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Columna
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J. K. Rowling tenía razón

Dadas las consecuencias del fiasco legislativo de la ‘ley del solo sí es sí’, las preocupaciones ante la ‘ley trans’ resultan más que razonables

Pancarta a favor de la 'ley trans', el día de su votación en el Congreso.
Pancarta a favor de la 'ley trans', el día de su votación en el Congreso.Álvaro García (EL PAÍS)
Najat El Hachmi

¿Se acordarán los cargos políticos del Ministerio de Igualdad de que están ahí para defender los derechos de las mujeres y las víctimas de violencia? Porque empecinadas como han estado todo este tiempo en negar las consecuencias negativas de la ley del solo sí es sí, se diría que lo último que han tenido en mente es el sufrimiento de las que se han visto en las terribles circunstancias que pretende perseguir la nueva norma. En política, y en todo en general, no hay estrategia menos inteligente que negar la realidad evidente, y aquí no cambiar de idea, no admitir el error, es preocuparse más por las sillas y los sueldos que por los problemas de las mujeres. Para no tropezar de nuevo con la misma piedra, sería sensato aplicar lo aprendido en el futuro inmediato.

Viendo las consecuencias de este fiasco legislativo, las preocupaciones ante la llamada ley trans son más que razonables y no obedecen, como se ha dicho mil veces para que fuera verdad, a una maléfica transfobia por parte de quienes la han criticado. Si no creen a las organizaciones feministas que llevan años estudiando el asunto, échenle un vistazo al lío que tienen en Escocia, donde la semana pasada los periódicos anunciaban que se estaba frenando el traslado de mujeres trans a cárceles de mujeres. Al parecer, hay hombres que, tras ser encarcelados por delitos sexuales, experimentan una repentina epifanía trans. Es evidente que en estos sujetos no se trata más que de una apropiación oportunista de la transexualidad, pero si decidimos que nadie puede cuestionar los sentimientos de “género”, tampoco se podría dudar de la autodeterminación en estos casos. Estas situaciones son precisamente las que tendrían que prever los legisladores, el uso fraudulento que se le puede dar a una ley, pero va a ser difícil cuando lo que se legisla son precisamente eso, sentimientos y no hechos. Nicola Sturgeon se está dando estos días de bruces con la realidad. La medida de dejar de trasladar a violadores “femeninos” ya está siendo leída como discriminatoria por algunos activistas. Ante la pregunta de si una mujer trans es una mujer, la primera ministra escocesa cayó en la hoguera de la intolerancia excluyente al establecer, aunque con todos los matices refiriéndose al contexto y las circunstancias, que hay diferencias entre una mujer trans y una mujer. Dos años y medio después de que J. K. Rowling se convirtiera en el demonio en Occidente por decir exactamente lo mismo, va a resultar que tenía razón.

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