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COLUMNA
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Mis nuevos vecinos

Podríamos aplicar aquello de, en Navidad, siente un pobre a su mesa, siendo el pobre un migrante. Pero no ocurrirá. Porque los nuevos vecinos son pobres y negros

Migrantes en el exterior del campamento de Las Canteras, en Tenerife, el pasado 11 de noviembre.
Migrantes en el exterior del campamento de Las Canteras, en Tenerife, el pasado 11 de noviembre.Álvaro García
Luz Sánchez-Mellado

En el bar donde desayuno hace ya semanas que se acabó la lotería de Navidad. Las mismas que llevo en la cartera el último décimo, que pillé por los pelos. El año pasado, por dejada, me quedé sin número, cayeron 200 pavos, que no te sacan de pobre, pero te alegran las fiestas, y me quedó un rencorcillo con el prójimo que no estoy dispuesta a sufrir este año. Aunque falta un mes para Nochebuena, ya empieza a notarse el ambiente navideño entre los parroquianos habituales y los de paso. Una fauna variopinta donde abrevan juntos, que no revueltos, desde cuadrillas de pintores, a operarios de limpieza y equipos de ambulancias del SAMUR, hasta jubilados sin más prisa que llegar a las lentejas de casa y, desde principios de curso, hordas de jóvenes policías, guardias civiles y militares que reciben clases de formación en un acuartelamiento cercano. Verlos es un espectáculo. Llegan, pertrechadísimos con sus uniformes y armas reglamentarias, colapsan la barra, se atizan sus churros, sus donuts y sus pinchos de tortilla con sus colacaos, sus tés y sus cafelitos y vuelven a defender España.

Desde ayer, tras los muros del mismo gigantesco cuartel donde estudian, tienen 274 nuevos compañeros con los que cohabitarán, que no convivirán, hasta que la vida los separe. Hombres jóvenes como ellos, con las mismas ganas de comerse el mundo, pero sin un chavo encima ni un agujero donde caerse muertos. Vienen de Canarias, adonde llegaron en cayuco desde sus países en África, y estarán en ese nuevo centro de acogida entre uno y tres meses antes de que los dejen a su suerte en la calle. Es improbable que tengan 1,50 euros para un café en mi bar ni, muchísimo menos, 20 para un décimo, pero, aunque los tuvieran, no hay lotería para ellos. Ni un mísero reintegro les tocó con el lugar y el tiempo en que nacieron. En mi ciudad vivimos casi 200.000 almas piadosas. Podríamos aplicar aquello de, en Navidad, siente un pobre a su mesa, siendo el pobre uno de esos migrantes. Sería un precioso cuento de Navidad, más allá de los hiperglucémicos anuncios de turrones. Pero todos sabemos que eso no va a suceder. Porque los nuevos vecinos son pobres y negros. Y los españoles no somos ni racistas ni xenófobos, pero una cosa es perdonarles la existencia y otra meterlos en tu casa, no sea que se te peguen algo. A mí la primera.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.
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