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columna
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En tiempos de desasosiego, vitaminas para el espíritu

Las cosas van rematadamente mal, pero siempre hay artistas que refuerzan las ganas de vivir: Wu Tsang, Brad Mehldau, el Teatro Nacional de Croacia

Teatros del Canal
Un momento de 'Sorry', la obra del Teatro Nacional de Croacia en Zagreb que dirige Bobo Jelcic.TEATROS DEL CANAL (Europa Press)
José Andrés Rojo

La historia de la ballena que Herman Melville contó en Moby Dick ha tenido ocupada durante largo tiempo a Wu Tsang. Uno de los trabajos que surgió de la relación entre esta artista y la novela sobre un hombre que se embarca para perseguir lo que toma por la encarnación del mal puede verse ahora en el Museo Thyssen de Madrid. Lo que hay en esa pieza, De ballenas, es una gran pantalla que muestra lo que encuentra un cachalote durante su travesía, y es como si nos arrastrara a las profundidades del mar y todo lo viéramos a través de sus ojos: una suerte de cosmos extraño e inquietante, pero también hermoso y a ratos plácido. El lunes de la pasada semana, en el Círculo de Bellas Artes, se proyectó, por otro lado, la adaptación que ha hecho Wu Tsang de Moby Dick con la música que Caroline Shaw y Andrew Yee han escrito para la película y que tocó en directo una orquesta de cuerda. Las imágenes y los sonidos y las palabras de Melville y los cuerpos de los actores que bailan: con esa mezcla de géneros, y una mirada que bebe de una sociedad empapada por lo queer, la batalla ecologista y la crítica al colonialismo, Wu Tsang lee de nuevo a Melville.

La amistad de Ismael con el arponero Quiqueg, esta vez interpretado por un artista trans de aspecto quebradizo, es el hilo del que tira Wu Tsang. La música es también una parte esencial de este Moby Dick, como si fuera imprescindible para entrar en el corazón desquiciado del capitán Ahab en su trágica aventura tras la ballena blanca. El miércoles de la pasada semana tocó en los Teatros del Canal de Madrid Brad Mehldau. Estuvo con Larry Grenadier en el contrabajo y Jeff Ballard en la batería. Simplemente un trío de jazz. Es imposible traducir en palabras lo que la música dice, pero quizá no sea tan disparatado describir lo que consigue el piano de Mehldau y sus acompañantes con esta idea del cosmos y de arrancarte de un lugar para llevarte a otra parte, donde todo fuera más completo o más vacío, más hermoso, más extraño, más incomprensible y, al mismo tiempo, más transparente. Tocaron, por ejemplo, I concentrate on you, y la canción de Cole Porter iba cobrando la estatura de un clásico en el que bien podría haber descubierto el capitán Ahab que recogía sus propias emociones.

Luego llegó el sábado, y de nuevo en los Teatros del Canal, se pudo ver por segunda y última vez en Madrid Sorry, una pieza inspirada en una película estadounidense de finales de los cincuenta que se prolongó después en una exitosa serie de televisión. El director Bobo Jelcic, al frente del Teatro Nacional de Croacia en Zagreb, vuelca en el instituto del pequeño pueblo de Peyton Place esos dramas y ambiciones vanas que tocan a todos y te cambian la vida. Y en medio de tanto desgarro, te mueres de risa. Las cosas se tejen alrededor de la fiesta de graduación, ese rito que marca el abandono de la adolescencia y la entrada en el mundo adulto, y se tejen mal: fracasos, quiebras, decepciones, rupturas. En el mundo de las grandes oportunidades —la gran democracia americana que todo el rato se celebra—, nada sale bien. Jelsic ha dotado a su compañía de un estilo propio que deslumbra por la sutileza con que meten el humor en las entrañas del fracaso y la tristeza, y todos los actores están inmensos.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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