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Anatomía de Twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Hombres a las tres de la mañana

Qué más da si eres artista, aspirante a duquesa o una oficinista más. Aquí no hay costes ni peajes ni precio a pagar. Nada vale para legitimar que merodeen y te acosen en tu calle. No es lo que hay

Aitana
Aitana Ocaña, el pasado 14 de diciembre en Madrid.Beatriz Velasco (Getty)

Supongo que son unos privilegiados quienes no han sentido un escalofrío por su espalda escuchando a la artista Aitana decir: “Está empezando a venir mucha gente a mi casa, hombres, a las tres, a las cuatro de la mañana… Yo estoy sola y lo paso muy mal. Tengo mucho miedo”. Que los tuiteros convencidos en legitimar el acoso a una mujer a estas alturas de la partida aludiendo a que la cantante debería saber ”de qué va este negocio”, qué implica ser un personaje público” o que ”los mecanismos de la fama tienen un coste” son los que seguramente ignoran qué pasa cuando te merodean señores a altas horas de la noche.

Deseo sinceramente a los que tuitean que ”es una falta de respeto” que una mujer verbalice terrores, y a la reportera que se atrevió a exigirle a la artista catalana que para que no ser perseguida tendrá que “confirmar o desmentir”, que nunca se hayan visto escabulléndose de siseos de madrugada. O sintiendo pasos que retumban en su nuca, agarrados a unas llaves sobresaliendo inútilmente de los nudillos con tanta fuerza como para cortar el torrente sanguíneo.

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Deduzco que quienes llaman quejica y victimista desde Twitter a Meghan Markle por rememorar en su docuserie de Netflix cómo en 2016 los paparazzi británicos la vigilaban 24/7 en su calle de Toronto son de los que se agarran a lo de que si los contribuyentes pagan, vale todo. Que como la familia real británica se sostiene con los impuestos de los ciudadanos, sus integrantes o aspirantes a formar parte siempre tendrán que mostrarse sumisos y obedientes a los flashes. Solo faltaría. “Me vigilaban a todas horas, esperando a que hiciera algo. Llamaron a mis vecinos para dar conmigo y les pagaron para poner cámaras directas desde su casa enfocando a mi patio. Me aislaron y me obligaron a vivir con las cortinas cerradas de casa”, recuerda Markle en el segundo episodio de la producción. Pero en Twitter todavía hay quien les recrimina a ella y a su marido que denunciarlo ante todos es de ser “narcisistas, traidores y desagradecidos”.

En un momento clave de Enrique y Meghan, uno de los más interesantes de todo el metraje, Tim Burt, directivo de la firma de asesoría y relaciones públicas Teneo, explica la tenebrosa dinámica de relaciones públicas entre la prensa y la corona británica que se ha tejido a través de la Royal Rota. Desde hace 40 años, existe un acuerdo verbal en el que seis cabeceras (The Times, Daily Mail, Daily Mirror, London Evening Standard y The Telegraph) tienen permiso para informar sobre la familia real gracias a un sistema de acreditación exclusiva. Y por muy agresivos que sean los artículos que se escriben desde los tabloides, esos medios seguirán conservando el derecho y el privilegio a seguir informando en todo momento. Aunque buena parte de esa producción esté alimentada por noticias falsas, supremacistas o misóginas. Un sesgo que explotó con virulencia durante el denominado Megxit, cuando los duques de Sussex anunciaron su voluntad de independizarse y marcharse. “Todo gira en torno al control. La prensa dice: ‘Esta familia es nuestra y la podemos explotar. Su trauma es nuestra historia y nosotros lo controlamos’”, recapacita Enrique sobre esa perversa relación a lo freak show que se ha establecido entre los denominados “corresponsales reales” y los royals.

Porque qué más dará si eres aspirante a duquesa, artista internacional o una oficinista más. Aquí no hay costes ni peajes ni precio a pagar. Nada vale para normalizar que los hombres merodeen en tu calle a las tres de la noche. No es lo que hay.

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