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Asalto al Congreso en Brasil
Columna
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Bolsonaro se queda desnudo y solo

Mientras el presidente Lula es arropado mundialmente frente a los ataques golpistas, el asalto a las instituciones democráticas reaviva la posibilidad de actuar judicialmente contra su predecesor

Juan Arias
Jair Bolsonaro Golpe de Estado
Foto de archivo de Bolsonaro en un evento en Miami en 2020.CRISTOBAL HERRERA (EFE)

Brasil y su nuevo Gobierno, presidido por Lula da Silva, se han sentido arropados mundialmente frente al brutal atentado terrorista a las instituciones del Estado, lo que deja al derrotado expresidente Jair Bolsonaro más vulnerable y hasta abandonado por parte de sus viejos defensores de ultraderecha.

Pocas veces en el pasado, Brasil y su Gobierno se han visto tan apoyados frente a una intentona de golpe fascista como esta vez. Las mayores potencias mundiales, como Estados Unidos, China, Rusia y la Unión Europea han reaccionado inmediatamente con condenas contundentes y apoyo incondicional a Lula y su Gobierno. Ello ha llevado al catedrático de la prestigiosa Fundación Getulio Vargas (FGV) Carlos Pereira a declarar que los atentados terroristas “han fortalecido a Lula y aislado a Bolsonaro”.

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El atentado violento y destructivo a las tres instituciones del Estado, las sedes del Congreso, el Tribunal Supremo y la residencia presidencial, ha fortalecido políticamente al nuevo Gobierno de coalición de Lula. Pero, además, ha colocado en primer plano la posibilidad de actuar judicialmente contra el expresidente y líder de la oposición fascista, Jair Bolsonaro, que tardó varias horas en condenar y solo a media boca los atentados golpistas en Brasilia.

No es ningún secreto que el refugio de Bolsonaro en Estados Unidos, cerca de su amigo personal Trump, al que había acudido tras su derrota nunca aceptada en las urnas, se debía al miedo de poder ser detenido y juzgado aquí en Brasil por sus repetidas arremetidas contra las instituciones democráticas y contra la victoria de Lula.

¿Y ahora? Esta misma mañana la prensa brasileña abunda en las posibles hipótesis sobre el destino de Bolsonaro tras haberse negado a condenar sin titubeos los atentados terroristas del domingo. Hay quien piensa que ahora el nuevo Gobierno de Lula podrá contar con la ayuda de Estados Unidos para extraditar a Bolsonaro, que podría ser juzgado no solo por su tibieza en condenar los atentados contra las instituciones, sino por la acumulación de acusaciones que ya recaían sobre él antes de su derrota en las urnas.

Hasta la llegada al poder del nuevo Gobierno de Lula, Bolsonaro se sintió de alguna forma protegido en sus ataques a las instituciones por sus amigos, abrigados en su Ejecutivo, empezando por el fiscal general del Estado, que siguió protegiéndolo hasta el último momento.

Ahora la situación del expresidente, en la línea de lo ocurrido con su amigo personal Trump, se ha fragilizado y se baraja que el nuevo Gobierno de Lula, fortalecido por su apoyo internacional, no le permitirá que, directa o indirectamente, desde su exilio americano continúe apoyando el movimiento golpista. Ello podría intentarlo sirviéndose de un puñado de amigos que aún le quedan dentro del Ejército, al que durante sus cuatro años de Gobierno colmó de privilegios. El exmandatario llegó a colocar a más de 6.000 militares en su Gobierno y en las demás instituciones del Estado.

Mucho va a depender, afirman los analistas políticos aquí en Brasil, de las relaciones que Lula sea hoy capaz de instalar con los militares, con quienes siempre mantuvo relaciones positivas en sus pasados Gobiernos. La primera prueba será si consigue o no, sin esperar más, que el Ejército dé luz verde para que los grupos golpistas de Bolsonaro acampados desde hace semanas a las puertas de los cuarteles abandonen su protesta y se retiren a sus casas.

Hasta ayer dichos golpistas, muchos de ellos exmilitares jubilados o familiares y amigos de militares en activo, fueron protegidos bajo la excusa de que se trataba solo de la libertad de expresión refrendada por la ley. ¿Y ahora? Ese es el gran interrogante que los militares deberán despejar, ya que, por sus primeras declaraciones, Lula, apoyado mundialmente, no parece partidario de esperar más y aparece dispuesto a colocar todo su prestigio en proteger la democracia a cualquier coste.

Lo que da mayor fuerza a Lula y a su recién estrenado Gobierno, acogido masivamente con aplauso por las fuerzas democráticas, que se sentían amenazadas por los embates golpistas del bolsonarismo duro, es la contundencia del apoyo, sin ambages diplomáticos, que inmediatamente ha recibido de los líderes máximos de los varios continentes.

Lo peor, en efecto, que le podría ocurrir a Lula es que el país que ha confiado en él para deshacerse de la pesadilla fascista del bolsonarismo, pudiera verle titubear frente al claro y brutal desafío golpista que acaba de sufrir ya en los primeros días de su mandato. Sí, Bolsonaro nunca estuvo tan cerca de ser extraditado, juzgado y condenado como ahora, después del brutal asalto terrorista perpetrado por sus seguidores al corazón mismo del Estado.

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