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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cuando el insulto y la mentira son armas políticas

Dejando a un lado las peculiaridades culturales de cada país, la mentira es hoy una manera de ganar elecciones

La presidenta de la Cámara de Representantes de EE UU, Nancy Pelosi
La presidenta de la Cámara de Representantes de EE UU, Nancy PelosiJeff Chiu (AP)
Elvira Lindo

No se calibra lo que hiere un insulto público hasta que no eres la insultada; no se sabe lo peligrosa que es la injuria hasta que eres la víctima de una. Hay necios que de vez en cuando nos recuerdan lo alto que hemos llegado en el arte del insulto en España. Yo añadiría que si hemos hecho de la injuria y del insulto un arte hemos sido, sin duda, unos adelantados a nuestro tiempo, este en el que las redes han puesto a disposición del usuario la posibilidad de democratizar la bazofia. El uso de la mentira es ya un arma política. La secuencia es la siguiente: en vez de expresar un desacuerdo y proponer alternativas, se opta por denigrar al adversario, y a eso se le añade un bulo, para apuntalar las razones que llevaron a ofenderle. Hay una derecha extrema que ha hecho de esta estrategia su manera de estar en política y hay una derecha, que pudiendo ser moderada, se deja arrastrar por la falta de ética. ¿Me estoy refiriendo a España? Diría que da igual porque de la misma forma que se han internacionalizado las obsesiones ideológicas de esta nueva derecha (género, feminismo, inmigración, beneficio de los muy ricos en nombre de la libertad), también los hábitos de los que se alimentan: las teorías conspiranoicas, los bulos, que aun pareciendo en un principio disparates van abriéndose paso en las mentes de los ciudadanos hasta convertirse en votos. Y los votos no les faltan, por tanto la táctica goza de una estrategia probada.

Hace unos días ocurría en San Francisco un hecho que se convierte en paradigma del poder de la mentira: Paul Pelosi, marido de la presidenta del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi, fue víctima de un ataque a golpe de martillo en su propia casa. El tipo, David DePape, irrumpió en el domicilio preguntando a gritos dónde estaba Nancy Pelosi. Era exactamente el mismo grito que proferían el 6 de enero los asaltantes del Congreso. Hoy parece obvio que de haberse encontrado a la política la habrían matado, o le hubieran dado un golpe en la cabeza, como tenía planeado DePape, para verla entrar en la Cámara de Representantes sentada en una silla de ruedas.

Pero el delito no acaba aquí. No todos los congresistas republicanos condenaron el hecho y, para colmo, cuando comenzaron a correr bulos sobre la “verdadera” naturaleza del ataque, muchos de ellos callaron, y el que calla es porque desea que la mentira crezca como una hierba salvaje. Lo que se empezó a difundir en los medios ultraderechistas es que el asaltante era en realidad un chapero y que la policía escondió las evidencias. El flamante nuevo dueño de Twitter, Elon Musk, ese tipo dispuesto a regenerarnos, publicó en su red un link que conducía al periódico especialista en bulos sobre los demócratas, con especial regusto en injuriar a las mujeres. Luego lo borró. Actuaron así con Hillary Clinton y ahora alimentan una peligrosa inquina contra Pelosi. La víctima, su marido, es un hombre de 82 años, que ha sobrevivido al susto y a las heridas, pero que también deberá reponerse al hecho de que no pocos votantes republicanos van a clamar por la libertad del criminal, apelando a esa sucia patraña del prostituto que de alguna manera tuvo que defenderse del cliente. La cuestión sexual suele andar por medio en estas fantasías terroríficas y algunas han acabado a tiros, como la del hombre que atacó la pizzería en Washington donde se decía que Hillary regentaba un boyante negocio de pederastia.

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Sería ingenuo pensar que esta infección mortal nos queda lejos porque el discurso y la táctica se han globalizado. Dejando a un lado las peculiaridades culturales de cada país, la mentira es hoy una manera de ganar elecciones. Donald Trump anuncia su regreso. En mayor o menor medida todos parten de lo mismo, aquí o allá: el Gobierno de la izquierda o del centroizquierda no es legítimo y los conservadores moderados son traidores a la causa. A todos nos suena esta historia. Lo que me pregunto es: si la mentira se propaga en parte a través de Twitter, ¿qué hacemos ahí? ¿Contrarrestarla? Pero eso sí que es imposible, ya lo ha advertido su dueño.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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