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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crisis financiera abierta

La lentitud de reacción y la falta de contundencia del Banco Central Europeo lastran la respuesta a la crisis

Una sucursal de Deutsche Bank, este viernes en Bilbao.
Una sucursal de Deutsche Bank, este viernes en Bilbao.LUIS TEJIDO (EFE)
El País

Los llamamientos a la calma de los principales bancos centrales tras el acuerdo alcanzado por las autoridades suizas sobre Credit Suisse no están siendo suficientes para afrontar la actual crisis financiera, y ayer mismo —coincidiendo con una cumbre europea que tenía la situación del sistema bancario como plato principal del menú— se conoció que la mayor entidad de Alemania, el Deutsche Bank, perdió el 8,5% de su valor en Bolsa. La crisis no está resuelta, ha sido lenta la reacción de Christine Lagarde al frente del Banco Central Europeo (BCE) y falta contundencia en las medidas, sin que la disposición de los bancos centrales a ofrecer la liquidez necesaria haya surtido los efectos esperados. Hace falta más.

El acuerdo por el que las autoridades suizas forzaron a UBS a comprar Credit Suisse por 3.000 millones contenía algunas disposiciones que añadieron incertidumbre a los inversores. En contra de lo que indica el manual de los bancos centrales, Suiza ha decidido que sean los propietarios de deuda contingente convertible (bonos conocidos como cocos en la jerga) quienes lo pierdan todo en la operación, frente a los accionistas que, pese al descuento, mantienen parte de su inversión. Esa decisión ha obligado al BCE y al Banco de Inglaterra a dar garantías sobre los derechos de los bonistas y asegurar esta importante vía de capitalización de los bancos. En EE UU, las dudas persisten en torno al First Republic Bank, que, pese a la inyección de 30.000 millones de dólares que aportaron 11 grandes bancos la semana pasada, sigue sin frenar la fuga de depósitos. Desde la caída del Silicon Valley Bank, la entidad californiana ha perdido unos 70.000 millones en ahorros de sus clientes y otro banco, el PacWest, anunció que sus depósitos se han visto mermados un 20% con las recientes turbulencias, lo que demuestra que la confianza de los consumidores sobre el verdadero estado del sector es extremadamente frágil.

Cada vez parece más probable que las dudas sobre la solvencia y la liquidez de las entidades acaben propiciando un endurecimiento de las condiciones crediticias que, tarde o temprano, se trasladará a la actividad económica. Esta restricción del crédito equivaldría a una nueva vuelta de tuerca monetaria, lo que podría disuadir a los bancos centrales de mantener el ritmo actual de subida de los tipos de interés.

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De momento, tanto la Reserva Federal (Fed) como el BCE han decidido seguir adelante con sus planes para no poner en juego su credibilidad en la lucha contra la inflación. Los bancos centrales juegan así con dos barajas: por un lado usan los tipos de interés para contener la inflación; por otro, con medidas de liquidez y otros instrumentos para tratar de embridar la crisis bancaria. En EE UU, la Fed ha aprobado la novena subida consecutiva del precio del dinero (hasta la franja del 4,75%-5%), aunque ha dejado abierta la puerta a una pausa. Dada la persistencia de las tensiones inflacionistas a ambos lados del Atlántico, difícilmente podrán los bancos centrales dar marcha atrás en el encarecimiento de los tipos de interés, por lo que los ciudadanos deben prepararse para nuevas subidas en el coste de sus hipotecas. En Europa hay síntomas de desorientación en el BCE, mientras sigue encallada la culminación de la unión bancaria, aún pendiente desde la crisis financiera de 2008, para establecer por fin un fondo comunitario que garantice los depósitos de todos los ciudadanos de la zona euro.

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