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El sabor amargo de los kiwis italianos

Italia es uno de los mayores productores de esta fruta del mundo. Una investigación detalla que en sus campos se explota a trabajadores indios. La multinacional neozelandesa Zespri, que compra y comercializa parte de la producción, asegura que ahondará en estas acusaciones

Recoleccion kiwis
Un trabajador indio cosecha kiwis.STEFANIA PRANDI
Stefania Prandi Francesca Cicculli Charlotte Aagaard / Kusum Arora
Lagunas Pontinas (Italia) / Jalandhar (India) -

Surinder Kaur sonríe mientras da la bienvenida a sus invitados quemando incienso y esparciendo pétalos de rosa delante de la puerta de su casa. Nos acompaña al cuarto de estar, se acomoda en un sillón y empieza a hablar de su esposo, Balbir Singh. En el momento de esta entrevista hace nueve años que no lo ve. “Nos llama todos los días por videoconferencia a mí y a mi hija durante el descanso del trabajo y nos enseña las manos hinchadas con los cortes que se hace al recoger los kiwis a mano”, cuenta. Kaur vive en Garhshankar, en el Estado de Punyab, en el norte de India, con su hija Aman, que estudia Enfermería. Su otra hija se prepara para ser jueza y el hijo mayor está en Australia trabajando como mecánico.

La familia de Balbir Singh conoce bien la vida de los migrantes indios en la zona de Lagunas Pontinas, en la región del Lacio, en el centro de Italia, uno de los principales puntos de producción de frutas y verduras del país europeo, en la que reside una numerosa comunidad oriunda de Punyab. Al igual que muchos otros compatriotas, Singh, un exprofesor de inglés, llegó allá en busca de fortuna y ha tenido que convivir con la explotación económica y la violencia. “Siempre nos contaba la verdad, pero no en detalle. Pensaba que podía hacernos sufrir si nos lo decía todo, pero sí nos explicaba, por ejemplo, que se veía obligado a alimentarse del pan duro que echaban a los animales”, explica Kaur.

La segunda vez que me pegó pensé en huir, pero ¿adónde habría ido sin documentos?”
Balbir Singh, migrante indio en Italia

Balbir Singh es el primer emigrante al que se le ha concedido un permiso de residencia en Italia “por razones de justicia” gracias a que tuvo el valor de denunciar. Entre 2012 y 2018, cuando trabajaba en una granja cuidando el ganado, vivió en una caravana destartalada sin retrete ni agua, comía los restos que su patrón tiraba a la basura y ganaba entre 50 y 100 euros al mes. El propietario del lugar, además, le había confiscado la documentación para que no pudiera marcharse. A eso se añadían las amenazas y los golpes. “La segunda vez que me pegó pensé en huir, pero ¿adónde habría ido sin documentos?”. Balbir Singh consiguió salvarse gracias a la intervención de la policía, alertada por Marco Omizzolo, activista y profesor de Sociopolitología de la Migración en la Universidad La Sapienza de Roma. Omizzolo vive bajo protección debido a las amenazas que ha recibido por su compromiso en la lucha contra el caporalato, una explotación extrema de la mano de obra similar al esclavismo.

“Trabajo en gris”

En los últimos 30 años, la zona de Lagunas Pontinas, en la provincia de Latina, Italia, ha sido uno de los destinos principales de los trabajadores sijs de Punyab. Según Omizzolo, oficialmente hay casi 13.000 indios viviendo en Latina, pero si se incluye a los que no tienen permiso de residencia, la cifra podría ascender a los 30.000. La mayoría trabajan como peones en el sector hortofrutícola. En Lagunas Pontinas abundan los contratos irregulares y los salarios insuficientes. La estrategia es el llamado “trabajo en gris”, es decir, pagar parte del sueldo declarado y otra parte en negro. Los empresarios utilizan este método para abonar menos cotizaciones e impuestos al Estado. Eso se traduce en que hay obreros obligados a trabajar en el campo siete días a la semana, una media de 10 horas por jornada, cobrando no más de seis euros por hora. Los accidentes laborales son frecuentes y ha habido casos de violencia psicológica y física. Los que protestan o se rebelan se arriesgan a ser despedidos de inmediato y a sufrir represalias.

A este miedo se suma su irregularidad: sin un contrato de trabajo en regla, no pueden renovar el permiso de residencia para vivir legalmente en Italia. Esta situación ha llevado a muchos trabajadores a la desesperación absoluta y, por ejemplo, en octubre de 2022, en cuatro días dos jornaleros que no llegaban a los 25 años se quitaron la vida en las explotaciones agrícolas en las que trabajaban.

Para llegar a Italia, los trabajadores pagan hasta 15.000 euros a los intermediarios indios y contraen deudas en su país de origen. Tienen que pedir préstamos a conocidos y familiares o vender las tierras, las vacas y las joyas de la familia. En Punyab, el salario mensual de los que realizan tareas manuales suele ser de entre 80 y 120 euros. Por eso Italia, donde un peón indio gana una media de 863 euros al mes, es un destino muy apreciado.

En una primera entrevista en julio de 2022, Balbir Singh trabajaba entonces en una plantación de kiwis. Nos reunimos en la casa en la que vivía junto con otros tres compañeros y cuando le preguntamos sobre el trato que reciben por parte de las empresas para las que trabajan, apartó la mirada y dio una respuesta vaga. La situación empeoró cuando un capataz de la propiedad agrícola irrumpió en el lugar e interrumpió la entrevista. “Dejé de hablar porque me asusté”, explicó al día siguiente.

Entre julio y diciembre, los migrantes indios trabajan sobre todo en las plantaciones de kiwis, un cultivo muy rentable. Italia produjo el año pasado más de 500.000 toneladas de kiwis, la mayoría en el Lacio, y las exporta a 50 países. Es el primer productor europeo de esta fruta, seguido de cerca por Grecia, y el tercero del mundo después de China y Nueva Zelanda.

“No tenía elección”

Esta investigación, llevada a cabo entre Italia, India y Dinamarca con más de 50 entrevistas a trabajadores, sindicalistas, investigadores, familias indias, intermediarios, compañías y distribuidores, ahonda en la cadena de producción de los kiwis italianos. El país europeo se ha convertido en las últimas décadas en un destino en el que grandes multinacionales, principalmente la empresa líder neozelandesa Zespri, han localizado su producción. Una buena parte (10,5%) de la cosecha mundial de Zespri se cultiva en el Lacio, en concreto en la región de Latina, y se vende con su marca. Con un volumen de ingresos por ventas de 2.500 millones de euros entre 2021 y 2022, y más de 200 millones de cajas de kiwis vendidas en todo el mundo, Zespri es conocida sobre todo por la variedad SunGold, de pulpa amarilla y la más plantada en Lagunas Pontinas.

No tenía elección, tenía que ganar dinero para mis cuatro hijos y mi mujer, a los que no he visto en 13 años
Gurjinder Singh, migrante indio

Desde los campos de las fincas pequeñas y medianas de Latina, los kiwis se transportan a los grandes almacenes de las cooperativas, donde se empaquetan y se marcan con el logotipo de la empresa antes de comercializarse en toda Europa. Según cuentan algunos productores, las normas de recolección de la multinacional son estrictas: se exigen guantes de algodón y maniobras delicadas y precisas. Es fundamental no estropear la fruta al colocarla en las cajas. El cuidado con que se trata a los kiwis contrasta con las condiciones que refieren los trabajadores de las explotaciones.

Kiwis Italia
19 de septiembre de 2022. Gurjinder Singh en Cisterna di Latina. Ha sido explotado durante 15 años como cosechador de kiwi. Ha trabajado para varias empresas de la zona, ganando entre cinco y seis euros la hora. Durante tres años ha trabajado para una empresa que vende kiwis a Zespri. Hubo un supervisor que lo regañó, gritando apenas dejó de trabajar por unos momentos. Ella lo insultó y amenazó con golpearlo.Stefania Prandi

Gurjinder Singh, con voz grave, hombros encorvados y ojos vidriosos, recuerda 15 años de explotación en los campos de kiwis. Tiene 50 años y ha trabajado para varias empresas de la zona cobrando entre cinco y seis euros la hora. En los últimos tiempos estuvo empleado tres años en una gran empresa que vende los kiwis a Zespri. La supervisora “me insultaba y me amenazaba con darme una paliza”. La mujer también grabó con su teléfono móvil cuando Singh hizo una pausa para beber y entregó las imágenes a sus jefes para mostrar que no era productivo, lo cual mereció que no se le pagaran algunas jornadas de trabajo. Cuando se le pregunta por qué no abandonó la empresa inmediatamente, el hombre se lleva las manos nudosas a la cara y rompe a llorar: “No tenía elección, tenía que ganar dinero para mis cuatro hijos y mi mujer, a los que no he visto en 13 años”. También temía que sus jefes pudieran hacer daño a sus seres queridos. “Cuando me fui éramos pobres. Pagué 14.000 euros a un traficante para venir, atravesando Rusia a pie por la nieve y luego en camiones en los que la gente moría por falta de oxígeno”, recuerda.

El testimonio de Gurjinder Singh fue confirmado por otros peones como Amandeep Singh, que explica que “normalmente ponen 600 o 700 euros en la nómina y dan 200 o 300 euros en negro”. Otro trabajador indio, Mandeep Singh, que estuvo contratado durante dos años por otra empresa con licencia de Zespri, explica que le pagaban 6,50 euros la hora y que todo el salario “estaba en la nómina”, pero fuera de los periodos de recolección no disponía del equipo de protección exigido por la ley para trabajar, como guantes y gafas.

Nos tomamos muy en serio las acusaciones formuladas y hemos iniciado una investigación al respecto
Zespri

Una investigación en curso

Cuestionado sobre las irregularidades encontradas en el curso de esta investigación en algunas empresas autorizadas a producir sus kiwis, Zespri respondió que “la gran mayoría de los empresarios del sector del kiwi se preocupan por su gente, aunque una pequeña minoría puede estar dejando de hacerlo”.

“Cualquier tipo de explotación de los trabajadores es inaceptable y nos comprometemos a exigir responsabilidades a las personas implicadas y a seguir mejorando nuestros marcos de cumplimiento para ayudarnos a hacerlo. Nos tomamos muy en serio las acusaciones formuladas y hemos iniciado una investigación al respecto, que incluye una reflexión sobre cómo apoyar a los trabajadores afectados”, detalló la compañía. Zespri añadió que trabaja con más de 1.200 cultivadores en Italia a los que se exige el certificado de Evaluación de Riesgos Global (Global Risk Assessment On Social Practice), un sistema de certificación independiente e internacional que establece criterios de seguridad, salud y bienestar de los trabajadores.

Los proveedores de Zespri, que envasan el producto, también están registrados en Sedex, un organismo de certificación independiente que supervisa las condiciones de los trabajadores que trabajan para los proveedores italianos de kiwis SunGold. Zespri afirma también que se ha puesto en contacto tanto con los organismos de certificación como con sus proveedores “para ponerles al corriente de las supuestas prácticas desleales” denunciadas en esta investigación y “tratar de obtener más información” al respecto.

En una última entrevista con Balbir Singh, en enero de 2023, explicó que estaba en India asistiendo a la boda de su hijo tras más de nueve años de ausencia. “Estoy esperando mi indemnización y el cierre del caso en la justicia (por su denuncia en 2018). Después quiero llevarme a mi mujer a Italia, donde he decidido construir una casa. Estoy impaciente de ver llegar los días buenos”, confió.

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