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RED DE REDES
Columna
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Selfis y chirigota en la tragedia de Valencia

La banalidad del mirón rivaliza en las redes con el humor a distancia sobre el edificio arrasado en el que murieron 10 personas

Una mujer hace un directo en redes sociales en el que muestra el edificio quemado.
Una mujer hace un directo en redes sociales en el que muestra el edificio quemado.PACO PUENTES
Ferran Bono

Una mujer se acercó a un grupo de jóvenes, aún con marcas adolescentes en sus rostros. Tenía la expresión perdida y caminaba de manera errática. Estaba desesperada. Acababa de perder su casa, sus cosas, una parte de su vida. Todo se había quedado dentro del edificio que ardió de manera fulminante el pasado jueves en Valencia. La mujer también parecía avergonzada, dubitativa. Quería preguntar a los chavales, que habían montado un punto de ayuda para los afectados, si le podían dar, bueno prestar, bueno, no sé, como digáis, algo de ropa, y si podía ser ropa interior y zapatillas, por favor, porque no tenía nada... Rompió a llorar y en seguida, un chico y una chica la estaban abrazando, acariciando, contándole que tenían de todo, que la gente se estaba portando muy bien, que cinco falleros colegas también perdieron sus casas pero pudieron salvarse, que es lo importante. La mujer se fue calmando. Cuando ya se apartó del casal, un periodista que había presenciado la escena la abordó y le preguntó de sopetón por su edad, su profesión, sus aficiones. Su torpeza y falta de sensibilidad, atribuibles a su propia conmoción o, simplemente, a que pensaba solo en su reportaje de color y testimonios de la tragedia, fueron respondidas con un silencio ominoso y una expresión de absoluta perplejidad por parte de la mujer.

Ese mismo periodista, por ejemplo, se había quejado la noche anterior de la banalidad del mirón. De la gente que se había agolpado en torno al perímetro policial solo para ver las llamas devorando las torres. Algunos salían del epicentro del siniestro, se iban a una terraza cercana a tomarse una cervecita y volvían luego un rato a mirar y grabar. Al menos, de los innumerables vídeos grabados, la policía ha podido seleccionar un puñado porque podrían aportar datos sobre el origen del incendio. Todo el mundo (o casi todo) lo vio, primero por las redes, luego por televisión y por las webs de los medios de comunicación. Tanto que al día siguiente ya aparecieron los llamados turistas de catástrofes haciéndose un selfi con la mole humeante de hormigón negro detrás: los más sensibles intentando disimular la sonrisa, los que van a pecho descubierto, jactándose de estar ahí, donde toca. Lo importante es transmitir en las redes que uno está ahí. No es solo curiosidad, quién no lo va a tener, es algo más.

Lamentable, diría el periodista, que tal vez una horas antes había forzado un poquito su epatante crónica que incluía el relato del infierno de la joven familia que murió encerrada en el cuarto de baño de su piso. Es difícil imaginar un dolor mayor que el de los allegados de esta familia o el de las otras seis personas que fallecieron en el incendio, casi todos por inhalación del humo. Pero la imaginación puede ser también una cuestión de distancia, física y temporal, como el dolor o el humor. Y no ha pasado suficiente tiempo para que se puedan hacer chistes sobre el incendio, según decía un internauta a propósito de la polémica generada no solo en las redes sociales por la chirigota Los Intocables de Cádiz, que bromeó el domingo en un cuplé de renovada letra, que decía: “Muchos con la fiestas no tienen paciencia, que han adelantado este año la Fallas en Valencia”.

Indignante es lo más suave que le dedican en X al cuplé, aunque también hay quien razona sobre la fuerza transgresora y catártica del humor. ¿El tonadillero recitaría esa letrilla si fuera su hija la que no pudo salir del edificio en llamas, como les ocurrió a los padres que aguardaban en la calle, la madre completamente desesperada y el padre autoconvenciéndose de que escaparía, hasta que el móvil de ella dejó de sonar?

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.
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