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Columna
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La Amazonia en el plato de Europa

La decisión de aplazar un año la ley antideforestación convierte a los europeos en cómplices de un crimen contra las nuevas generaciones

Una deforestación en una de las regiones del Amazonas en Acre, Brasil, en 2022.
Una deforestación en una de las regiones del Amazonas en Acre, Brasil, en 2022.Rafael Vilela (The Washington Post / Getty Images)
Eliane Brum

La vergonzosa decisión de la Comisión Europea de aplazar al menos un año la ley antideforestación significa lo siguiente: en tu plato habrá carne de vacuno procedente de la deforestación; los cerdos y pollos que comes han sido alimentados con soja procedente de la deforestación; el café que bebes, el aceite de palma que consumes y el cacao de tu chocolate son naturaleza destruida y, con demasiada frecuencia, también contienen sangre humana. Hay más. Los muebles y otras piezas y estructuras de madera eran árboles en la selva o en otro bioma, seres vivos que antes creaban lluvia y que ahora, muertos, han quedado reducidos, entre otras cosas, a una silla de diseño donde alguien pueda posar el trasero. La decisión convierte los europeos en cómplices de los asesinatos de defensores de la naturaleza en países como Brasil. Ya es así, pero ahora lo será durante al menos otro año. Y un año, cuando el planeta se sobrecalienta, es tiempo que no tenemos.

La decisión, que aún debe ser refrendada por los Estados miembros y el Parlamento Europeo, pero que ya se da por descontada, es una de las pruebas más elocuentes de que, en el momento más grave de la trayectoria humana, el mundo anda muy mal de líderes. La Comisión Europea que lidera Ursula von der Leyen ha cedido a las presiones de las grandes corporaciones y de los gobiernos y Parlamentos que están a su servicio. También ha cedido a las presiones de líderes como Lula da Silva, presidente de Brasil, que pronuncia discursos en defensa de la lucha contra el calentamiento global y de la conservación de la Amazonia, pero su Gobierno hace todo lo contrario. Si no fuera por la resistencia de Marina Silva, ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático, una voz cada vez más solitaria en el ministerio de Lula y objeto de constantes ataques en el depredador Congreso brasileño, la situación de la Amazonia sería mucho peor. La afirmación de que los pequeños agricultores se verán perjudicados no es más que otra mentira. El aplazamiento sirve a las corporaciones, varias de bandera europea, y a los grandes latifundistas.

La idea de que se puede posponer una medida urgente que debería haberse tomado hace décadas para evitar algo que nunca debería haber ocurrido, la destrucción de la naturaleza, es la prueba de que estamos perdidos en manos de estos líderes mundiales. Es también la ilusión de que el tiempo de negociación de los humanos estará refrendado por una naturaleza obediente. Es, sobre todo, tanto la ignorancia como la arrogancia monumental de personas que no tienen derecho a ser ignorantes y están demasiado acostumbradas a ser arrogantes.

La deforestación es una de las principales causas del calentamiento global, que a su vez provoca cambios sistémicos y en cadena que ni siquiera conseguimos comprender, pero cuyos efectos se sienten cada vez más en la vida cotidiana. Estamos en grave peligro y nuestros líderes actúan como si aplazar un año la ley antideforestación fuera una opción posible, y no la opción de comprometer quizás irreversiblemente la vida de las nuevas generaciones. Solo nosotros podemos detener a los líderes que nos ponen en riesgo de extinción. Es imperioso que la población se levante e impida que sus representantes aprueben el aplazamiento de la ley antideforestación. Esto tampoco es una opción. Luchemos por la vida.

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