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Un día con el fisioterapeuta de los superviventes de la úlcera de Buruli de Costa de Marfil

Edmond Bruno Akassou Gbamon era músico pero acabó, casi por azar, formándose como especialista en el tratamiento de las secuelas de una enfermedad tropical desatendida. Una bacteria causa esta dolencia, que devora los tejidos blandos de los afectados, causando discapacidad

Fisioterapeuta úlcera de Buruli
Edmond Bruno Akassou Gbamo, el fisioterapeuta del hospital de Zoukougbeu (Costa de Marfil), fabrica las órtesis para que los pacientes con úlcera de Buruli no pierdan demasiada movilidad en las extremidades afectadas.alex iturralde (Fundación Anesvad)
Alejandra Agudo

Edmond Bruno Akassou Gbamo tiene un trabajo difícil que adereza con sentido del humor para no derrumbarse cada día. Este hombre de 47 años es el fisioterapeuta para pacientes con úlcera de Buruli en el hospital de Saint Michel de Zoukougbeu, en Costa de Marfil. Por sus manos pasan los pacientes de esta enfermedad tropical desatendida a los que una bacteria les devora literalmente la piel, los músculos y tendones hasta dejar el hueso a la vista. Aunque el avance de la infección puede frenarse con antibióticos, las secuelas que haya causado permanecerán. El trabajo de Akassou es que la discapacidad sea la menor posible.

“Como no hay una norma sobre cuándo comenzar la rehabilitación, me encargo también de realizar curas de heridas muy extendidas para valorar cuándo empezar”, explica después de retirar la venda a una paciente, limpiar la lesión, rociarla con yodo, y cubrirla con vaselina y un vendaje limpio. “Cuando veo que hay que conseguir movilidad articular porque el daño afecta a tendones, nervios y el hueso, les coloco una órtesis [prótesis externa]”, añade.

Las órtesis, que ayudan a los pacientes a mantener sus extremidades en una determinada posición, son caras. Por eso, Akassou las fabrica él mismo, tal como le enseñó el fisioterapeuta Fabrizio Bonifacio hace casi dos décadas. “Compro los materiales en Abiyán. Una barra de aluminio cuesta unos 20.000 FCA (30,5 euros) y con la guerra [de Ucrania] se ha encarecido, por lo que reciclo más que antes”, detalla.

Akassou efectúa también curas a los pacientes de úlcera de Buruli para evaluar la profundidad de las lesiones, si son discapacitantes y qué fisioterapia necesitarán después los afectados.
Akassou efectúa también curas a los pacientes de úlcera de Buruli para evaluar la profundidad de las lesiones, si son discapacitantes y qué fisioterapia necesitarán después los afectados.alex iturralde (Fundación Anesvad)

Sentado en un taburete con ruedas, Akassou se desplaza por la sala de rehabilitación del hospital de Zoukougbeu, buscando aquí y allá los materiales necesarios para que el paciente que atiende, un niño de unos 10 años, lleve el brazo y la mano apoyados en un soporte fijo, pero con los dedos doblados. El objetivo, dice el especialista con calma mientras el pequeño chilla y dos enormes lágrimas recorren sus mejillas, es que no pierda la movilidad de las falanges. La bacteria alcanzó los tendones en la muñeca y aunque ya no está presente en su organismo, toca minimizar el daño que le ha inferido.

“Siento sufrimiento porque es lo que veo, su sufrimiento”, reconoce Akassou, que ya cuenta hacia atrás los años que le quedan para jubilarse. “13 para retirarme a los 60″. Hace 17 que realiza esta labor, desde que se dio cuenta de que su oficio de músico no era suficiente para sobrevivir; ya no era tan joven y quería formar una familia, precisa. Por eso, este vecino de Zoukougbeu se acercó al hospital a probar suerte y solicitar un empleo “de lo que fuera”. Inicialmente fue rechazado, pero pronto se abrió la oportunidad. El centro, apoyado por la Fundación Anesvad, necesitaba formar a un fisioterapeuta especializado en pacientes con úlcera de Buruli y, aunque él carecía de conocimientos previos en la materia, le llamaron.

Pesos colgados de una reja a los pies de la camilla en la sala de fisioterapia del hospital de Zoukougbeu, el de referencia para el tratamiento de la úlcera de Buruli en Costa de Marfil.
Pesos colgados de una reja a los pies de la camilla en la sala de fisioterapia del hospital de Zoukougbeu, el de referencia para el tratamiento de la úlcera de Buruli en Costa de Marfil.alex iturralde (Fundación Anesvad)

“No hay ni 200 fisios en Costa de Marfil”, sigue contando, sin desatender a sus pacientes. Él no es titulado, pero el adiestramiento de Bonifacio y la experiencia le han convertido en uno de los mayores expertos en el tratamiento de afectados por úlcera de Buruli. Así lo acredita que sea el responsable de la unidad de fisioterapia del centro de referencia para esta dolencia en Costa de Marfil. Y hoy, él forma a otros en su especialidad.

“Antes no tenía ayuda”, dice, señalando con un gesto de la barbilla a su compañero desde hace apenas unos meses, destinado aquí por el Ministerio de Salud. “Sabía que existen las enfermedades tropicales desatendidas, pero no en mi país”, reconoce el joven de 29 años, que antes vivía en Abiyán. “Me emocioné cuando vi las heridas por primera vez”.

Siento sufrimiento porque es lo que veo, su sufrimiento

La habitación donde Akassou ha trabajado los últimos 17 años se parece más a una sala de tortura que de curación. La camilla, de una altura que requiere un escalón para subir, está delimitada por unas rejas de las que cuelgan pesos y otros utensilios que el especialista emplea para que las articulaciones de sus pacientes cedan, se tonifiquen y recuperen la movilidad. El proceso es muy doloroso, a juzgar por los rostros afligidos, los lamentos y las lágrimas de los pacientes. Los canturreos, las bromas, las sonrisas y gestos tranquilizadores de Akassou pretenden actuar como analgésico, también para sí mismo.

En una ocasión, recuerda Akassou, una niña a la que estaba tratando le preguntó: “¿Le dices a tu mujer que vienes a hacer daño a la gente?” Traga saliva y continúa haciendo bromas suaves a sus pacientes para que sigan sus instrucciones por dolorosas que sean. “La de niños que habría con discapacidad si yo no hiciera este trabajo”, se anima cuando el sufrimiento que le rodea amenaza con apoderarse de su juicio. La música también le ayuda a desestresarse, confiesa. Y llorar; pero en casa y en la intimidad. “Aquí río para que los pacientes se relajen”. La sala se queda vacía después de un par de horas y, solo entonces, Akassou también se relaja.

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Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM
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