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Columna
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Hace muchos años maté a un perro

La sociedad fracasa cuando el poder de un empresario y unos funcionarios se desenvuelve sin escrúpulos ni conciencia

Incendio Murcia
Agentes de la Policía Judicial acceden a la discoteca Fonda Milagros mientras realizan labores de investigación en las discotecas Teatre y Fonda Milagros de Murcia este martes, tras el incendio declarado la madrugada del pasado domingo y que costó la vida de trece personas.Juan Carlos Caval (EFE)
Berna González Harbour

Hace muchos años maté a un perro. En aquel tiempo vivía en Moscú y conducía como una loca, que era como conducíamos y vivíamos todos en una Rusia desquiciada donde si no corrías al metro, a las colas o al volante quedabas atrás. Siempre quedabas atrás. Así fue cómo los espabilados se hicieron con las propiedades de todos, cómo los poderosos maniobraron para que el capitalismo se asentara de forma salvaje frente a los más lentos y cómo Rusia se encaramó a la historia pisando el acelerador.

Velocidad. La vida allí y en ese momento era velocidad. Pero eso no justifica nada. Yo atropellé a un perrillo mientras aceleraba como una loca en el lateral de una de esas kilométricas arterias de la ciudad y nunca lo he olvidado. No he olvidado a ese cachorro blanco de lanas que quedó tendido en la calzada, tan joven que la nieve sucia de la ciudad aún no le había manchado, tan entusiasta mientras salía corriendo desde la acera como, ahora, exánime. Recuerdo a su dueña, una mujer embutida en uno de esos anoraks sintéticos de la época que vestían quienes no podían pagarse pieles, sosteniéndolo llorosa en brazos mientras me increpaba, con razón. Recuerdo mi mirada impotente, mi escaso vocabulario ruso para decir que lo sentía, que lo sentía muchísimo. Y ella me lo mostraba, la criatura muerta, mientras varios rusos se arremolinaban para apoyarla y afearme el atropello. Sobre todo, al ver que era extranjera. Lo peor.

Esta no es una historia épica, ni de venganza, ni de reparación. Me acabé yendo después de mil disculpas, aunque el que había saltado a la calzada era el cachorrillo suelto. Pero ni mis disculpas les valían a ellos, ni el hecho de que el perro hubiera corrido hasta la calle sin control me valía a mí. Ese perro muerto ha vuelto siempre a mi recuerdo y cuando veo accidentes aparece. Esa es mi víctima.

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También ha vuelto tras el incendio de Murcia. Unos señores han comerciado con la seguridad. Han mantenido abiertos locales con orden de cierre. Leo que el dueño ya sufrió un incendio en otro local de su propiedad. Y que ya ha pasado por los tribunales por causas relacionadas con préstamos de mala muerte que daba a gente necesitada a la que ha conducido a desahucios.

Y me pregunto si esas 13 víctimas le acompañarán. Si perseguirán a esos funcionarios dejados o corruptos. O a sus jefes políticos.

Esas muertes tienen responsables. La justicia fracasará si no los encuentra. Y fracasaremos todos si el poder de un empresario y unos funcionarios se desenvuelve sin escrúpulos, sin conciencia, tras dejar víctimas. Aunque sea un cachorrillo en la nieve. Perdonen, hoy me desperté muy ingenua.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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