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El aumento del hambre en el mundo hipoteca el futuro de los niños

Diversos organismos internacionales de Derechos Humanos alertan sobre el peligro de estancamiento en los avances en torno a la lucha contra la inseguridad alimentaria. En la actualidad este problema afecta a 828 millones de personas en el mundo, de los que 193 millones padecen de hambre aguda, sobre todo menores de cinco años

Nigeria
Una madre y su hijo ingresados por desnutrición en un centro de salud gestionado por MSF de la ciudad de Katsina, en Nigeria, en junio de 2022.Mista Skee (Cedidas por Médicos sin Fronteras)
Paula Herrera

Hospitales desbordados, médicos fatigados y miles de niños que se van a dormir cada noche con el estómago vacío: esta es la realidad que en menos de un año han atravesado las regiones del noreste y noroeste de Nigeria. La crisis alimentaria que enfrentan este y otros países ha llevado a organismos internacionales a alertar sobre los niveles “catastróficos” de hambre y escasez de alimentos. “No quiero ser sensiblera, pero yo empecé a trabajar en esto en 2004 y jamás he visto una situación como la que estamos viviendo este año”, asegura la coordinadora médica de Médicos sin Fronteras (MSF) en Abuja, Cristina Mach, durante una reunión virtual con periodistas para alertar de la emergencia en el país africano.

La especialista se refiere a los estados de Zamfara y Sokoto, en el noroeste, pero su compañera Ximena Campos, coordinadora de Operaciones de MSF en Bruselas, describe una situación similar en el otro extremo del país, que acaba de visitar: el Estado de Borno, en el noreste. De enero a agosto, 4.400 pacientes han sido hospitalizados por desnutrición severa y 4.000 han recibido atención ambulatoria en Maiduguri, la ciudad más poblada. Suponen un 160% y un 94% más que en el mismo periodo del año anterior.

Estas cifras son apenas la punta del iceberg de la realidad que enfrenta el mundo en torno a la lucha contra la inseguridad alimentaria. De acuerdo con el último Índice Global del Hambre (GHI), publicado el pasado jueves, el planeta se enfrenta a un debilitamiento de sus sistemas alimentarios y a un retroceso en los logros alcanzados. En los últimos siete años la disminución del hambre en el mundo ha sido de 0,9 puntos, comparado con años anteriores, en donde los avances alcanzaron los 28 y 24 puntos en el 2000 y el 2007. El impacto del hambre, según el informe, recae sobretodo en países como Honduras, India, Nigeria y Vietnam, en donde las disparidades de retraso en el crecimiento de los niños de entre cero y cinco años fueron particularmente pronunciadas.

La infancia es la más vulnerable a estas crisis. La subalimentación en los infantes implica efectos a largo plazo como la desnutrición crónica, que tiene impactos a nivel cognitivo y de aprendizaje. “Los niños y niñas con desnutrición ya no podrán adquirir todo su potencial, serán demasiado bajos para su estatura, sufrirán trastornos neurológicos. Y todo ello impactará en sus familias, en sus comunidades e, incluso, en las economías de los países donde viven, perpetuando el ciclo de la pobreza”, aseveran desde Unicef. Este organismo estima que al menos 40 millones de niños padecen inseguridad nutricional grave en 15 países. Además, 21 millones de niños no tienen acceso a una cantidad suficiente de alimentos para satisfacer las necesidades alimentarias mínimas. Es la conocida como desnutrición crónica.

El caso de Abuja, en Nigeria, evoca a una de las problemáticas más recurrentes de la desnutrición: a falta de alimentos, mayores probabilidades de vulnerabilidad ante enfermedades oportunistas. Ximena Campos, de MSF en Maiduguri, al noreste del país, reconoce que la saturación de pacientes en la zona ha obligado a extender el sistema asistencial a niveles que exceden su capacidad. “En hospitalización contábamos con 80 camas y una capacidad de expansión de hasta 120 como máximo. Este año tuvimos que aumentar esa capacidad e incluso abrimos otro sitio de hospitalización. Ahora tenemos más de 300 camas exclusivamente para pacientes pediátricos con desnutrición aguda complicada”.

Una mujer con su hijo en brazos espera una consulta médica con MSF  en el centro de alimentación terapéutica ambulatoria de MSF Kofar Marusa, estado de Katsina, Nigeria, en junio de 2022.
Una mujer con su hijo en brazos espera una consulta médica con MSF en el centro de alimentación terapéutica ambulatoria de MSF Kofar Marusa, estado de Katsina, Nigeria, en junio de 2022.George Osodi (MSF)

El cólera, el sarampión, la varicela y la malaria son algunas de las enfermedades más recurrentes en esta región. “La baja cobertura vacunal, la falta de capacidad logística y de recursos humanos y el debilitamiento del sistema inmunitario de los miles de niños con malnutrición hacen una combinación mortífera”, sentencia Campos. Según los datos del GHI, en la actualidad 828 millones de personas sufren de escasez de alimentos, en calidad y cantidad, mientras que, según el Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias 2022, el número de personas que padece hambre aguda también aumentó en los últimos dos años, alcanzando casi 193 millones en 2021. Los impactos más severos se están produciendo en África subsahariana, Asia del sur, Centroamérica y Sudamérica.

La tormenta perfecta para la desnutrición

Abdul, con tan solo seis meses, sufre de desnutrición crónica. Su madre, Kaya, tuvo que huir de Burkina Faso por el conflicto armado que enfrenta el país y los largos meses de sequía. “Cuando di a luz, yo estaba enferma y no tenía leche, por eso mi bebé se desnutrió. Cuando vine aquí por primera vez, pesaba solo tres kilos”, relata la madre en declaraciones recogidas por Unicef. La pobreza, el cambio climático, la covid-19 y las guerras han sido los disparadores para que los avances en la lucha contra el hambre se detengan drásticamente. “Esto es a lo que denominamos la tormenta perfecta para la desnutrición”, advierten desde esta agencia de las Naciones Unidas.

Kaya alimenta con barras nutricionales Plumpy Nut, a su hijo de seis meses, Abdul Razak, de seis meses, que sufre de desnutrición aguda grave.
Kaya alimenta con barras nutricionales Plumpy Nut, a su hijo de seis meses, Abdul Razak, de seis meses, que sufre de desnutrición aguda grave.Cedidas por Unicef (© UNICEF/UN0660071/Cisse)

El GHI insiste en que los países en donde se ha percibido mayor impacto del hambre son los territorios en donde millones de personas ya vivían con inseguridad alimentaria. Los conflictos armados fueron el principal motor de la inseguridad alimentaria aguda en 2021, según el Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias de 2022. De acuerdo con este documento, 193 millones de personas viven sin saber si tendrán qué comer cada día, de estos, para 139 millones la causa principal de esta falta de acceso a alimentos está relacionada con guerrillas internas y conflictos locales.

Alberto Casado, director de Sensibilización de la ONG Ayuda en Acción, menciona que las guerrillas internas en países de África como Yemen, República Centroafricana y Madagascar, y en Centroamérica como El Salvador y Guatemala, impactan directamente en el acceso a alimentos seguros. “Este es un fenómeno que obliga a los afectados a huir de sus hogares a refugios en donde prácticamente quedan condenados a la dependencia de la ayuda humanitaria, porque son despojados de sus tierras y de sus fuentes económicas. Estas agrupaciones incluso llegan a impedir la entrega de alimentos en las comunidades que están dentro de sus territorios”, aseveró el pasado jueves en Madrid, durante una rueda de prensa convocada por la ONG para presentar el GHI. Entre 2010 y 2021, el número de conflictos estatales y no estatales se duplicó de 83 a 175, según el Banco Mundial y la FAO.

El cambio climático, el enemigo silencioso

Las temperaturas extremas, así como las sequías, las lluvias monzónicas u otros fenómenos naturales desmedidos también dan como resultado los desplazamientos de personas y el deterioro de los sistemas de producción agrícolas, de las que estos países dependen. Fatuma es una de los 89 millones de personas en el mundo que se han visto obligadas a desplazarse fuera de sus hogares en busca de alimentos. Sus cinco hijos y ella salieron del suroeste de Somalia tras una fuerte temporada de lluvias que ha devastado sus cultivos y diezmado su ganado. Tenía seis niños, pero uno no sobrevivió. “Mi hijo, de nueve meses, ha muerto a causa del hambre. Ahora no puedo llorar porque debo encontrar alimentos para los otros”, lamenta en declaraciones a Unicef.

Al otro lado del continente el problema se replica. En Ckocas, Bolivia, Paulina Pérez y Cristóbal Flores, una pareja de agricultores, hablan de las dificultades de aprendizaje que enfrentan sus hijos debido a una alimentación deficiente. “Producimos patatas, maíz y habas, y de eso nos alimentamos”, comentan a la ONG Ayuda en Acción. Insisten, además, en la desesperación que sienten al no saber qué dar de comer a su familia. “Nuestra producción está amenazada por las sequías y lluvias torrenciales”.

Fatuma Mohamed Omar, junto a sus cinco hijos, en el campamento de desplazados internos Hagarka, en Baidoa, al sureste de Somalia.
Fatuma Mohamed Omar, junto a sus cinco hijos, en el campamento de desplazados internos Hagarka, en Baidoa, al sureste de Somalia.Cedido por Unicef

Los países que viven de la agricultura ven mermada su seguridad alimentaria debido a los efectos del cambio climático, cada vez más recurrentes, extremos y prolongados, dice la responsable de proyectos de Ayuda en Acción en Centroamérica, Almudena Barrios. Además, detalla que los sistemas mundiales no están pensados para alimentar a la población, sino para comercializar.

La pobreza y el hambre, una relación inquebrantable

La pandemia y ahora la Guerra en Ucrania han exacerbado la debilidad de los sistemas alimentarios con el aumento del precio del combustible y de los fertilizantes; el cierre de las cadenas de suministros y la falta de políticas públicas enfocadas en garantizar el derecho a una alimentación de calidad. El GHI habla de que, solo en 2021, la crisis provocada por la covid-19 aumentó por primera vez en este siglo los niveles de pobreza extrema de 641 millones de personas a 714 millones. “Sumadas cada una de estas tenemos un cóctel inminente de pobreza”, detalla el documento.

Máximo Torero, subdirector general de la FAO, menciona en su artículo Acabar con el hambre, ¿un sueño o todavía una posibilidad? –publicado dentro del informe GHI– que el problema del hambre no tiene que ver con una falta de alimentos para dar de comer a todos los habitantes del mundo; sino con que “las personas que pasan hambre solo carecen de acceso a ellos”. También asegura que el aumento de los precios –producto de la inflación de la guerra en Ucrania– ya ha puesto incluso los alimentos más básicos fuera del alcance de muchas familias pobres de todo el mundo.

El informe, que recaba datos de 136 naciones del mundo, prevé que 46 países no alcanzarán un nivel del hambre bajo en 2030 y posiciona a otros 36 en un rango moderado de inseguridad alimentaria; mientras que 35 se encuentran en una situación de hambre grave y nueve en situación alarmante. Aunque el documento coloca un panorama desolador, organismos como Unicef, Ayuda en Acción y Médicos sin Fronteras afirman que esta no ha sido una década perdida: al menos un país de casi todas las regiones del mundo han mejorado sus cifras; 32 en total. Y sostienen que la única manera para impedir este sufrimiento es un trabajo coordinado entre los organismos internacionales, nacionales y locales. “Son las mismas comunidades quienes conocen sus necesidades. Es importante buscar el respeto a sus conocimientos ancestrales, potenciar su liderazgo mediante la creación de capacidades y financiación”, asegura Almudena Barrios, de Ayuda en Acción.

“No podemos clasificar a las víctimas, elegir a quien ayudar, todas las vidas son importantes. Esta es una emergencia que exige una intervención inmediata”, concluye Ximena Campos, de MSF. Y advierte que lo peor de la crisis humanitaria en el noreste y noroeste de Nigeria aún está por llegar. “Septiembre y octubre es época de escasez, cuando la desnutrición se dispara porque la cosecha no empieza hasta noviembre”, detalla. Y aclara que con los años ha visto que los periodos de sequía empiezan cada vez un poco antes y terminan después. “Este año, el incremento de casos empezó en abril, así que no sabemos qué nos espera en los próximos meses”, concluye.

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