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tribuna
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Por qué pienso votar a Pedro Sánchez

La razón principal es que es el candidato del PSOE y el PSOE es el principal representante en España de la socialdemocracia, y la socialdemocracia ha creado las sociedades más prósperas, libres e igualitarias del mundo (o de la historia)

Por qué voy a votar a Pedro Sánchez
NICOLÁS AZNÁREZ
Javier Cercas

Pues sí: yo creo que, como mínimo de vez en cuando, quienes escribimos en la prensa deberíamos revelar a quién votamos, más que nada para que nuestros sufridos lectores sepan a qué atenerse; luego, nuestra independencia, que es el bien más preciado que poseemos, se demuestra andando, artículo a artículo, golpe a golpe, verso a verso. Así que fuera máscaras: pienso votar a Pedro Sánchez. Es verdad que hay razones para no votarlo, la principal de las cuales es que en varias ocasiones ha recomendado con entusiasmo mis libros; esto no demuestra, sin embargo, que sea un político incompetente, sino sólo que su gusto literario necesita pulimiento. Pero también hay razones para votar a Pedro Sánchez; sintetizo las mías.

La razón principal es que es el candidato del PSOE y el PSOE es el principal representante en España de la socialdemocracia y la socialdemocracia ha creado, una vez aplicada durante décadas en ciertos países del norte de Europa, las sociedades más prósperas, libres e igualitarias del mundo (o de la historia). Así que votaré a Pedro Sánchez porque creo que la izquierda lleva razón; cierto: nunca he votado a la derecha y tengo el pálpito de que, de hacerlo, me brotaría un sarpullido atroz por todo el cuerpo y un doloroso forúnculo en el ano; pero, si creyera que la derecha lleva razón, no lo duden: votaría a la derecha. En otras palabras: pienso votar a Pedro Sánchez porque me encantan las aventuras, pero sólo en la vida privada, las novelas y el cine; en la vida pública, aspiro a un aburrimiento escandinavo. También pienso votar a Pedro Sánchez porque ha gestionado dos crisis considerables —la covid-19 y la guerra de Ucrania— y el resultado de su política económica ha sido bueno (lo dice la OCDE) y el de la social no ha sido malo. Pienso votar a Pedro Sánchez porque cada vez más economistas dicen lo mismo que Joseph Stiglitz y Paul Krugman, dos de los economistas más prestigiosos del mundo: que, en palabras de Francesc Trillas, “una victoria de la derecha y la extrema derecha, con su programa de bajar impuestos, negar el cambio climático y desfederalizar España y Europa, sería un riesgo grave para la economía española y europea”. Pienso votar a Pedro Sánchez porque soy un catalán del montón, un extremeño catalanizado, catalanófilo y catalanista que pese a ello no ve ninguna necesidad de dejar de ser extremeño y no entiende qué demonios sacaría en limpio dejando de ser español, salvo perder todos sus derechos, que penden de su ciudadanía española, un individuo que se siente tan autorizado como cualquiera (y un poco más que algunos, sobre todo algunos valentones de retaguardia y practicantes del heroísmo de sofá) a decir lo siguiente: como en el resto de España, en Cataluña Sánchez ha cometido errores —estuve a favor de los indultos a los presos secesionistas, no de la abolición del delito de sedición ni de la reforma del de malversación—, pero, para los catalanes, la alternativa a Sánchez (un Gobierno del PP, o del PP y Vox) es mala o muy mala, porque la derecha sólo sabe combatir un nacionalismo con otro nacionalismo; también es mala para los demás europeos: la prueba es la inquietud que despierta entre dirigentes fundamentales de la UE, donde Sánchez goza de buena reputación. Pienso votar a Pedro Sánchez porque es indudable que, en los momentos decisivos (otoño de 2017 en Cataluña, invierno de 2022 en Ucrania), estuvo donde había que estar, al contrario que sus socios de Gobierno, y porque, por mucho que lo intente, soy incapaz de vislumbrar el horizonte de apocalipsis nacional augurado por los sanchófobos si Sánchez gobierna de nuevo. Pienso votar a Pedro Sánchez porque soy un demócrata y un izquierdista radical, pero no extremista —la distinción es de Roberto Esposito—, y un Gobierno del PP y Vox, aparte de ser derechista, sería extremista y nada radical (aunque tampoco sería el fin del mundo, amiguitos: democracia rima con alternancia). Pienso votar a Pedro Sánchez porque, si el sanchismo consiste según los sanchófobos en una patología según la cual hay que conseguir el poder como sea y mantenerlo a cualquier precio, en eso mismo consistió el suarismo según los suarófobos, el felipismo según los felipófobos, el aznarismo según los aznarófobos, el zapaterismo según los zapaterófobos y el marianismo según los marianófobos: todos los presidentes del Gobierno democráticos han sido acusados de padecer en grados diversos esa misma enfermedad. Pienso votar a Pedro Sánchez porque, digan lo que digan, la nuestra no es una “democracia menguante”: como soy un demócrata radical, a mí esta democracia siempre va a parecerme pobre, precaria e insuficiente, pero los estudios más solventes de calidad democrática (el de la Unidad de Inteligencia de The Economist, el del V-Dem Institute, el de Freedom House) concluyen que la democracia española es ahora mismo una de las democracias punteras del mundo; esto no es triunfalismo baboso: es un hecho. Pienso votar a Pedro Sánchez para que, si puede formar Gobierno, tenga que depender lo mínimo posible de ERC o Bildu, partidos, como Podemos, pertenecientes a la izquierda populista o reaccionaria, suponiendo que ambas sean diferentes o sean izquierda; no me molestaría, en cambio, que dependiera en parte de Yolanda Díaz, a quien, sin embargo, me parece imposible votar hasta que los suyos entiendan que el secesionismo catalán es un movimiento esencialmente reaccionario, profundamente insolidario y, como mínimo en 2017, palmariamente antidemocrático. Pienso votar a Pedro Sánchez porque, aunque Feijóo no me parece un mal político, no entiendo que una persona que no sabe inglés esté inhabilitada para ser diplomático (a veces incluso bedel) y no esté inhabilitada para ser presidente del Gobierno, que entre otras cosas es un superdiplomático. (Por si acaso: he saludado a Sánchez dos veces —tiempo aproximado: un minuto—; a Feijóo, una sola —tiempo aproximado: tres minutos—). No pienso votar a Pedro Sánchez, por cierto, porque lo considere un líder providencial o carismático —detesto esa clase de líderes—, ni porque algunos indeseables lo hayan demonizado: al fin y al cabo, también hay indeseables que lo han santificado. Tampoco pienso votarlo porque considere un fascista a Feijóo, ni siquiera a Abascal (el nacionalpopulismo es una calamidad, pero no es fascismo; además, Abascal no es más nacionalpopulista que Puigdemont); de hecho, y pese a todo lo dicho hasta aquí, yo le pediría a Sánchez que, si no puede formar Gobierno, o si el PP vence con claridad, pacte con Feijóo un acuerdo de legislatura que, con las debidas condiciones, permita al PP gobernar en minoría, sin Vox. Pienso votar a Pedro Sánchez, en definitiva, porque votar a Pedro Sánchez no es votar a Pedro Sánchez, sino votar el proyecto que Pedro Sánchez personifica ahora mismo, y porque un Gobierno del PP, o del PP y Vox, me parece peor que un Gobierno del PSOE, o del PSOE y Yolanda Díaz. Así de fácil.

Lo han adivinado: no soy partidario del entusiasmo en política (aunque voto siempre: la razón es que, si no voto yo, votan por mí); tampoco de la emoción ni de la poesía: aspiro a una política prosaica, racional, humilde, que sin prisa pero sin pausa mejore la vida de las personas comunes y corrientes, única forma conocida de mejorar el mundo. Esto, ya lo sé, suena aburrido, pero ya he dicho que mi ideal en política es el aburrimiento. “Que vivas tiempos interesantes”, reza una maldición china: mi ambición suprema consiste en vivir tiempos lo menos interesantes posible. Con esa esperanza voto siempre. Por eso —también por eso, o sobre todo por eso— pienso votar a Pedro Sánchez.

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