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columna
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Un mundo en el que casi vivimos

Hay un universo paralelo que funciona según los ‘wasaps’ que escribimos y no enviamos, por los correos que se amontonan en la carpeta de borradores, por las llamadas que interrumpimos antes de que descuelguen

WhatsApp
Una persona manda un mensaje por WhatsApp.Pexels
Manuel Jabois

Hay un universo paralelo que funciona según los wasaps que escribimos y no llegamos a enviar, que funciona de acuerdo a los tuits que escribimos y al final no publicamos; un mundo que se rige por los correos que se amontonan en borradores, por las llamadas que interrumpimos antes de que descuelguen. Es una sociedad alternativa en la que no vivimos nosotros sino lo que nosotros casi somos, una versión penúltima de nosotros que está a punto de borrar algo y no lo hace, nuestras vidas sin tomar la decisión final, que es dar un paso atrás.

Los wasaps que en la vida real no se enviaron, allí sí; los tuits, los correos y las llamadas que no llegaron a ninguna parte, allí sí. Todo funciona de acuerdo a la intención que teníamos cuando lo empezamos, incluido el último movimiento, que era hacérselo llegar a alguien. No es un mundo necesariamente de personas más valientes ni más inconscientes, sino un mundo en el que faltó el paso final, que es borrar. A veces hay más de nosotros en lo que dejamos de decir que en lo que decimos, estamos más de acuerdo con nosotros mismos cuando elegimos callar que cuando elegimos hablar. Tantas consecuencias tiene un mail en la bandeja de borradores que en la de enviados.

Ese universo en que finalmente hacemos lo que íbamos a hacer es un universo distinto, no mejor ni peor, sino un universo más a la ligera y más ligero, desprovisto de temores, sin tantas dudas; un universo en el que la gente está arrepentida de más cosas que hace que arrepentida de las cosas que no hace sabiendo que estos últimos tienen la oportunidad de hacerlas en otro momento, quizá mejor, con otras palabras, a otras horas, en otro estado. Hay quien escribe en unos pocos días 20.000 palabras en correos y sms kilométricos que no llegaron a ningún destino, escritas a veces sin saber aún a quién se las va a enviar. Textos de amor y otros de rabia, escritos unos borracho y otros sobrio, escritos unos en paz y otros en guerra; el cerebro en erupción. Todos a diferentes direcciones y números (a veces a la misma dirección mensajes idénticos pero en diferente tono, otras veces a la misma dirección mensajes contrarios). Esa es la vida que no vamos a tener, la vida que esbozamos y que finalmente, cuando falta mover un dedo, descartamos, y al descartarla cambiamos el destino nuestro y de los demás. En ese universo paralelo las personas reciben los mensajes y el mundo es radicalmente diferente poblado de seres que casi somos nosotros.

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Hay un mundo paralelo más que habito yo. El que escribe un largo sms a alguien sabiendo, desde la primera palabra, que no lo va enviar; el que abre un correo, pone la dirección de envío y escribe un texto con la seguridad de que al acabar lo leerá y lo borrará, porque tiene valor para escribir pero no valor para que le lean; valor para hablar consigo mismo, pero no con los demás. Es la vida en prácticas, su prueba piloto; es poder contemplar lo que podría ser pero sin tocarlo. Cada vez que en tu móvil aparece un “escribiendo, escribiendo” en la caja de mensajes y nunca llega nada, soy yo desde ese mundo paralelo golpeando las paredes, mirando el mundo desde el exterior y tratando de interferir en él sin fuerza de voluntad para conseguirlo. Y ese desaliento que llena la escritura es al mismo tiempo un aliento único: el del que camina y no deja huella, por tanto no puede volver atrás.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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