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Elías Jengo, educador y pintor tanzano: “Las raíces del arte son africanas”

Tras una vida dedicada a fomentar el talento de los creadores en su país, este octogenario multifacético reflexiona sobre el papel del colonialismo en la cultura del continente

Elias Jengo
Elias Eliezar Jengo, el 25 de abril en su estudio en Dar Es Salam.DIEGO MENJIBAR

Elias Eliezar Jengo (Tanga, 1936) ha dedicado al arte toda la vida. Por eso, no resulta extraño que en las paredes de su estudio a las afueras de Dar es Salam, en la costa de Tanzania, descansen sus múltiples reconocimientos internacionales, y sobre los anaqueles se conserven sin rastro de polvo los cientos de libros que todavía hoy sigue consultando. Varios escritorios, caballetes y lienzos, pinceles y colores, fotografías en sepia y algunas de sus obras terminan de componer el universo que este escritor, pintor, historiador del arte africano, educador y profesor universitario ha ido construyendo a lo largo de su vida. A sus 88 años, Jengo explica que ha empezado a fallarle el corazón, pero que su memoria permanece intacta: “Por eso escribo”, asegura.

Reconocido como una eminencia educativa y como una de las figuras que más ha contribuido a definir la escena artística contemporánea de Tanzania, Jengo abre las puertas de su casa para rememorar los pasos de toda una trayectoria. Mira a un punto infinito en su estudio, y con voz quebrada y tono sosegado, recuerda aquellos primeros contactos con el arte: “En la guardería solía dibujar en la arena y veía que a mis amigos les gustaba, siempre me pedían que les dibujara. Ese fue el germen”, explica. Proveniente de una familia acomodada y el último de ocho hermanos, señala que fue durante la enseñanza secundaria cuando realmente empezó a tomarse muy en serio su carrera artística. Su talento hizo posible que la Administración británica (Tanzania fue colonia desde 1919 hasta 1961) le ofreciera una beca de cuatro años, y así, en 1959, se trasladó a Kampala, capital de Uganda, donde estudió Artes y Educación en la Universidad de Makerere, la única que había en África Oriental en aquella época.

Los británicos son excelentes a la hora de dividir a la gente

Los años siguientes estuvieron marcados por los procesos de independencia en África. La de Tanganica (nombre que recibía Tanzania antes de unirse con Zanzibar) llegó en 1961, cuando Jengo seguía formándose en el país vecino. Al terminar sus estudios, en 1963, se inició como profesor en el Instituto Tabora de Dar es Salam, un centro que el profesor utiliza como el ejemplo perfecto para describir aquella etapa de descolonización cultural: “Los británicos son excelentes a la hora de dividir a la gente. La escuela secundaria gubernamental para niños de Tabora fue construida por ellos, y solo podían acceder los hijos de los jefes (chiefs). Tras la independencia se convirtió en una escuela pública. Fue allí donde el primer presidente de la República de Tanzania, Julius Nyerere, estudió y posteriormente ejerció como profesor de Biología e Inglés”, detalla.

La carrera del profesor Jengo despegaba en aquellos años: después de completar sus estudios en la Universidad de Kent, Ohio, y su posgrado en el campo de Tecnología Educativa en la Universidad Sir George Williams de Montreal (Canadá), volvió a su tierra, donde se volcó durante más de tres décadas en la tarea educativa que ha marcado toda su vida: “Enseñé dibujo, pintura, Historia contemporánea del arte africano e Historia mundial del arte. Estoy particularmente orgulloso de haber fundado, junto a mi compañero Sam Ntiro, el Departamento de Bellas Artes y Artes Escénicas de la Universidad de Dar es Salam en 1975, que actualmente acoge a más de 300 alumnos”, cuenta. Desde entonces, Jengo ha seguido creando obras que él define como modernistas y semiabstractas, aunque reconoce que es imposible encasillarlas. Sus pinturas tratan temáticas como la liberación de la mujer, la contaminación del entorno, las enfermedades, la mitología o el tribalismo: “Represento problemas globales, pero no abandono mis raíces”, remarca.


En EE UU me di cuenta de que los estudiantes preguntaban, inquirían y retaban constantemente. Aquí no pasa esto porque en nuestra cultura no se permite cuestionar a una persona mayor

Si se tuviera que destacar uno de los tantos aspectos del legado de Elias Jengo, sin duda sería su contribución en el ámbito educativo: “En este país las mujeres y los niños son tratados como inferiores, algo que proviene de una tradición muy obsoleta. A los niños no se les da libertad para expresarse y salen muy tímidos, muy callados. Crecen así y llegan a la universidad así. Cuando enseñaba en Estados Unidos me di cuenta de que los estudiantes representaban un desafío: no era solo hablar, sino que preguntaban, inquirían y retaban constantemente. Aquí no pasa esto porque en nuestra cultura no se permite cuestionar a una persona mayor. Por eso me centré en los niños, para hablar con ellos, escucharles… Esta metodología me hizo muy popular entre los padres”.

Jengo recuerda también cómo el arte y la cultura pasaron por épocas oscuras durante la administración británica. Cuatro periodos históricos, según él, minaron la creatividad africana durante la época colonial y precolonial: el tráfico de esclavos, el colonialismo, el cristianismo y el islam. “Fueron periodos muy confusos para la gente, donde la paz se turbó, y sin paz el arte no puede crecer”. Destaca sobre todo la responsabilidad de un hombre: Frederick Lugard, el ideólogo del ‘gobierno indirecto’ (indirect rule, en inglés), la forma con la que la administración británica segregó a las comunidades locales, privándolas de sus derechos. “Durante el colonialismo, la educación artística para los africanos se limitó. No se enseñaba arte en las escuelas tanzanas, solo en las europeas y asiáticas”, lamenta

Años más tarde, en plena época poscolonial, organizaciones como la Alliançe Française, el Instituto Goethe o el Centro Danés para la Cultura y el Desarrollo, entre otras, entraron en juego. “Tanzania firmó acuerdos culturales con Alemania, Francia, Reino Unido, Suiza o Estados Unidos, pero la modernización del arte tanzano no proviene de esas organizaciones, sino que bebe de otras fuentes como la globalización, los medios de comunicación de masas, los libros, las publicaciones especializadas, las redes sociales... Lo que sí hicieron fue dar espacios para visibilizar nuestro trabajo”, expone Jengo.

Primer presidente del Consejo Nacional de las Artes en 1971, miembro fundador del centro artístico Nafasi y director de la Asociación de la Bienal del Este de África desde 2003, entre otros títulos, Jengo ha sido testigo directo de la evolución del arte contemporáneo de su país. Es por eso que no duda en afirmar que la época dorada del panorama artístico tanzano es hoy: “Los años noventa y 2000 fueron un periodo de reconocimiento para los artistas locales, pero ahora ese reconocimiento se ha materializado y estamos presentes en diferentes partes del mundo”. Y añade: “Los artistas africanos estamos muy conectados con la identidad porque así es como nos diferenciamos del resto. La generación actual ya no solo utiliza el arte para representar problemas o progresos en el continente, sino también como forma de autoexploración”.

Sentado en el estudio que su hijo le construyó hace apenas siete meses como santuario para su retiro, el profesor Jengo pasa sus días en compañía de su familia. Allí, rodeado de sus hijos, sobrinos y tataranietos, pinta, lee y escribe su libro: “Trata sobre el arte contemporáneo africano y sus raíces. Es lo que he intentado enseñara mis alumnos durante toda mi vida: que la narrativa de que Europa es el epicentro del arte todavía persiste, pero no es así. Las raíces del arte son africanas”.

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