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Red de redes
Columna
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Cuando ganan los ‘influencers’ reaccionarios

Si algo nos han enseñado la victoria de Trump y los bulos de la dana es que de nada sirve desconectar para aislarse del ruido digital

Donald Trump y Joe Rogan
Donald Trump (derecha) habla en el podcast de Joe Rogan (izquierda), el 26 de octubre de 2024.PowerfulJRE

Además de la de Elon Musk, una de las caras de la celebración de la victoria de Donald Trump en su fiesta del pasado miércoles fue la del promotor de artes marciales mixtas Dana White. El presidente de la Ultimate Fighting Championship (UFC), otro millonario en su séquito de consejeros y colegas, subió al escenario para dedicar unas palabras a personajes clave que ayudaron a alcanzar ese resultado. “Quiero agradecer a los Nelk Boys, Adin Ross, Theo Von, Bussin’ With The Boys y, por último, pero no menos importante, al poderoso Joe Rogan”, dijo.

Para quien no lo sepa, todos esos nombres forman parte de una órbita de influencers y creadores de contenido digital que acumulan millones de seguidores con un mensaje reaccionario, misógino, conspiranoico o de agitación libertaria. Tampoco es casualidad que los hombres jóvenes que siguen a esos creadores hayan sido decisivos en la victoria de Trump. Lo votaron el 56% de los hombres menores de 30 años, 15 puntos más que en 2020. Es el mayor éxito de un republicano con este grupo demográfico en 20 años. La periodista a la que hay que seguir para entender cómo se mueve la información en internet, Taylor Lorenz, contaba estos días en un oportuno reportaje en The Hollywood Reporter que estas han sido las “primeras elecciones de los influencers”. La mitad de EE UU estará temblando ante otro mandato de Trump, alarmado por la normalización del extremismo de extrema derecha y la desconfianza democrática, pero si un grupo de este ciclo electoral ha salido como vencedor absoluto ha sido el de los influencers. Concretamente, los de derechas. Personajes tan clave como para llevarse minutos de agradecimiento la noche de la victoria de Trump.

La confianza y el acceso a los medios tradicionales está en declive en Estados Unidos, pero la industria de la creación de contenido está en un periodo expansivo imparable en ese país. Lorenz recogía que el promedio de visitantes únicos mensuales a los sitios web de los 50 periódicos estadounidenses disminuyó un 20%, situándose a menos de 9 millones de usuarios, en el cuarto trimestre de 2022, según datos de Comscore. La gente cada vez lee menos prensa tradicional, pero sigue ávida de información en otros canales: la economía de los influencers, según datos de Goldman Sachs recogidos por la periodista, superará los 500.000 millones de euros para 2027 y los consumidores cada vez confían más en la información que estos comunicadores ofrecen en sus canales, según datos de Sprout Social. “Mientras la derecha ha pasado años fomentando una relación simbiótica con los medios alternativos, la izquierda no ha logrado replicar nada parecido. No existen creadores de contenido progresistas con el impacto cultural y el seguimiento online de Joe Rogan. Un vistazo rápido a las listas de podcasts o canales de tendencia en YouTube muestra la disparidad entre el alcance de los creadores conservadores y progresistas”, apuntaba días después de su reportaje la misma Lorenz en otro artículo en User Mag, el proyecto independiente que ha lanzado en Substack tras su salida de The Washington Post.

Leí a Lorenz tras borrar la app de X del móvil, incapaz de reflexionar con propiedad, asqueada de tragarme bulos de la dana y de contemplar el abrazo victorioso entre Musk y Trump. ¿Por qué resistir en ese estercolero que ha roto mi cerebro y mi concentración en los últimos 10 años? Estas últimas catástrofes de distinta índole nos han demostrado que en esa ciénaga controlada por multimillonarios se ha hackeado nuestra atención con fines ideológicos y políticos. Pero la izquierda no puede irse a tocar hierba. Ni los líderes progresistas ni sus votantes. De nada sirve replegarse en casa, aislarse del ruido digital, intentando sobrevivir mientras otros controlan el discurso. Lo resume Kate Lindsay en otro análisis pertinente en Embedded: “Podemos hacer mucho más que tocar hierba. Podemos salir y ayudar a que algo, cualquier cosa, crezca”.


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