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Atrapados entre el Frontex y la Guardia Costera libia, crónica de un rescate de migrantes a las puertas de Europa

Así fue el salvamento de centenas de náufragos en el Mediterráneo por parte del buque humanitario de la ONG alemana Sea Watch a finales de 2021. No siempre hay final feliz, solo en 2021, 2.048 personas perecieron en este mar cuando huían de la guerra y la miseria

Sea Watch
Una pareja de migrantes que iba en un precario bote de goma es rescatada por la tripulación del barco humanitario Sea Watch.Valeria Mongelli (Hans Lucas)

Cuando el equipo del Sea Watch 3 llega al lugar del salvamento, la situación parece complicada. Los migrantes que viajan en el bote de goma están nerviosos. El casco tiene un agujero, que uno de los pasajeros intenta tapar con el pie. Tan pronto como ven la lancha semirrígida de la organización levantan las manos y hacen gestos para que se acerque. Es el 18 de octubre de 2021 y el barco humanitario alemán se encuentra en la Zona de Búsqueda y Salvamento Marítimo (SAR, por sus siglas en inglés) de Libia, a unas 35 millas de la costa de ese país.

En las 24 horas anteriores, el Sea Watch 3 ha rescatado a 322 migrantes de cinco embarcaciones en apuros. En total, en siete operaciones en varios días han subido a 412 náufragos. Ya hay caos a bordo. Los migrantes tienen muchas necesidades, hay que tratar los casos médicos más graves, pero la simple preparación de alimentos y el aseo duran horas. Muchas mujeres tienen quemaduras causadas por los carburantes: en los barcos de migrantes que intentan cruzar el Mediterráneo, a menudo las mujeres se sientan en el suelo, donde hay una mezcla de combustible, orina y heces que quema la piel y la deja en carne viva.

Los miembros del equipo de salvamento también comienzan a acusar el cansancio. Llevan trabajando casi sin parar desde el día anterior. La embarcación a la que se aproximan parece difícil de manejar. Cuando los migrantes están tan agitados, es difícil atraer su atención para explicarles cómo se va a efectuar la operación de salvamento: todos tienen que tener un salvavidas y ponérselo correctamente, las mujeres y los niños subirán a bordo primero, y lo más importante de todo, nadie debe saltar al agua para intentar alcanzar la lancha semirrígida del Sea Watch 3, barco humanitario con bandera alemana de la ONG del mismo nombre.

El equipo de salvamento debe apresurarse. Los guardacostas libios tardarán poco. Durante uno de los rescates del día anterior, los libios llegaron a la embarcación en apuros inmediatamente después de que las dos lanchas del Sea Watch se fueran con los migrantes. Si los libios llegasen ahora, intentarían llevarse a los migrantes de vuelta a Libia. Podrían incluso amenazar a la tripulación de Sea Watch; ya ha ocurrido también varias veces. Es más, con ese agujero en el fondo, la embarcación no durará mucho. De hecho, en pocos segundos se desinfla y docenas de personas acaban en el agua.

Los náufragos entran en pánico al caer al agua. Una mujer grita aterrada. El jefe del equipo de salvamento ordena desplegar el Centifloat, una especie de tubo salvavidas hinchable al que los migrantes se sujetan hasta que algún miembro de la tripulación de Sea Watch los saca del agua. De algún modo consiguen salvarlos a todos. Rob*, uno de los conductores de la lancha de salvamento, comenta más tarde: “O nos han bendecido o hemos tenido mucha suerte”.

Entre los migrantes, algunos ríen, otros lloran, algunos dan gracias a Dios. Una joven pareja se abraza. Pero la tripulación del Sea Watch 3 no se tranquiliza por completo hasta asegurarse de haberlos salvado a todos. Preguntan: “¿Estáis todos? ¿Os falta algún amigo o familiar?”. Es una de las cosas más trágicas que tienen las muertes en el mar: si no se registran, es como si nunca hubieran ocurrido. El número de fallecimientos o desapariciones registrados en el Mediterráneo por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en 2021 asciende a 2.048, pero la cifra real podría ser mucho mayor.

Después los migrantes pasan de las lanchas semirrígidas al Sea Watch 3. Tras una revisión médica y de seguridad, pueden acomodarse en el barco. Solo las mujeres y los niños más vulnerables duermen en un habitáculo en el interior. Los demás tienen que dormir fuera, porque el barco es pequeño y dentro no hay espacio para todos. Pero la tripulación ha preparado la cubierta para hacerla lo más confortable posible, intentando protegerlos de la lluvia, el viento y el agua marina que entra por los costados del barco.

La mujer que gritaba antes en el agua duerme en el interior. No puede caminar debido a las quemaduras que el combustible le ha causado en las piernas. Se llama Annep, es de Somalia y viaja sola. Solo tiene 17 años.

Dentro, Joyce y su hijo de siete días también duermen. Joyce tiene ojos grandes y oscuros, viene de Camerún y viaja con su esposo Jerome, que es pintor de casas. Tiene buenos modales y habla muy bien francés. Ambos sonríen al mirar a su bebé. Salieron de su país en 2019 para buscar trabajo en Libia. “Nos encontramos con una situación desastrosa”, recuerda el marido. “Quedamos traumatizados desde que bombardearon la casa donde vivíamos. […] La única solución era salir de allí”.

Le pagaron a un traficante de personas y salieron de Libia en un pequeño bote, intentando llegar a Europa. Pero fueron interceptados por los guardacostas libios y encarcelados. Tras salir mediante el pago de un rescate, intentaron volver a cruzar y de nuevo los detuvieron. Jerome se las apañó para huir y volvió a pagar un rescate para sacar a su mujer de la cárcel. Mientras tanto, ella descubrió que estaba embarazada. Pocos días después del parto, decidieron hacerse por tercera vez a la mar con el recién nacido. Pagaron 2.400 euros por el trayecto. “No confiamos mucho en los contrabandistas”, explica Jerome. “A algunos les pagamos y luego nos abandonan”. Pero esta vez han tenido suerte. “Una semana después de la entrega, aquí estamos, rescatados por Sea Watch 3. Estamos muy felices. Habíamos perdido la esperanza; ahora la hemos recuperado”. Al desembarcar en Italia, registraron a su hijo con el nombre de Sea Watch, confirma un miembro de la tripulación en contacto con la familia.

La ruta migratoria del Mediterráneo es la más mortal del mundo: desde 2014, 176.406 migrantes han intentado cruzar este mar para llegar a Europa; de ellos, 23.481 están declarados como desaparecidos y 21.770 han perecido ahogados

El 22 de octubre, las autoridades italianas dieron permiso al Sea Watch 3 para desembarcar a los migrantes en el puerto de Pozzallo, al sureste de Sicilia. A todos ellos se les realizó la prueba de covid-19 antes de pisar tierra, y después se les envió a distintos lugares para hacer cuarentena. El proceso dura 48 horas, pero al final todos ponen un pie en Europa. Esta vez, la misión de Sea Watch ha tenido éxito.

Pero no siempre es así. A veces, los barcos humanitarios no llegan a la embarcación en apuros antes de que se produzca la tragedia. En abril de 2021, un temporal impidió zarpar al buque humanitario Ocean Viking, que se dirigió demasiado tarde al lugar donde peligraba una embarcación con 130 personas a bordo. Cuando por fin llegó, la tormenta había destruido la embarcación y la tripulación del barco no encontró supervivientes, solo cadáveres flotando en el agua. Alarm Phone, la línea telefónica de salvamento marítimo en el Mediterráneo, declaró que había mantenido contacto con la embarcación en apuros durante más de 10 horas, y que había informado de su posición a las autoridades europeas y libias. Nadie respondió. La única acción emprendida fue el envío, siete horas después de la primera llamada de alerta, de un avión de reconocimiento de Frontex que encontró la embarcación e informó de la situación de riesgo grave a todas las autoridades y a los barcos mercantes que navegaban por la zona.

La ruta migratoria del Mediterráneo, la más mortal

La ruta migratoria del Mediterráneo es la más mortal del mundo. Desde 2014, 176.406 migrantes han intentado cruzar este mar para llegar a Europa, según datos de la IOM. De ellos, 23.481 están declarados como desaparecidos y 21.770 han perecido ahogados.

A menudo, aún habiendo llegado a tiempo al rescate, los barcos humanitarios encuentran dificultades para llevar a los supervivientes a un puerto seguro en Europa. Ocurrió con el Aquarius en el verano de 2018, que finalmente desembarcó en España. El propio Sea Watch 3 saltó a los titulares un año después cuando su capitana, Carola Rackete, desoyó la prohibición del Gobierno italiano y entró en sus aguas territoriales con 42 inmigrantes a bordo. Llevaban dos semanas esperando una respuesta. Ella acabó detenida durante días, acusada de favorecer el tráfico ilegal de personas. En diciembre de 2021, se retiraron tales cargos.

En 2017, para reducir el flujo migratorio desde Libia, la Unión Europea aprobó una financiación de 200 millones de euros, entre los que se incluían fondos para instruir, equipar y fortalecer a la Guardia Costera libia. En 2018, el Gobierno libio, respaldado por la UE, asumió la jurisdicción sobre una nueva Zona de Búsqueda y Salvamento Marítimo situada frente a las costas de su país. El Centro de Coordinación de Rescate Marítimo, con sede en Trípoli, fue designado responsable de las operaciones de búsqueda y salvamento que se producen en esta zona.

Según varios informes publicados por la ONG Sea Watch y confirmados por investigaciones periodísticas independientes, en muchas ocasiones la guardia costera libia ha demostrado ser incapaz de efectuar correctamente las operaciones de búsqueda y salvamento marítimo, y no respeta la vida de los migrantes en riesgo. “El centro de coordinación de salvamento marítimo de Trípoli es incapaz de llevar a cabo los rescates, o no le interesa”, señalaba Felix Weiss, portavoz del equipo aéreo de Sea Watch. “Cuando intentamos conectar con ellos, no responden al teléfono, o no hablan inglés. No nos dan ninguna información”.

Sea Watch también ha sido testigo de las violaciones de los derechos humanos por parte de los guardacostas libios, que golpean a los migrantes con palos, no les proporcionan chalecos salvavidas ni atención médica, e incluso disparan contra las embarcaciones. Es más, cuando ven aproximarse a los libios, los migrantes entran en pánico, y eso aumenta el riesgo de que alguien caiga al agua o de que la embarcación naufrague. Una vez devueltos a Libia, la pesadilla de los migrantes vuelve a comenzar: es probable que los encarcelen y tengan que conseguir dinero para pagar un rescate, y después volver a pagar a un traficante para poder subir a otra embarcación precaria con destino a Europa.

Cuando intentamos conectar con ellos [Guardia Costera libia], no responden al teléfono, o no hablan inglés. No nos dan ninguna información
Felix Weiss, portavoz del equipo aéreo de Sea Watch

En 2012, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó que los refugiados no podían ser devueltos a Libia. El marco jurídico que regula el salvamento marítimo y el tratamiento que debe darse a los solicitantes de asilo exige que los migrantes rescatados en el Mediterráneo sean trasladados a un lugar seguro. Innumerables testimonios aportados por migrantes confirman las violaciones de los derechos humanos en Libia: asesinatos, torturas y violaciones son muy comunes en los centros de detención libios. Este país no es un lugar seguro.

Supuestamente, Frontex ―la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas― podría ser cómplice de este incumplimiento del derecho internacional, como ha concluido una investigación conjunta llevada a cabo por Bellingcat, Der Spiegel, la televisión ARD y otros. Según el Convenio Internacional para la Seguridad de las Vidas Humanas en el Mar (SOLAS, por sus siglas en inglés), cuando se detecta un buque en apuros, quien detecta (buque comercial, guardacostas, entidad aérea u otro) está obligado a comunicar la posición de la embarcación al centro de coordinación de salvamento marítimo competente en esa zona, así como a los barcos que navegan cerca.

Sin embargo, Der Spiegel ha descubierto que, en muchas ocasiones, cuando los aviones o los drones de Frontex detectan una embarcación en apuros, solo transmiten la información pertinente a la Guardia Costera libia, a veces mediante WhatsApp, para garantizar que los migrantes sean devueltos a Libia. “La Agencia de Protección de Fronteras europea está desempeñando una función activa en las interceptaciones efectuadas por los libios. […] En ocasiones, los libios se introducen muy adentro en la Zona de Rescate y Búsqueda maltesa, un área sobre la que los europeos tienen jurisdicción”, concluye Der Spiegel. Un informe publicado recientemente por el Parlamento Europeo concluía que el Frontex “no ha abordado ni investigado” las pruebas de la posible violación de los derechos humanos de los migrantes.

“Transmitir información de avistamiento de embarcaciones en apuros en el mar forma parte del marco jurídico de búsqueda y salvamento establecido por el derecho internacional”, afirmaba Ciara Bottomley, jefa de prensa de Asuntos Internos y Migración en la Comisión Europea. “Tener una Guardia de Fronteras y Costas europea fuerte, eficaz y que funcione adecuadamente es una prioridad para la Comisión. […] La Comisión sigue proporcionando apoyo y asesoramiento al organismo para garantizar que cumpla fielmente su mandato, y vigila de cerca la aplicación de las recomendaciones efectuadas por el Grupo de Trabajo del Parlamento Europeo para el Control de Frontex”.

En 2021, los fondos asignados por la UE a Frontex aumentaron un 49%. ¿Podría la UE financiar con esos fondos un programa de salvamento marítimo en el Mediterráneo? “Fácilmente”, aseguraba Weiss. Mientras tanto, miles de personas siguen ahogándose a las puertas de Europa.

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