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TRIBUNA
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Pandemia, China y democracia

Los regímenes liberales facilitan tomar políticas más efectivas frente a la covid y son el método más eficaz que tenemos para ir resolviendo los grandes retos que se nos presentan como humanos y como planeta

Un sanitario ayudaba el día 5 a un paciente con el goteo intravenoso en una institución de salud comunitaria en Shanghái.
Un sanitario ayudaba el día 5 a un paciente con el goteo intravenoso en una institución de salud comunitaria en Shanghái.Fang Zhe (AP)

Las imágenes que vemos estos días de los hospitales de China nos retrotraen a los primeros meses de 2020 en España y otros países europeos. Un contraste que nos aturde, pues estos días de Navidad hemos actuado como si la pandemia fuera ya parte del pasado, solo a la espera de la declaración oficial de su finalización por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los únicos restos que nos quedan de los momentos más duros son las mascarillas en el transporte, en algunos casos de manera muy relajada.

¿Qué está pasando? ¿Estamos de nuevo en marzo de 2020, con Wuhan al fondo y viendo cómo se acerca el virus por la Ruta de la Seda a la atemorizada Europa, afectando en primer lugar a Italia? ¿Hemos de volver a confinarnos y hacernos PCR a la menor tos o febrícula, y a utilizar de manera continua la mascarilla? Todas preguntas razonables que todos nos hacemos. Y, de nuevo, la mirada de ciudadanos y responsables políticos vuelve a sacar de sus apacibles laboratorios y despachos a virólogos, epidemiólogos y otros profesionales de salud pública.

Las respuestas no son fáciles, pues la información de lo que está ocurriendo en China es escasa. El control de la información —y de los ciudadanos— ha sido uno de los ejes de la política sanitaria en este país, y ahora lo aplica de manera aún más estricta. Pero las fuentes más fiables apuntan a que ha sido el abandono de la política de covid cero sin las debidas medidas de desescalada, monitorizada por un sistema de indicadores y decisiones políticas asociadas, lo que ha puesto en marcha una espiral de contagios en una población con una gran cantidad de personas susceptibles, sin defensas, sea por la vía natural o mediante la vacuna, lo que hace prever millones de enfermos y de muertes. Una situación que va a afectar a su sistema sanitario, pero también a su economía y al conjunto de la sociedad. Y que de una u otra manera nos acabará afectado a nosotros también.

La verdad es que nadie sabe qué pasará exactamente, ni cómo las autoridades chinas conseguirán aplanar la curva, pero es muy probable que lo consigan en un periodo de tiempo razonable, pues es mucho lo que hemos aprendido en estos tres años, en parte gracias a la colaboración internacional entre las instituciones sanitarias y científicas. Esperemos que se dejen ayudar, especialmente a través de la OMS, y aprovechemos esta última ola, allí donde empezó la primera, para avanzar hacia una gobernanza global, al menos ante las crisis sanitarias.

Mientras tanto, y huyendo de la autocomplacencia, en Europa podemos afrontar esta etapa con cierta calma, pues los indicadores epidemiológicos, entre ellos la cobertura vacunal y la efectividad de las vacunas utilizadas, indican que la pandemia está bajo control y, en caso de una nueva ola, que no podemos descartar, estamos mucho mejor preparados que en marzo de 2020. Entre otras cosas, porque, como dice Daniel Innerarity, en su Pandemocracia, nuestro sistema político basado en una democracia liberal permite, con todas sus limitaciones, contrastar diferentes perspectivas e intereses y tomar decisiones que pueden ser corregidas con cierta normalidad si se observan errores. Lo que no ocurre en los sistemas políticos autoritarios de partido único como el de China, que en principio pudieron parecer más adecuados para afrontar una crisis sanitaria de la envergadura que hemos vivido, ya que centralizan y unifican las respuestas.

Esta ventaja política de las democracias para gestionar una crisis sanitaria no es solo una hipótesis teórica. Un estudio reciente, publicado en la revista científica Journal of Epidemiology and Community Health dentro del ámbito de lo que el profesor Carlos Álvarez-Dardet ha denominado epidemiología política, muestra que el exceso de mortalidad por todas las causas, posiblemente el mejor indicador epidemiológico del impacto global de la pandemia, en 78 países está inversamente relacionado con la calidad de sus sistemas democráticos, después de tener en cuenta en esta comparación, entre otras variables, la renta per capita de los países, su población mayor de 65 años o el acceso y recursos a sus sistemas sanitarios. Esto es, a mejor democracia, con más transparencia y rendición de cuentas, elecciones libres, derechos civiles y sociales, menor número de defunciones atribuibles a la covid-19.

Me temo que las autoridades chinas no aprenderán mucho de estas experiencias, que muestran que la democracia liberal facilita la adopción de políticas más efectivas frente a la pandemia, aunque nunca se sabe; pero sí entre nosotros, donde ya vemos que hay quien propone con urgencia adoptar medidas de confinamiento y control estricto en aeropuertos. Deliberemos, valoremos la mejor información disponible y decidamos con responsabilidad. La democracia es el método más efectivo que tenemos para ir resolviendo los grandes retos que se nos van presentando como humanos y como planeta. El próximo, urgente y de naturaleza mucho más compleja que el del coronavirus, como es la crisis climática, requerirá aún de más pluralidad y deliberación democrática.

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