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Cómo la ultraderecha cristiana occidental ejerce influencia en la cruzada anti-LGTBI en Ghana

Grupos como el Congreso Mundial de las Familias o CitizenGO azuzan desde hace años la homofobia en el país africano, cuyo Parlamento aprobó en febrero una ley que criminaliza la homosexualidad. La estrategia pasa por persuadir a la población local de que son los guardianes de la ortodoxia religiosa

Manifestación contra la ley anti-LGTB ghanesa, delante de la embajada de Ghana en Londres, el pasado 6 de marzo.
Manifestación contra la ley anti-LGTB ghanesa, delante de la embajada de Ghana en Londres, el pasado 6 de marzo.ANDY RAIN (EFE)

La activista Rita Nketiah se preparó a conciencia para asistir al Congreso Mundial de las Familias (WCF por sus siglas en inglés) que en 2019 tuvo lugar en Acra, la capital de Ghana. Sabía que el evento —organizado por una alianza de entidades ultraconservadoras de EE UU— sería un aquelarre anti-LGTBI. Un homenaje al orgullo hetero en el que su apariencia habitual provocaría suspicacias.

Nketiah, que se identifica como queer y rechaza ser clasificada por sus prácticas sexuales o su género, recibió un cursillo de seguridad a cargo de democraciaAbierta, la plataforma de periodismo independiente que la había convencido para inflirtrarse en la boca del lobo. Hizo de tripas corazón y se metió de lleno en un papel opuesto a su identidad. Por videoconferencia, narra que aquel día se vistió “como una ghanesa cristiana de clase media, muy normativa”. Cuenta que se mantuvo en un discreto segundo plano, sin hablar casi con nadie, tomando notas y aguantando estoicamente.

“Aquello parecía una congregación en la que todos predicaban”, continúa Nketiah. Acudieron políticos de alto nivel y reputados académicos. Hubo cánticos religiosos y exaltación patriótica. Entre delirios “de pánico moral pseudocientífico”, Nketiah encontró un hilo conductor: “La idea era vincular los derechos LGTBI con un peor desarrollo del país, incluso con su destrucción, básicamente porque según ellos, denigran a la familia tradicional, que es el eje de nuestra sociedad”. El lema del congreso resumía esta idea: La familia africana y el desarrollo sostenible: familias fuertes, naciones fuertes.

Como socio local, el WCF contó para su congreso en Acra con una organización ghanesa de nombre críptico: Coalición Nacional para los Derechos Sexuales Humanos Adecuados y los Valores Familiares. Se trata de una amalgama de evangélicos, musulmanes y chiefs (líderes religiosos tradicionales) comandada por Moses Foh-Amoaning, un abogado que defiende sin tapujos las terapias de conversión para curar homosexuales. O que llama a reapropiarse —mediante enrevesadas citas bíblicas— del arcoíris con el fin de purificarlo de su simbolismo gay. O que grita a los cuatro vientos los perjuicios para la salud (amén de su esencia demoníaca) del sexo anal. Junto a políticos como Sam George (actual líder de la oposición), Foh-Amoaning ha sido el principal portavoz de la campaña homófoba en Ghana, que ha desembocado en la reciente aprobación —a falta de la firma del presidente ghanés, Nana Akufo Addo— de una ley que criminaliza severamente a las minorías sexuales. El texto votado en el Parlamento incluye, en su mismo título, la expresión “derechos sexuales humanos adecuados”. George y Foh-Amoaning cruzan con frecuencia el Atlántico para confraternizar con la línea dura de la derecha cristiana estadounidense.

Un hito antigay

En el congreso de 2019 intervinieron caras conocidas de la derecha cristiana estadounidense como Brian Brown, presidente de la Organización Internacional para la Familia, o Sharon Slater, fundadora de Family Watch International (FWI), muy beligerante en Uganda, donde el pasado año se aprobó una de las leyes antigais más agresivas del mundo. Este mismo miércoles, el Tribunal Constitucional desestimó una petición para vetarla.

Sharon Slater, líder de la organización conservadora Family Watch International, interviene en una conferencia sobre familias en Uganda, en abril de 2023.
Sharon Slater, líder de la organización conservadora Family Watch International, interviene en una conferencia sobre familias en Uganda, en abril de 2023. THE GUARDIAN

Un informe de la red para la justicia reproductiva Ipas diseccionó en 2023 la influencia extranjera en la cristalización de un frente homófobo en Ghana. Sus autores describen un entramado de vínculos personales entre figuras insignes de la campaña anti-LGTBI ghanesa y el ultraconservadurismo occidental. También explican cómo el activismo digital foráneo ha ayudado a que allí vaya germinando la intolerancia contra la diversidad sexual. Y aseguran, citando a fuentes que asistieron al WCF, que el propio Brown llamó en su discurso de bienvenida a “criminalizar las prácticas homosexuales”. Este periódico ha tratado de contactar en numerosas ocasiones con los promotores del WCF, sin obtener respuesta.

Nketiah sostiene que el WCF de 2019 marcó un hito en el afán de institucionalizar el sentimiento antigay en Ghana. Fue, explica, el espaldarazo definitivo para pasar de las vagas intenciones a la acción decidida. “Antes ya había acoso, incluso gente que abogaba por meternos en el cárcel”, admite, “pero nadie les tomaba muy en serio y nos sentíamos más o menos seguros”. El acontecimiento, estima esta activista, marcó la transición entre las agresiones esporádicas y una “homofobia estructural orquestada por el propio Estado”. Según una información de CNN aparecida en 2021, varios asistentes instaron aquellos días a activar una maquinaria legal que pusiera coto a los derechos LGTBI.

Kwaku Adomako, antropólogo e investigador en la Universidad de Lausanne (Suiza), suscribe que “la influencia del WCF [el evento en sí, pero también el trabajo soterrado de los actores que lo promovieron] ha sido inmensa” en el diseño y promoción de la ley. Además, prosigue Adomako, el “discurso de odio” que propaga el WCF ha contribuido a hacer de la homofobia furibunda la opinión hegemónica en Ghana, casi la única posible.

Una cruzada blanca

El activista anti-LGBT Brian S. Brown en una imagen de su fundación, llamada International Organization for the Family.
El activista anti-LGBT Brian S. Brown en una imagen de su fundación, llamada International Organization for the Family.

Según Nketiah y organizaciones como Human Rights Campaign, Brown y Slater encabezan la cruzada blanca en África contra una supuesta agenda global que busca, con oscuras motivaciones, esparcir la homosexualidad por todo el planeta. En 2022, el diputado ghanés Sam George viajó a Utah (EE UU) para intervenir en una conferencia sobre “políticas para la familia africana” auspiciada por FWI. En Facebook, George alardeó de que el borrador de la ley había sido “muy bien recibido por los participantes”.

También acudió al WCF de 2019 Ann Kioko, directora en África de CitizenGO, la iniciativa creada en 2013 por el español Ignacio Arsuaga con el propósito de aunar esfuerzos entre HazteOir —el movimiento ultracatólico que fundó en 2001— y grupos cristianos radicales de otros países.

En un reportaje de 2022, The Bureau of Investigative Journalism detallaba las actividades en Ghana y Kenia de CitizenGO, al que acusaba de acosar, mediante campañas virales, a activistas o simpatizantes LGTBI. Apenas unos meses después del WCF de 2019, la organización de Arsuaga —también contactada sin respuesta para este reportaje— puso en Ghana su particular pica en Flandes. En colaboración con un grupo local que se hace llamar Abogados de Cristo, recogió firmas instando a las autoridades a prohibir una conferencia LGTBI panafricana que iba a tener lugar en Acra. La convocatoria fue cancelada, oficialmente por culpa de la covid-19.

Dinero y dialéctica

En Ghana y en toda el África subsahariana, la oleada homófoba occidental se sustenta, coinciden los expertos, en dos pilares. Por un lado, dinero y logística. “¿Cómo se financia la coalición de Foh-Amoaning?”, se pregunta Nketiah. Un artículo de democraciaAbierta acreditó que 20 grupos ultraconservadores de EE UU habían destinado unos 50 millones de euros al continente. Sobre todo, para acciones antiabortistas y en defensa de la familia tradicional.

La segunda columna de la lucha occidental contra la homosexualidad en África es dialéctica y ha ido tejiendo, con argumentos nebulosos, un relato que entremezcla vueltas de tuerca neocolonialistas y teóricos designios divinos. Primero, señala Nketiah, “se insiste en que los derechos LGTBI son un constructo foráneo, antiafricano”. Otra imposición del antiguo opresor, que, tras abandonar África durante la descolonización, vuelve a la carga para reconquistar conciencias.

¿Cómo se resuelve esta paradoja? Durante el WCF de Acra, Nketiah escuchó la solución al acertijo. “Los estadounidenses repitieron machaconamente que en su país se habían abandonado los valores familiares. Y que, por suerte, África se los estaba recordando”. Un sistema de creencias en torno a la sexualidad, recuerda Adomako, propio “del cristianismo dogmático que las potencias europeas llevaron a sus colonias”. Obviando esta evidencia, las proclamas del WCF, relata Nketiah, siguieron idéntico patrón: “Al parecer, nadie estaba persuadiendo a los africanos de nada. Más bien al contrario. Como si, tras perder el norte, los pobres blancos estuvieran en busca de una guía espiritual. El público se lo tragó, aplaudía encantado”.

Cuando venía algún pastor blanco a predicar, siempre decía lo mismo: “¡Sois el pueblo elegido! ¡Cristo confía en vosotros! ¡Occidente está perdido y ahora la responsabilidad recae sobre vuestros hombros!”
Ballet Djedjé, investigador marfileño y autor de 'Cómo amarse a sí mismo siendo gay en África'

A Ballet Djedjé, investigador marfileño y autor de Cómo amarse a sí mismo siendo gay en África, este tipo de discursos le resultan familiares. Recuerda que, de niño, solía acudir con sus padres a una iglesia evangélica. “Cuando venía algún pastor blanco a predicar, siempre decía lo mismo: ‘¡Sois el pueblo elegido! ¡Cristo confía en vosotros! ¡Occidente está perdido y ahora la responsabilidad recae sobre vuestros hombros!’”. Según Djedjé, “este sentimiento de superioridad, el creerse mejores que los blancos en el ámbito moral, ha ido tomando forma hasta hacerse muy poderoso en toda África”. Adomako confirma que en Ghana abunda lo que él denomina “una curiosa forma de empoderamiento: pensar que son más cristianos que los occidentales”.

Tras observar lo ocurrido en varias excolonias británicas (Uganda y Ghana, pero también Kenia o Nigeria), Djedjé teme que el rigor legislativo anti-LGTBI se extienda ahora al África francófona. Le preocupa un encuentro que tendrá lugar este verano en Abiyán, la capital de Costa de Marfil. Es la Conferencia Fortaleciendo la Familia (CFF) que cada año hospeda un país africano distinto. La impulsa el matrimonio Stanley y Wendy Nielsen, miembros destacados de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con sede en Salt Lake City (Utah, EE UU), el epicentro mormón.

En 2019, el mismo año en que se celebró el WCF en Acra, la capital ghanesa acogió además la primera CFF celebrada en el continente. Allí estuvieron la primera dama, Rebecca Akufo-Adoo, y Freda Prempeh, del Ministerio de Género e Infancia, quien aseguró que su Gobierno abría las puertas “para seguir colaborando” con los Nielsen “en la sostenibilidad de los lazos familiares”. El pasado 2023, durante un curso de formación en Kasoa (Ghana), la pareja confesó sentirse “entre milagros vivientes”.

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