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tribuna
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La amenaza de Puigdemont a Pedro Sánchez

Junts no puede romper con el PSOE por ahora, debido al calendario de aplicación de la amnistía. Pero Puigdemont tiene un as en la manga: los comicios catalanes de 2025, donde su objetivo es derrotar a ERC

Carles Puigdemont
El 'expresident' catalán Carles Puigdemont interviene en la sesión del Parlamento Europeo con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el plenario, este miércoles en Estrasburgo.RONALD WITTEK (EFE)
Estefanía Molina

Carles Puigdemont no puede cumplir su amenaza de dejar caer a Pedro Sánchez cuando quiera. El líder de Waterloo tendrá que sostener a este Gobierno, al menos, hasta que la amnistía se haya aplicado del todo y se hayan superado los obstáculos judiciales consiguientes. Así que partir peras con el PSOE nada tendrá que ver en adelante con el incumplimiento de los acuerdos, como Junts afirma, sino que dependerá de lo que a Puigdemont le convenga en cada momento. Y esa ruptura con Sánchez podría ocurrir a las puertas de las elecciones catalanas de 2025 para intentar derrotar a ERC.

Es la moraleja que deja la pretensión hasta ahora fallida de reconocer la oficialidad del catalán en la Unión Europea. Puigdemont apareció en la red social X con un largo escrito que admitía el incumplimiento de La Moncloa respecto al acuerdo, pese los esfuerzos del Ministerio de Asuntos Exteriores, mientras culpaba al PP por sus intentos de bloqueo en Europa. Algunos independentistas le replicaban exigiendo que dejara de apoyar a Sánchez, como castigo, y se burlaban de ese mantra de Junts sobre que ellos “cobran por adelantado”, expresión que estos utilizaban para humillar la estrategia negociadora de Oriol Junqueras. Sin embargo, el expresident apelaba en sus líneas a no instrumentalizar el hecho, curiosamente. Qué distinto habría sido el alegato de Junts si el protagonista hubiera sido su rival Esquerra. “Os han vuelto a tomar el pelo” sería lo más suave que saldría de los cuarteles de Waterloo.

Así que la amenaza incumplida de Puigdemont deja entrever la propia debilidad de Junts, una vez ha investido a Sánchez: el partido no puede poner en jaque al Ejecutivo hasta que no haya rentabilizado su apoyo en la investidura. De un lado, porque la amnistía justo se acaba tomar en consideración en el Congreso esta semana y quedan aún meses para su aprobación definitiva, debido al filibusterismo que el PP promete desde el Senado. Luego, la ley deberá aplicarse en los tribunales, donde los jueces podrían plantear dudas sobre su constitucionalidad. El calendario sella ahora la relación entre PSOE y Junts de forma decisiva.

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La pregunta, pues, es si la amnistía se habrá resuelto antes de las elecciones catalanas de 2025. Es evidente que Junts podría guardar un as en la manga. Los de Puigdemont aceptaron meter el referéndum en una mesa de diálogo para que no estorbara de su pretensión principal, que era lograr la amnistía a cambio de sus votos. De haber puesto la autodeterminación como línea roja, se habría dinamitado cualquier negociación con el PSOE. Si bien, no sería de extrañar que, a media legislatura, Puigdemont se rasgara las vestiduras y decidiera romper con Sánchez alegando incumplimientos como la oficialidad del catalán en la UE, o el no referéndum —esto último, evidente desde el minuto uno—. Junts necesita un relato para ir elecciones, en su obsesión de diferenciarse de ERC. El mayor miedo de Puigdemont sigue siendo que sus electores descubran que ha hecho lo mismo que Junqueras, es decir, renunciar a la unilateralidad a cambio de su salvación judicial —antes fue vía indultos, ahora, vía amnistía—.

Sin embargo, las mesas de diálogo de Ginebra se han vuelto una especie de coartada para el partido de Puigdemont, mientras duren. Ese halo de misterio, de ese secretismo, le sirve a Junts internamente para alimentar la ficción de que algo muy importante se estará allí negociando que nadie puede saberlo. E incluso, el mero hecho de que esos encuentros sean en el extranjero, con la derecha poniendo el grito del cielo por el escenario y el relator que preside la escena, sirve al propósito de venderlo desde Junts como una diferencia sustancial respecto a las mesas de Esquerra, en territorio nacional.

En consecuencia, el independentismo podrá sobreactuar, o el líder de Waterloo decirle a Manfred Weber que, si Sánchez no cumple sus acuerdos, podrían votar junto al PP. La realidad es que nada de ello parece muy creíble, mientras exista Vox y mientras Puigdemont no vea satisfecho el objetivo por el que ha enterrado la independencia, que es lograr la amnistía. Pero quién sabe: aun si la medida de gracia no llegara a aplicarse del todo antes de los comicios catalanes, tampoco sería raro que Junts fingiera igualmente una especie de ruptura momentánea frente a La Moncloa. Es decir, escenificar una ficción de breve duración con el objetivo único, el de siempre, y el mismo que en 2017: derrotar al partido de Junqueras.

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Sobre la firma

Estefanía Molina
Politóloga y periodista por la Universidad Pompeu Fabra. Es autora del libro 'El berrinche político: los años que sacudieron la democracia española 2015-2020' (Destino). Es analista en EL PAÍS y el programa 'Hoy por Hoy' de la Cadena SER.
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