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'IN MEMORIAM'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Barroso, y tal y cual

Como consejero de Prisa trabajó por que los medios del grupo garantizasen la pluralidad informativa y de opinión en España y devolver a EL PAÍS y la SER al lugar en que históricamente habían estado

Miguel Barroso, en una imagen de 2021.
Miguel Barroso, en una imagen de 2021.Luis Sevillano
Jordi Gracia

Lo evidente e inmediato a simple vista eran las manos (aparte del pelo pincho lleno de canas, casi sempruniano). Si se ponía a hablar, las movía como los molinos de viento se mueven cuando hace viento y nadie controla nada, incluido él: hablaba y hablaba, con criterio, articulado, sabiendo lo que quería decir y sin dar la lata con obviedades que reducía a “y tal y cual”, y a otra cosa. Dicho de otra manera, si tomaba la palabra en los comités editoriales de los martes en Prisa era para incitar la conversación con las personalidades invitadas de todo el arco parlamentario español para escuchar sus visiones de la actualidad política, tanto del Gobierno como de la oposición o profesionales y expertos. Había de llegar algún momento en que tenía que empezar a mover los brazos como aspas, con el móvil al lado (que podía sonar en cualquier momento con el sonido atronador y a todo volumen) y haciendo que pasaba por ahí con sus zapatillas de deporte y sus jerséis de cremallera sin decir nada en particular y que, total, tampoco había para tanto: simplemente soltaba una idea, una hipótesis, un algo.

La imagen fabricada de un tentacular controlador mafioso de la actividad del grupo fue siempre mentira, por mucho que la derecha mediática repita obstinada e indocumentadamente —en público y en privado, y hasta el mismo día de su muerte— que Barroso era el consiliere, el capo mafia, el condukator del grupo con una intromisión continua en el periódico y en la SER para que todos a una secundásemos a Sánchez y nadie se saliese de la fila. No se sabe bien si mienten a sabiendas, incluso los más vaticanistas, o simplemente no saben lo que dicen, y hablan por hablar como conspiranoicos. No podía ser verdad que actuase con respeto a las decisiones de los demás —”dejar hacer, dejar hacer” podría ser su mejor lema— porque chocaba de forma directa con lo que otros experimentan a diario como performance del poder: no podían imaginar que no dictase a nadie ni titulares, ni editoriales, ni informaciones. A la miseria profesional se acostumbra cualquiera, sin pensar que otros ni lo hacen ni nadie les obliga a hacerlo.

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Una salvaje ironía histórica que ha protagonizado Miguel Barroso fue convertirse en miembro del Consejo de Administración de Prisa, gracias a Joseph Oughourlian, después de haber impulsado un potente grupo de medios alternativo a Prisa y EL PAÍS 20 años atrás. Trabajó por que los medios del grupo Prisa garantizasen la pluralidad informativa y de opinión en España y devolverlos al lugar en que históricamente habían estado EL PAÍS y la SER. Debíamos ser muchos quienes soñábamos con escribir ese libro con esa historia, y volvimos a bromear Pepa Bueno y yo con ese asunto esta misma semana, sin saber si estaba ya Miguel en Madrid o no. Un amigo le contó antes de coger el avión de vuelta de La Habana a España que el Congreso de los Diputados español parecía estar todo el día de bronca, y bromeaba al teléfono ayer sábado con cogerse un vuelo de vuelta a Cuba para huir del griterío. Dudó, solo dudó un momento, le oí sonreír, y colgó al rato: nos vemos el martes, y tal y cual.

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.
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