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Claves de la nueva ley de cooperación: más feminista, global y con el compromiso del 0,7%

Entra en vigor la norma que regirá la ayuda internacional española, que recoge el objetivo de aumentar el presupuesto al 0,7% del PIB, junto con otras novedades como su enfoque de género o la creación del estatuto del cooperante

Ley de Cooperación
La nueva Ley de Cooperación establece que un 10% de la ayuda oficial al desarrollo se destine a ayuda humanitaria. En la imagen, despliegue del hospital START de la AECID en Mozambique.Miguel Lizana (AECID)
Alejandra Agudo

Con la aprobación este jueves en el Congreso de la nueva Ley de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y Solidaridad Global, culmina un proceso de negociación, cambios y trámites que se ha prolongado más de dos años y da respuesta al clamor del sector para la sustitución de la ley de 1998 que, según su criterio, había quedado obsoleta. El texto definitivo, una vez votadas favorablemente todas las enmiendas del Senado, ha salido adelante con un respaldo mayoritario del arco parlamentario; únicamente la ultraderecha votó en contra en el último trámite en el Senado y ha vuelto a mostrar su rechazo en el debate previo a la votación última en la Cámara Baja. La Ley sí satisface a las organizaciones del ramo. Las principales novedades pasan por el reconocimiento explícito del enfoque feminista de esta política exterior, su alineamiento con las agendas internacionales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU o el Acuerdo de París, y el compromiso por escrito de alcanzar para 2030 una inversión del 0,7% de la renta nacional bruta para ayuda al desarrollo. “Nos sitúa donde nos quieren ver los españoles: ofreciendo soluciones a los problemas globales”, ha valorado el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en su intervención.

“Había muchos diagnósticos de la necesidad de un cambio integral del sistema”, anota Iliana Olivié, investigadora principal y coordinadora del área de Cooperación Internacional del Real Instituto Elcano. “Desde hace una década, las debilidades estaban claras”, agrega. “La ley del 98, en su momento, estuvo bien. Pero el mundo cambia y hacía falta una actualización”, coincide Irene Bello, presidenta de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo. Tal renovación está ya hecha y, como representante de las organizaciones del sector, Bello se declara “satisfecha”, tanto con el proceso participativo de elaboración de la ley, como con el resultado final.

“La principal fortaleza es que es una ley muy participada. Resulta de mucho diálogo con los actores de la cooperación, desde la ONG hasta las universidades, sindicatos y organizaciones feministas”, enfatiza María Guijarro, portavoz socialista en la Comisión de Cooperación Internacional. También se han “acercado posturas políticas” con el resto de grupos, asegura, para lograr que esta sea una ley de consenso y vocación de perdurar. De hecho, el Partido Popular comenzó con su voto en contra en el primer borrador, se abstuvo en su tramitación en el Congreso, y apoyó el texto final en el Senado, que acaba de ser refrendado en la Cámara baja como paso final.

Se abre un plazo de seis meses para desarrollar los reglamentos que desarrollan la recién aprobada Ley

Si bien, la publicación en el Boletín Oficial del Estado no cierra del todo el proceso de reforma, sino que supone el punto de partida para desarrollar la reglamentación que regulará el nuevo entramado institucional. “Va a ser esencial cómo se haga para ver el resultado real de esta ley”, considera Olivié. Las principales tareas pendientes que apunta la ley son cuatro. La primera es elaborar un nuevo estatuto para la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo (Aecid), que dará más protagonismo a este ente como gestor de la ayuda internacional. “Es prioritario porque la Aecid tiene que ser la columna vertebradora de la cooperación española y contar con más presupuesto”, apunta Bello. También se tiene que aprobar el hasta ahora inexistente Estatuto de las Personas Cooperantes y regular el recién creado Fondo Español de Desarrollo Sostenible, que se encargará de la llamada cooperación financiera (préstamos, inversiones y transferencias para el desarrollo de terceros países), y que dependerá de la agencia. Y finalmente, establecer la composición y funcionamiento de los órganos de coordinación entre los distintos actores de la cooperación: administración central, autonomías, ONG o empresas privadas, entre otros.

Para todo ello, el legislador da un plazo de seis meses, lo que significa que, salvo adelanto electoral, el nuevo sistema de cooperación quedará consolidado antes de que finalice la legislatura. Un trabajo que ya está en marcha, asegura Guijarro, para cumplir este objetivo a tiempo. Asimismo, las entidades de la Coordinadora de ONGD están trabajando en sus aportaciones para que se tengan en cuenta sus peticiones en cada uno de estos reglamentos.

A falta de estos pasos, la Ley de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y Solidaridad Global contiene cambios sustanciales respecto a la anterior (de 1998). Estas son las principales novedades:

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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