turismo de naturaleza, un primer impulso nos lleva a priorizar la preservación y la protección de los espacios naturales antes de analizar lo suficiente las relaciones entre estos espacios y los pueblos y sociedades locales. Esto suele ser un error que no hace más que provocar más daños que la pura falta de medidas de protección, algo que se viene dando desde hace bastante tiempo en distintas regiones de África.

Recientemente, en un territorio cercano al Parque del Serengueti, en Tanzania, ha habido un intento del Gobierno por expulsar al pueblo masái de sus tierras para la creación de parques de conservación de animales. Un ejemplo de impacto hacia un pueblo y un territorio que llevan viviendo en equilibrio humano-naturaleza durante generaciones. Lo mismo ha pasado con otros pueblos africanos como los borana, los okiek o los pigmeos batwa en las selvas de África del Este.

Cada vez más proyectos incluyen a la población local, muchas veces indígenas, para que formen parte de un turismo verdaderamente sostenible

Aunque la conservación de la naturaleza es algo positivo, para desarrollar modelos exitosos y sostenibles se debe tener en cuenta tanto el aspecto económico como el medioambiental, pero siempre respetando e involucrando a la población local. Para conseguirlo, debemos entender las complejas relaciones que se dan en cada territorio. Cada vez más proyectos incluyen a estas personas, muchas veces indígenas, para que formen parte de un turismo verdaderamente sostenible.

Interior del Parque Nacional de la Selva Impenetrable de Bwindi, Uganda.
Interior del Parque Nacional de la Selva Impenetrable de Bwindi, Uganda.Gabriel Álvarez (The Jungle Journal)

También es necesario comprender que, aunque un lugar sea principalmente verde y frondoso, con casi total seguridad, este territorio es fruto de una profunda transformación humana desarrollada durante siglos. En Europa casi no existen espacios naturales sino plantaciones forestales o, en el mejor de los casos, antiguas plantaciones productivas abandonadas a las fuerzas de la naturaleza. Alrededor del mundo, a excepción de puntos de selva virgen y desiertos calientes o fríos, gran parte de la superficie terrestre que vemos deriva de la transformación humana.

Como ejemplo, podemos reflexionar sobre la protección de los primeros espacios naturales en Europa. En esos procesos, las áreas protegidas fueron declaradas zonas “naturales”, impidiendo que las sociedades locales continuarán desarrollando sus actividades tradicionales. Sin embargo, fueron estas mismas actividades humanas desarrolladas durante generaciones las que dieron forma al mismo paisaje natural que hoy vemos verde y prístino. En la práctica, esto no hizo más que destruir siglos de tradiciones locales y, al mismo tiempo, degradar esos espacios que nuestros ojos modernos ven como el epítome de la naturaleza virgen cuando, en realidad, son producciones humanas.

¿Qué hacer a nivel personal?

Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), el turismo global representa un 5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y un alto porcentaje de estas se debe a la aviación. Además de este, existen otros muchos otros impactos ambientales, económicos y sociales que pueden cambiar con nuestras decisiones.

Algunas cosas podemos hacerlas ya antes de salir de casa. Por ejemplo, informarnos sobre la realidad social del país que vamos a visitar. Sin estos conocimientos estamos en riesgo de ser parte del problemático engranaje del neocolonialismo, la apropiación cultural o incluso la explotación de comunidades con fines económicos.

Otra acción que puede marcar la diferencia durante la planificación del viaje es informarnos sobre el tipo de hospedaje y las actividades que vamos a contratar: ¿el alojamiento está gestionado por la gente local? ¿Voy a realizar actividades que respeten el entorno o las condiciones de los animales? Por ejemplo, en los santuarios de animales en Tailandia, en la ciudad más importante del norte, Chiang Mai, existen más de 70 centros para visitarlos. En muchos de ellos, los elefantes son forzados a ser parte de exhibiciones e incluso son maltratados. Una selección eficaz de las actividades turísticas es una buena práctica para reducir el impacto negativo de nuestra estancia.

Una vez en nuestro destino, hay una multitud de pequeñas decisiones que además de fomentar un turismo más ético y equitativo, pueden mejorar considerablemente la experiencia. Elegir conscientemente los productos que consumimos es una de ellas. Los productos locales siempre son la mejor elección, ya que nos aseguramos de reducir impactos del transporte y de que las comunidades puedan sacar beneficios directos.

Otras ideas giran en torno a respetar los espacios naturales y la biodiversidad, preguntar en lugar de buscar la información en nuestro smartphone, intentar involucrarse en la vida local para entender mejor la realidad del lugar, pagar un precio justo por los productos que adquirimos...

Si queremos viajar y hacerlo de forma sostenible, debemos realizar un trabajo de búsqueda de información y una posterior reflexión crítica

Ser un turista con conciencia y comprometido no es sencillo. Ser eco en redes sociales no es suficiente para ayudar al planeta o a las sociedades del mundo. Si queremos viajar y hacerlo de forma sostenible, debemos realizar un trabajo de búsqueda de información y una posterior reflexión crítica. Poniendo un poco de esfuerzo podemos convertir esta actividad en la mejor oportunidad para aprender, compartir y progresar juntos como una gran familia humana.

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