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tribuna
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Si Pedro Sánchez jamás hubiera existido

El presidente del Gobierno ha entendido que España cierra este 23-J un ciclo político, con independencia del resultado que arrojen las urnas

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez, candidato socialista y presidente del Gobierno, participa en una entrevista en la Cadena SER.Claudio Álvarez
Estefanía Molina

Pedro Sánchez se enfrenta a algo más que a una posible derrota este 23-J. Algunos tienen ya los puñales en alto para afirmar que “se ha cargado al PSOE, tal y como lo conocíamos”, si el Partido Popular gana las elecciones. Y la verdad es que nuestro país habría sido distinto si Sánchez jamás hubiera existido, pero no como quiere creer la derecha: quizás ni el PSOE habría resistido en 2016, ni los llamados “enemigos de España” irían hoy de capa caída.

Es la tesis alternativa a la de un Sánchez terrible: el presidente que logró salvar a un PSOE a la deriva, hace ocho años, al negarse a la abstención mediante su “no es no” contra Mariano Rajoy. Algunos han querido olvidar en este tiempo aquel contexto de pánico a la pasokización, como en Grecia, del miedo entre los socialistas a la gran coalición. Pero fue el darwinismo político de quien venció al viejo aparato del partido en 2017, y situó a una formación de más de 140 años de historia en el nuevo tiempo de la España post 15-M, lo que noqueó la estela del entonces pujante Pablo Iglesias, al impedirle el sorpasso.

Así que Sánchez no es parte de la crisis del PSOE, sino que precisamente fue su última bala, un último revulsivo, tras la implosión del bipartidismo. Es curioso que muchos barones, que ahora creen haber perdido gobiernos por su culpa el pasado 28-M, no recuerden que en 2019 lograron mejorar resultados tras su llegada a La Moncloa. La carambola de la moción de censura abrió una ventana de oportunidad impensable para la izquierda hace cinco años. Eran los tiempos en que parecía que la derecha gobernaría sine die, horizonte no tan lejano al que España puede arrojarse el domingo.

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Aunque quienes repudian a Sánchez no es tanto por su vocación de verso libre, o por los errores en varias leyes de esta legislatura; castigan el hecho de haber roto una especie de sentido común bipartidista en 2015. Era una visión compartida desde el PP hasta el viejo PSOE sobre que ambos debían replegarse juntos para salvarse contra la amenaza del independentismo y de los partidos extremos. Sin embargo, a la razón de Estado se ha llegado por la vía más insospechada. La derecha y otros socialistas jamás reconocerán que si los morados y ERC se hundieron en las elecciones municipales de hace dos meses es en parte gracias al efector abrasador del aún presidente del Gobierno. La entrada de UP al Ejecutivo reventó su faceta antisistema, al institucionalizarles y ponerles ante el espejo de sus contradicciones. El independentismo vira hoy desde la desafección hasta el abstencionismo porque la mesa de diálogo no ha dado ningún referéndum de ruptura.

En consecuencia, si el sanchismo muere este domingo solo puede ser de éxito frente a esos llamados “enemigos de España”. Si el presidente no logra reeditar su Gobierno no será solo por los resultados del PSOE, sino por el estado convaleciente de quienes le venían sustentando su presidencia. Es el servicio a nuestro país que algunos tanto le reclamaban. Hasta el posible acercamiento del PNV al PP, molesto por el protagonismo de Bildu en esta legislatura, es otro de los síntomas de un tablero político donde el orden ya se ha impuesto al “caos” que algunos vienen atribuyendo a los socios de Sánchez.

Sin embargo, la derecha no quiere aceptar que ese orden –entendido como la restauración de ciertos marcos del viejo bipartidismo– sea también efecto del sanchismo. Alberto Núñez Feijóo es hoy el principal beneficiado del regreso a una pantalla lo más parecida a antes del 15-M. Sin estos años de democracia histriónica, de intensa repolitización de la sociedad española, su mantra de prometer una democracia aburrida no cuajaría. Lo que el líder del PP oculta es que la calma no llegará de un Gobierno de la mano de Vox, levantando ya recelos desde Cataluña hasta en las personas LGTBI.

El propio Sánchez ha entendido que España cierra este 23-J un ciclo político, con independencia del resultado que arrojen las urnas. Su apelación al voto útil parece a ratos una forma de dejar al PSOE en un resultado que le sea irreprochable, con la obsesión de no bajar del umbral de los 100 escaños, así sea a costa de diezmar a Sumar y a los republicanos. Hay quien piensa que sus entrevistas de campaña han servido más al propósito de construir un relato para una —eventual— derrota digna, que de suponer que podía ganar las elecciones. Se trataba de acallar bocas que no han dejado de quejarse nunca.

Y la duda es qué ocurrirá en adelante. Felipe González sugiere dejar gobernar a la lista más votada, cuando no haya otra opción. Hoy, como en 2015, la historia se repite en el universo del socialismo. El tiempo dirá si de la crisis en que podría entrar la izquierda se sale con más PSOE clásico, o con otro verso libre. Aunque en la vida, como en la política, los personajes decisivos suelen ser más la consecuencia de un contexto latente, que el propio motivo del conflicto. Si la política son ciclos, Sánchez tal vez sea el exponente más representativo del período 2015-2023. ¿Cómo de fuertes serían hoy Podemos, o la queja del independentismo, si el sanchismo jamás hubiera existido? La derecha y el viejo PSOE jamás se lo preguntan.

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Sobre la firma

Estefanía Molina
Politóloga y periodista por la Universidad Pompeu Fabra. Es autora del libro 'El berrinche político: los años que sacudieron la democracia española 2015-2020' (Destino). Es analista en EL PAÍS y el programa 'Hoy por Hoy' de la Cadena SER.

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