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Columna
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Fracaso ‘ómnibus’

Acumular en un mismo decreto cuestiones de ámbitos muy diversos es el estadio más degenerado de hacer política en democracia: el Legislativo ni legisla ni debate sus múltiples componentes

Pedro Sánchez aplaude, junto a miembros del Gobierno y la bancada socialista, tras la votación en el pleno del Congreso.
Pedro Sánchez aplaude, junto a miembros del Gobierno y la bancada socialista, tras la votación en el pleno del Congreso.Samuel Sánchez
Víctor Lapuente

Imagina que Félix Bolaños recibe, minutos antes de las votaciones del superpleno de la semana pasada, dos sobres anónimos con las condiciones de dos partidos para votar a favor del Gobierno. Y, como si fuera un contrato público, el ministro elige la mejor propuesta.

El texto del primer sobre, claro y conciso, pide deflactar el IRPF a rentas menores de 40.000 euros, rebajar el IVA de la carne, pescado y conservas, y mantener el recorte del IVA a la luz y el gas. Los asesores del ministro entienden que son medidas discutibles, porque menoscaban la capacidad recaudatoria del Estado, pero permitirán aprobar unos decretos con efectos progresivos. Son demandas con un sesgo ideológico liberal, pero nadie duda de que están diseñadas con el interés general de España en mente.

El escrito del segundo sobre, alambicado y largo, parece redactado por un enemigo del país. O un bromista. Atenta, primero, contra el ordenamiento legal, porque solicita la supresión del artículo 43 bis de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Es decir, que no se pueda suspender la aplicación de una ley cuando la justicia europea está examinándola con una cuestión prejudicial, eliminando así un control del Estado de derecho al más puro estilo Viktor Orbán. Segundo, transgrede el orden económico, pidiendo que se discrimine fiscalmente a las empresas que muevan su sede social a un territorio determinado, violando la libertad de empresa a la manera de un régimen bolivariano. Y, tercero, infringe el statu quo constitucional, exigiendo la delegación de todas las competencias de inmigración a un Gobierno autonómico, que podrá expulsar a los migrantes que considere indeseables, rompiendo la igualdad interna y la solidaridad externa, en línea con Salvini y la ultraderecha.

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Cuesta creer que un progresista elija el sobre 2 (de Junts) sobre el 1 (del PP).

Pero, además del fondo, están las formas. Un decreto ómnibus es el estadio más degenerado de hacer política en democracia: el legislativo ni legisla ni debate sus múltiples componentes.

Y, estéticamente, el término ómnibus es feo. Y no sólo porque lo usan mandatarios desesperados como Milei, sino porque transmite lo contrario de lo que presume. Denota improvisación, no planificación. Si quieres impresionar a tus jefes con un informe pormenorizado, o a tu pareja con un análisis global de vuestra relación, por favor, no lo llames ómnibus. @VictorLapuente

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