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Planeta Futuro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La educación es un salvavidas en los campos de refugiados rohinyá de Bangladés

El mes pasado, un incendio arrasó uno de los campamentos del enorme asentamiento de Cox’s Bazar, dejando a más de 3.500 niños vulnerables sin hogar. También perdieron sus preciados libros de texto

Campos de refugiados rohinya de Banglades
Mohammad Rafiq, de 14 años, contempla los restos de su campamento en Cox's Bazar, Bangladés, después de que un incendio lo arrasara el pasado 7 de enero.Unicef/Kruglinski

A primera hora de la mañana del 7 de enero, un incendio arrasó el Campamento 5 de refugiados rohinyá en Cox’s Bazar, al sureste de Bangladés, dejando a niños —ya de por sí vulnerables— asustados y sin hogar. Mientras las llamas devoraban sus queridas mochilas, libros de texto y centros de aprendizaje, los niños lamentaban la pérdida de su educación, un salvavidas para su futuro.

No hay nada más gratificante que sentarse en el suelo de un aula en el campamento de refugiados de Cox’s Bazar y escuchar a los niños rohinyá contarle a uno lo mucho que desean aprender y cómo sueñan con recibir sus lecciones diarias. Esas conversaciones, grabadas en mi cabeza y en mi corazón, nos interpelan para hacer algo más por estos niños y niñas que ya han sufrido tanto en sus cortas vidas. Y, sin embargo, a la 1 de la madrugada del 7 de enero, las llamas arrasaron el Campamento 5 de Cox’s Bazar, y los niños que ya habían perdido tantas cosas perdieron aún más. Los fuegos son demasiado frecuentes en los campamentos.

En la actualidad, Cox’s Bazar es el mayor asentamiento de refugiados del mundo; un millón de rohinyás dependen de la ayuda humanitaria para recibir educación, protección, alimentos, agua, refugio y atención sanitaria básica.

Mohammad Rafiq, de 14 años, no es ajeno a los incendios que destruyen todo lo que le es querido. Lleva seis años viviendo en el Campamento 5, tras huir de la violencia y la persecución en Myanmar. Su familia escapó cuando su aldea fue incendiada en agosto de 2017. La madre de Rafiq fue la primera en percatarse de las llamas que envolvían su campamento. Vio cómo el fuego se acercaba a su casa. Aterrorizada, evacuó a su familia y huyó a un campamento cercano con Rafiq y sus hermanos. No les dio tiempo a recoger sus pertenencias. Cuando la familia regresó a su casa, solo encontraron cenizas. Lo habían perdido todo. En total, este incendio dejó sin hogar a más de 5.000 refugiados, entre ellos 3.500 niños.

Rafiq quedó especialmente destrozado por la pérdida de sus libros de texto. En el suelo encontró una hoja parcialmente quemada de uno de ellos. Agarrando la página en la mano, se fue corriendo colina abajo, pasando junto a los restos humeantes de los refugios e instalaciones de los campamentos vecinos. Donde una vez estuvo su escuela no había más que escombros. En total, 11 centros de aprendizaje apoyados por Unicef, donde los niños estudiaban y jugaban, así como seis refugios utilizados para las clases de Desarrollo de la Primera Infancia, quedaron reducidos a cenizas. Rafiq y otros 1.500 niños habían perdido su único medio de educación y una fuente fundamental de esperanza.

Algunos de sus compañeros también habían corrido para ver cómo estaba su clase. Su profesor, Ekram, que estaba limpiando los escombros, recuerda la pregunta que le hicieron los alumnos: “Señor, nuestro centro de enseñanza ha desaparecido, nuestros libros también. ¿Cómo se supone que vamos a estudiar?”.

Para los niños refugiados rohinyá, que sueñan con regresar algún día a su patria y contribuir al futuro de Myanmar, la educación lo es todo

Para los niños refugiados rohinyá, que sueñan con regresar algún día a su patria y contribuir al futuro de Myanmar, la educación lo es todo. A Rafiq, que está en quinto curso, le encanta estudiar birmano, una de las lenguas que se enseñan en los campamentos, según el plan de estudios nacional de Myanmar. “Cuando estudio birmano, me ayuda a recordar mi tierra”, afirma. “Mi libro de texto de birmano tenía fotos e historias de mi país. Solo me ha quedado una página”.

Proporcionar educación a todos los niños y adolescentes de Cox’s Bazar es una iniciativa de magnitud considerable. Unicef y sus socios ayudan a 240.000 a aprender en 3.000 centros de aprendizaje, con donantes como La Educación no Puede Esperar (ECW, por sus siglas en inglés), el Banco de Desarrollo KfW y los gobiernos de Canadá, Australia, Estados Unidos y Reino Unido, entre otros. Gracias a ellos fue posible poner en marcha en 2021 el proyecto piloto del plan de estudios de Myanmar, lo que significa que todos los estudiantes rohinyá pueden recibir educación en su lengua nacional, un paso importante para ayudarlos a regresar algún día a sus hogares.

Sin embargo, la educación de las adolescentes sigue siendo un reto. Se enfrentan a importantes obstáculos en el aprendizaje debido a las normas sociales y culturales que restringen sus movimientos fuera de sus hogares. Una encuesta de Unicef realizada en 2023 entre las adolescentes no escolarizadas de los campamentos de Cox’s Bazar revelaba que muchos padres son reacios a que sus hijas vayan a la escuela por temor a su seguridad. Para hacer frente a esta situación, hemos creado centros de aprendizaje basados en la comunidad —clases que se imparten en hogares cercanos a donde viven las niñas— con profesoras. Para los padres preocupados, este modelo educativo de barrio supone una garantía adicional.

Hace unas semanas conocí a algunas de estas niñas. Comprensiblemente tímidas al principio, se animaron bastante cuando les pregunté si el sol gira alrededor de la tierra o viceversa. Ellas también querían preguntar. ¡Teníamos una clase de científicas! Me hizo pensar en la promesa y el potencial que encierran estas jóvenes y en lo importante que es que les ofrezcamos soluciones de aprendizaje en sus circunstancias.

Pocos días después del incendio, Unicef había creado centros de aprendizaje temporales que cumplen una doble función: permiten a los niños seguir aprendiendo y les ayudan a recuperarse del trauma. También distribuimos kits Escuela en una caja, que incluían cuadernos, lápices de colores, lápices, reglas y pizarras. Y devolvimos la sonrisa a Rafiq y a muchos otros alumnos distribuyendo libros de texto nuevos a los afectados por el incendio. Esas sonrisas no tienen precio.

Para las niñas y los niños que han perdido gran parte de su infancia, la oportunidad de aprender es una tabla de salvación. Proporciona esperanza y curación; es una fuente de motivación; y es el camino hacia un futuro mejor. Hagamos más por los niños rohinyá.

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