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Columna
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Un himno del desarrollismo pop: ‘Chica yeyé de Concha Velasco

La actitud de mujer ambiciosa, que no se resigna a comportarse como un ángel del hogar franquista, tiene su traslación en la memorable interpretación de que la actriz hizo de la canción

Concha Velasco, en 1967.
Concha Velasco, en 1967.CONTACTOPHOTO
Jordi Amat

El año que se estrenó A Hard Day’s Night de Richard Lester interpretada por los Beatles, una de las principales apuestas de la cinematografía española fue Franco, ese hombre de José Luis Sáenz de Heredia. 1964. Aquella producción se inscribía en la campaña de propaganda blanqueadora que fueron los 25 Años de Paz y que Manuel Fraga orientó desde el Ministerio de Información y Turismo. Al cabo de pocos meses, cuando era cuestión de semanas que los Beatles cantasen en Las Ventas y la Monumental, Sáenz de Heredia estrenó un nuevo film que en parte dialogaba con el estereotipo más reduccionista y vulgar que existía sobre el grupo de Liverpool. 1965. Se titulaba Historias de la televisión y era un producto ambicioso y prototípico de una renovada industria del espectáculo local que ya sabía elaborar cultura de masas adaptada a las coordenadas de la sociedad del desarrollismo. Había algo que singularizaba aquella película irregular y el crítico de La Vanguardia lo vio clarísimo: “la música y las canciones de la película las ha compuesto Augusto Algueró. Son muy chispeantes y están muy dentro de la línea musical de hoy. La titulada Una chica yeyé está llamada a hacerse famosísima”.

Historias de la televisión repetía la fórmula que Sáenz de Heredia había usado en Historias de la radio, su mejor película. El medio de comunicación del título funcionaba en ambos casos como uno de los hilos argumentales de unas historias que pretendían retratar con ironía y piedad a la gente común a la vez que se subrayaba la centralidad social de la radio y la tele. En el pórtico de la película protagonizada por Conchita Velasco, la televisión ya era presentada como un miembro más de la familia y en parte todo el film apoyaba el proyecto de Televisión Española, que hacía pocos meses había estrenado los estudios de Prado del Rey: hacían cameos los presentadores, había concursos muy parecidos o en la acción incluso se replicaba el Festival de Eurovisión. Andoni Iturbe buscó documentación sobre la película en el Archivo General de la Administración y leyó la carta de la productora dirigida al Ministerio donde se les pedía una excepción: ya que los costes habían sido tan elevados y, además, se mostraba el funcionamiento de la televisión del régimen, la única que existía, se solicitaba poder aumentar el precio de las entradas. No lo consiguieron, pero la película rodada en menos de tres meses fue un éxito de taquilla: 1.171.272 espectadores. También lo fue el extended play en el que Concha Velasco cantaba Chica yeyé.

Katy —el personaje de Velasco— es una chica que trabaja vendiendo prensa en un balneario. Pero su sueño es convertirse en estrella pop con su grupo de nombre inglés y gracias a las canciones que le ayuda a componer un cliente. En el minuto 46 hace su primera aparición. Es modernísima, está guapísima. Primero se ven los pies de una mujer que baila y viste pantalones, canta “Oh, John”. Están ensayando y le recrimina al guitarrista que no toca bien un rasgueado. Esa actitud será constante. Con el grupo, al negociar su contrato cuando exprime su oportunidad de triunfar en Madrid o con su novio Alfredo Landa. Y esa actitud de mujer ambiciosa, que no se resigna a comportarse como un ángel del hogar franquista, tiene su traslación en la memorable interpretación de Chica yeyé en el patio del balneario. Al anunciar el título de la canción, una chica del público empieza a gritar como si tuviera delante a Lennon y McCartney y, de inmediato, su madre le da un cachete. “Pero mamá, si esto es así, ¡hay que gritar!”. Mentalidades que se estaban cruzando. Y la liberadora era la de la canción. No importaba tanto la letra ambigua y pegajosa como la actitud jovial y empoderada de Velasco. Porque todo habría sido distinto si la hubiese cantado Luis Aguilé, como estaba previsto en el guion inicial. Sin ella, la canción no se habría convertido en el clásico del pop español.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Ejerce la crítica literaria en 'Babelia' y coordina 'Quadern', el suplemento cultural de la edición catalana de EL PAÍS.
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